CULTO A LAS HESPÉRIDES
el dispensador dice: el mundo se torna denso cuando la esperanza se corre del horizonte de la vida... ello me hace recordar la importancia que los antiguos daban a las "fuentes", las filosóficas y a otras tantas reales que la historia fue deformando hasta convertir en leyendas, relatos, o simples misterios que se resuelven en el imaginario íntimo de aquellos que se animan a descubrirse a sí mismos, descubriendo objetos perdidos. Llegando al atardecer de las sapiencias, apareció repentinamente un mensaje de las hespérides (en griego antiguo Έσπεριδες, ‘hijas del atardecer’), aquellas ninfas atlantes que custodiaban un jardín edénico consumido junto con su estirpe y su cultura ante un cataclismo que dio vuelta la Tierra entera. En otros tiempos, las formas humanas tenían la habilidad de modificar la forma en que se mostraban los cuerpos y esta era una cualidad de las llamadas hespérides... de ellas, han quedado ecos de las Cárites, las Greas, las Moiras y las Gorgonas, pero eran muchas, cada una con una capacidad singular y distintiva. Las Gorgonas repelian las envidias enseñando sus lenguas... mientras las Cárites acogian a los visitantes guiándolos por un jardín paradisíaco... las Moiras eran altivas, contenedoras de sabidurías perdidas y manipuladoras de los prodigios de la mente... las Greas por su parte, cuidaban la armonía de los jardines y sus perfumes, sosteniendo el equilibrio de las fuentes. No eran individuos sino comunidades de sabias... Las hijas del atardecer custodiaban el ocaso de la Tierra, hito desconocido hoy porque la lanza del mundo globalizado desconoce amaneceres y sus coros, tanto como los atardeceres y los suyos... ¿qué dirán Egles, Aretusa, Abisia, Exeleia, Eritia, Hesperia, Héspere, Hestia, Aestesia, Amedea, Hescitia, Avelea, Uquesea, Adenua o Hesperetusa, al asomarse a la ventana de las dimensiones y apreciar que su jardín ya no está siquiera en los recuerdos?... Atlántida y Lemuria ahogaron esencias y filosofías fundamentales, dando lugar a sobrevivientes y zozobras, mundos donde la rutina atrapa y resta, donde el ser humano queda preso de sus mañanas intangibles... Allá en Atlántida, en sus nexos profundos con la actual Marruecos y Libia, en Azores y Cabo Verde, otras músicas sonaban. En sus orillas las hespérides acondicionaban el estrépito de las gestas asistiendo al cántico de los ángeles de la salida del Sol, y de los coros del poniente. Esos mismos cuyos ecos se estampaban en Memnón miles de años antes que apareciera la civilización egipcia... así, hemos perdido las manzanas doradas que conferían inmortalidad a los recuerdos y el huerto de Hera se ha convertido en una sinfonía sin notas, en un pentagrama vacío, apenas acunado por alguna biblioteca donde yacen las antigüedades y sus incunables, esos que nadie lee, cuya existencia se desconoce. Más allá, lo que ha existido guarda sus simetrías en el mundo del "contiguo" y aún cuando los ojos no lo muestren, está vibrando a la espera de su renacimiento, reconocido por la gloria de las eternidades manifiestas, esas cuya llama nunca se apagará. Septiembre 23, 2010.-
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