el dispensador dice:
justo cuando volvía,
de aquella noche sin día,
de aquel sueño sin guía,
de aquella senda sin vía,
percibí una fragancia que olía,
allá lejos en la vida,
sensaciones perdidas,
propias de abuelas y sus comidas,
comunes a costumbres extinguidas,
olores de campo abierto,
rocíos de tiempos muertos,
para los pasos cansados,
de aquel desabrigado,
que se aventura a su tiempo,
sin poncho y con aliento,
empujado por el coraje del sentimiento,
sabiendo que allá adelante,
justo donde la vista no alcanza,
siempre habrá una alabanza,
para el ángel divino que acompaña,
iluminando tu camino,
sin esperar nada a cambio,
sólo tu entrega y su rango,
de saberte fiel a ti mismo...
y tal como te decía,
ese perfume olía,
a recuerdos perdidos,
vaya a saber en qué altillo,
de pasados omitidos,
que quedan ahí, escondidos,
de otros recuerdos genuinos,
y fui así que la selva,
extraño bosque de altura,
pronunció fragancias de espesura,
propios de yuyos, helechos, hermosuras,
propocionando locuras,
para los que transitamos sin techo,
haciéndonos cargo del tiempo,
sin reclamos, por lo hecho...
imágenes regresaron de pronto,
a conjugarse entre perfumes,
no sabiendo si eran lumbres,
o sombras de otros tiempos,
sentía sabores raros,
que me traían recuerdos,
de aquella abuela cadente,
silenciosa y casi sirviente,
con sabidurías al dente,
que alimentaba mis días,
cambiando sonrisas, paciente,
siempre mirando lejos,
para anticipar el momento,
donde uno parece indefenso,
pero está siempre protegido...
ese mismo perfume traía,
sabores de otros días,
que despertaban neuronas dormidas,
guardadas de por vida,
y con créditos siguientes,
levantando los durmientes,
de muchas pasadas vidas,
esas mismas que crees perdidas,
pero que estallan de repente,
entre brisas y nacientes,
con ojos de nuevos días,
avisando que abuelas y tías,
aún están presentes,
del otro lado del poniente,
justo donde despunta el día,
de las almas valientes,
que no reparan en esfuerzos,
para alcanzar los salientes,
que proponen arenas hirvientes...
seguí andando y a poco,
me encontré con el escollo,
de aquel recuerdo y sus bollos,
sintiéndome renacido,
protegido y con abrigo,
por una abuela traido,
para burlar los despojos,
a los que había sido sometido,
y sólo me quedé con el perfume,
y sus recuerdos hermosos,
aquello que es huella y estela,
jamás se caerá en un pozo,
flotará en estos aires,
hasta que la senda te traiga,
a conjugar tus paisajes. el dispensador: durmientes. Septiembre 03, 2010.-
DEDICADO A: las fragancias de Córdoba, Jesús María y La Calera, propias de niñez y taperas... las fragancias de Tucumán, camino a Hualinchay... recomendado por el alma del dispensador:
http://pablo-palomeque.blogspot.com/
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