CENTENARIO DE AFECTOS ◄► ARROYO BARÚ [primera parte]
el dispensador dice: la vida te ofrece extrañas circunstancias... siempre hago foco en el mismo ángulo, los motivos por los cuales somos convocados a escena, no son patrimonio de los convocantes, ellos son parte de las circunstancias, por lo tanto hay razones superiores, razones que nos exceden largamente. Podemos negarnos, pero existe un precio en el espacio que dejamos, en el llamado que no atendemos, en la oportunidad que nos pasa de largo, más precisamente, cuando desconocemos el ángulo del "momento" que nos llama, se produce algo semejante a un agujero negro que se chupa no sólo las energías propias, también incluye a las ajenas, generando un estado físico raro, pero real, algo que podría traducirse como un vacío en el destino... de allí que suelo estar presente cuando los hados me tocan el hombro, hacen lo propio con mi espalda, o simplemente me llaman tal saben hacerlo... ayer me llega un libro, un libro del que participo en la inocencia que contiene mi calidad de anónimo, humilde desconocido... y ése mismo libro comienza diciendo:
Dedicado a Eloy Abatilli, ese gran hombre, un soñador cuyo único intento fue hacer de este mundo, un mundo mejor. Un hombre que hizo de Arroyo Barú su objetivo de progreso, pensó en el bien común sin egoismos y sin medir esfuerzos... esto lo ha escrito Alicia, mi amiga, la autora, una persona con la que además de las empatías propias de los humanos hay algo más, un puente, un molino, una tranquera, una alambrada, una tapera, una vida anterior, ocres, arenas, paletas, vaya a saber. No nos conocemos personalmente, pero nuestras almas comparten los mismos recuerdos, vaya uno a saber por qué... ¿dónde queda Arroyo Barú?, en algún lugar de Entre Ríos, una provincia que conozco bien. La he caminado varias veces, y sus imágenes me acompañan del mismo modo que lo ha hecho mi condición de ciudadano del mundo, un ciudadano que, curiosamente, aprendió a ser "argentino" viendo las realidades ajenas, distantes, asumiendo las diferencias de esto que llamamos raza humana, pero que en verdad no es otra cosa que un crisol con muy distintos ingredientes con forma humana, nada más que eso. ¿Quién es o quién fue Abatilli?, no importa, fue hombre como cualquiera de nosotros, un hombre que pasó por su baño de madre, que nació y asumió su destino con resignación, haciendo honor a la gracia que se nos concede para este tránsito que llamamos vida. Pudo haber nacido en otro lado, sí, pero los hados son terminantes, siempre debe ocurrir justo donde se tiene lugar...
Hoy, Abatilli es un cartel de calle, pero también es el apellido de mi amiga, papel singular en esta historia que deseo contarles, no para aburrirlos, sino porque deseo hacer foco en la importancia del "valor agregado", en la importancia de la "persona", de su calidad humana y de sus afectos, esa parte extraña que vamos sembrando y recogiendo, para ser, finalmente, lo único que nos llevamos puesto de este paso por los tiempos respirables, donde caminamos tras un mañana necesario que aún habiendo sido pensado en el más allá, no forma parte de nuestra memoria hasta que regresamos a enrollar eso mismo que denominamos "vida". Alicia me pide, en realidad me sugiere, un prólogo... pero en esta historia, soy un convidado que prefiere dejar paso a su introducción... Arroyo Barú es importante en los ángulos de esta roca, pero Don Eloy Abatilli (así se llama el personaje de esta historia), forma parte de ese paisaje, y por ende también es parte de otro de los ángulos de una misma piedra. Los que quedamos de este lado (por un rato no más) asumimos que ciertas personas son más personas que otras, pero ello depende de las esencias de cada quién, una esencia que se torna "esencial" cuando el alma coincide con su arquetipo espiritual... es por ello que siempre hago foco en los ancestros y sus legados. Alicia dice: "Muchos años atrás, la familia (Abatilli) encontró dentro de una caja un manuscrito y varias hojas sueltas. En ellos descubrimos reflexiones, frases, recuerdos escritos por nuestro padre. Más intangible, pero no menos eficaz es la experiencia de quienes compartimos momentos con él...", y claro, en el recuerdo quedan ecos de dichos momentos, miradas, palabras, sonidos, sabores compartidos, fragancias, risas, lágrimas... pero sucede que Arroyo Barú cumple cien años, y Pablo Eloy Abatilli (sí, el de la historia) ya no está aquí para acompañar el momento que transitan sus hijos. Así debe ser. Somos sombra de lo que sembramos, así como somos huella de lo que recogemos, o incluso es recogido por otros. Nuestro paso tiene significancia ya que, aún cuando exista controversia de convicciones, emana vapores que más tarde o más temprano "alguien" recogerá, entenderá, comprenderá, a los que les conferirá valor, y les dará nueva entidad, incluso dando sentido a contrasentidos que dieron lugar a contrariedades. Rara la vida del hombre en su tiempo, tan rara como su paso al estado de espíritu, el regreso a la verdadera vida. El gringo Eloy se dijo a sí mismo: "Ninguna constelación es lejana cuando se busca la verdad"... y ya con eso, podría decirse que estamos completos...
Eloy Abatilli escribió: "muchas veces busco una respuesta a esta pregunta, ¿cuál será el destino de este manuscrito?, ¿uno entre tantos o esta vez será para enarbolar la bandera de libertad?, ¿quedará en mí o quizás trascienda estas paredes y crezca al ser compartido?... los humanos no lo saben, pero huella y sombra son testimonio de gracia y destino. Lo que se escribe en el libro de la vida (destino), para luego ser establecido como brote en el árbol de la vida (gracia), deben ser honrados con el paso y su sombra, indefectiblemente, ya que ése es el sentido que debemos dar a aquello que recibimos por gracia divina (vida). Debemos justificar nuestra presencia, haciendo culto a las convicciones que nos acompañan. Si no guardamos fe en ellas (convicciones) no somos nada, porque el hombre es altar de su propia alma y templo de su propio espíritu. No debemos estar donde nuestra presencia no se merece, pero al mismo tiempo, debemos ser cultores de ella... de allí que la paz que portamos forme parte de nuestro paso, como así también del legado que deja nuestra sombra. Si la paz no se acepta, no se entiende, se desprecia, alcanzará con sacudirte los pies en la siguiente plaza, y aquello que hayas dejado regresara a ti a buen resguardo. En este punto debo decirte que hay un puente entre Eloy y yo, lo he visto mucho antes que se manifestara, no hemos coincidido en los tiempos, tampoco en los espacios, al menos no en el aquí, pero sí en el allá y por eso, sólo por eso, quiero contarte esta historia. Déjame que te lleve por ella, cuando termine verás que alguna semilla quedará en tu costal, y ello habrá valido la pena el esfuerzo de pasar por estas letras que contienen un centenario de afectos, es decir, siendo fuente de recuerdos, quiero ofrecerte este "aljibe" para que veas cómo se reflejan los sentimientos. Te dejo un abrazo, mañana seguiremos andando este relato, propio de ángeles y sus tratos. Agosto 07, 2011.=
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