Y se hizo la luz - 26.08.2011 - lanacion.com : Arte / Muestras
Y se hizo la luz
El estadounidense Jim Campbell exhibe en el Espacio Fundación Telefónica un fascinante compendio debelleza, misterio y recursos
Por Diana Fernandez Irusta | LA NACION
Reloj digital, 1991. Foto: FOTOS: GENTILEZA FUNDACIÓN TELEFÓNICA
El de Jim Campbell es un universo de complejidad cierta pero en absoluto vociferante; arte electrónico con amable rostro low tech , elaboradas reflexiones sobre la percepción humana en las que el entramado de LED, monitores y circuitos se transmuta en una delicada poética de lo mínimo.
"Muchas de mis obras parten de experimentos con la percepción. Cuando comienzo a trabajar con ellas, no siempre sé si van a funcionar como obras de arte, si lograrán generar alguna conexión con la gente", comenta el artista, de paso por Buenos Aires, donde participó de la inauguración de Tiempo estático , muestra que recorre sus últimos 20 años de trabajo y puede visitarse actualmente en el Espacio Fundación Telefónica. Además, el estadounidense, considerado un pionero en el uso expresivo de los LED, integró el jurado de la edición 2011 de los premios Mamba-Fundación Telefónica Arte y Nuevas Tecnologías.
Formado en Ingeniería Eléctrica y Matemática en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Campbell explora, en la instalación Marcos de referencia , el principio físico que indica que la perspectiva del mundo varía de acuerdo con la posición en que se encuentre el observador, sumergiendo a éste en el punto de vista de un? clavo.
Menos lúdica, Reloj digital , al profundizar en el registro sobre lo temporal, gana en misterio y sugerencia. La precisa articulación de dos videocámaras y un monitor de retroproyección "atrapa" al espectador -o, más bien, a su imagen ralentizada- dentro de una obra que oscila entre ofrecerse como espejo fantasmal o singular referencia a la fractura entre el tiempo de lo analógico y el de lo digital.
En el otro extremo, y debido tanto a su tamaño como a su textura visual, obras del tipo de Un fuego, una autopista y un paseo o Pelea ofrecen la fugaz ilusión de una tela de pequeño formato. Pero, en lugar de evanescentes "óleos" abstractos, se observan refinadas estructuras conformadas por LED, fruto de indagaciones sobre los efectos de la luz a partir de otra de las obsesiones de Campbell: las imágenes en baja resolución.
En esta línea, el autor parte de videos caseros (algunos son de 1950) en los que se preocupa, particularmente, por el registro del movimiento. Como el destilado de una fragancia, lo que finalmente se traduce en los LED es algo así como el grado cero de la ilusión óptica del movimiento: no hay rostros, edades, vestimentas o contexto. Sólo la huella de algo que alguna vez fue, discretamente aludida, ahora, por un conglomerado de píxeles.
Aunque más escultórica, Vista explotada insiste en las tramas lumínicas. En este caso, a partir de una impactante estructura cúbica conformada por hileras de LED suspendidos por cables. La abstracción de los juegos de luz se transforma en marca figurativa a medida que el observador se aleja de la obra. Campbell desarrolla así un paradójico dispositivo sensorial que fascina en la misma medida en que procura desmontar algo de ese efecto hipnótico para reflexionar sobre lo perceptivo como resultado de una construcción.
Una línea de trabajo tan marcada por lo temporal y los enigmas perceptivos tenía que derivar en obras relacionadas con la memoria. De eso se tratan Retrato de mi padre y Foto de mi madre , obras conmovedoras, más allá de estar inscriptas en una aséptica exploración sobre la analogía entre la memoria humana y la memoria informática.
En la primera, una foto digitalizada del padre del artista aparece y se esfuma de manera intermitente, al ritmo de los latidos de un corazón. En la segunda ocurre algo similar, pero lo que se escucha es una respiración. Imágenes y sonidos, preservados digitalmente, son capaces de evocar, capturar incluso, un instante del continuo temporal que atraviesa todo lo vivo. Pero no sin la misma cuota de carencia, parcialidad y persistente sensación de arena que se escurre entre los dedos, que irremediablemente acompaña a la memoria humana.
"¿Qué queda de la memoria, sin un relato que la sostenga?", parecen preguntar estos objetos. "Sólo el enigma", podría pensarse que les responde la obra Nunca he leído la Biblia , en la cual la memoria es un texto bíblico, susurrado a razón de una letra por vez.
Lo espiritual en el arte
Además de estudiar Ingeniería Eléctrica y Matemática en el MIT, Jim Campbell (Chicago, Estados Unidos, 1956) se dedicó al cine antes de abocarse a las artes electrónicas. De allí, seguramente, nació su interés por los misterios de la imagen en movimiento, la temporalidad y la percepción, que ha redundado en piezas que hoy integran las colecciones de los museos MET y MoMA de Nueva York y el Smithsonian de Washington D.C, entre otros.
De estilo cálido y sencillo, durante la inauguración de su muestra en Buenos Aires no dudó en mencionar a su mujer como una de sus principales fuentes de consulta cuando le surgen dudas acerca de la realización o -ese tema crucial- la finalización de una obra. Luego, continuó la charla con adn vía correo electrónico.
-En sus obras la delicadeza formal nunca se ve oscurecida por el soporte técnico. ¿Esto se debe a alguna búsqueda en particular?
-A veces, cuando miro mi trabajo, siento que tengo suerte al ser también un ingeniero eléctrico. Mi formación técnica me permite tener una relación intuitiva con el medio electrónico. Esto también significa que la tecnología no me fascina ni me obnubila, de modo que puedo focalizar en otras cosas y poner los recursos tecnológicos en la periferia. Así que ya ves, finalmente es una cuestión de suerte.
-¿Cree que arte, tecnología y ciencia tendrían que dialogar más entre sí?
-Absolutamente. La polinización cruzada entre estos campos puede ser muy inspiradora para todos. Sin embargo, también creo que estos diálogos tendrían que tener más que ver con ideas que con procesos o métodos u objetivos. Los ingenieros diseñan, los científicos buscan respuestas probables y los artistas formulan preguntas imposibles de responder. Cuando percibo una obra que ha sido "diseñada" o posee una "respuesta", usualmente encuentro que no tiene alma. Y esto es algo común en el arte multimedia. En otras palabras, creo que los aspectos lógicos de nuestra mente son diferentes de los aspectos espirituales o intuitivos, y son estos últimos aspectos los que hacen buen arte.
Ficha. Tiempo estático. Jim Campbell: 20 años de arte electrónico , en Espacio Fundación Telefónica (Arenales 1540), hasta el 1 de octubre.
- Enviado mediante la barra Google
el dispensador dice: antes que los relojes se fabricaran y vendieran por 2 pesos, esto es cuando en verdad eran lo que debían ser, convocaban reflejos de quienes les pasaban por delante, captando inmediatamente realidades impensadas que permanecían registradas hasta que sus péndulos y engranajes dejaban de girar por esos extraños artilugios del tiempo roto. Un tiempo que no existe pero que el ser humano ha hecho suyo para medir su existencia efímera, limitada al paso de una grano de arena a través de una abrupta obstrucción en una doble campana de vidrio... o bien corriendo tras un tic tac de esos que ya no se ven ni se escuchan, porque se han ido extinguiendo junto con la abuela. Hoy, todo es electrónico, tanto que las PCs marcan el tiempo que pasas frente a su pantalla, recordándote que cada vez que tu huella no queda registrada en parte alguna, eres menos que aquellos que aún tienen algún espacio social para defender de vaya a saber qué conflicto... hubo un tiempo donde las aulas contenían lapsos que eran marcados por los tañidos de campanas, las que a su vez dependían de relojes nacidos de la ingeniería suiza, siempre escondidos en direcciones alejadas del vulgo, a efectos de demostrar que quién poseía el reloj, dominaba el tiempo de los mortales, seres menores que debían enseñar o aprender, según sus roles... pero los apuros y sus urgencias, y hasta sus otras emergencias, fueron quebrando las horas [diría mi amigo José Ramón Santana Vázquez] hasta depreciar la educación, lo suficiente como para desmerecerla y dejarla carente de luces, aunque sí con muchas sombras... hoy, las aulas contienen a almas desesperadas que no encuentran brújula para sus mañanas necesarios, no tienen horizonte y por consecuencia de ello, el paisaje de sus vidas es algo semejante a un tormento de incertidumbres... nada distinto cursan los profesores que están atrapados al modo de Prometeos sin cadenas, viendo como los estados les comen los hígados y como sus instituciones descreen de las motivaciones y por ende exterminan la didáctica... apenas si encuentras convergencias en los jardines de infantes, luego todo se transforma en una selva de desintereses y de qué me importas... las aulas han perdido el sentido genuino de los compañerismos, han perdido esa magia de jugar a aprender y superar el trance para ser mejores, han perdido el instrumento astronómico que marcaba el norte de los contenidos... y es así que las horas están definitivamente rotas hasta que otra humanidad descubra sus esencias... no sólo las horas están rotas, también lo están los puentes que unían a las personas, dentro y fuera de las aulas... pero no hay conocimiento sin tiza ni pizarrón. El dominio de los borradores pretende limpiar el pasado de sus contenidos de historias, ¿qué pasará ahora que las madres ya no cuentan las historias familiares a sus hijos?... ¿qué pasará ahora que las abuelas no tienen acceso a contar sus historias de vida a los nietos?... la tradición oral, más importante que cualquier otra, se ha extinguido y sus contenidos son entelequias que flotan en el ideario colectivo de las inconsciencias sociales. Esas que regresan cada tanto a iluminar a algunos elegidos que se caen de los moldes. Las escuelas están vacías porque en estos tiempos de carencia de prioridades, las almas que asisten a ellas están perdidas de sus propios contenidos, por ende es una comunión de soledades donde el tiempo se gasta a la espera del llamado final de cada día, ése mismo que señala que mañana será otro día, quizás tan tedioso como hoy... curiosamente, ya no hay relojes que contengan reflejos de sus contornos... ¿cuánto pierde el hombre cada vez que avanza hacia la incertidumbre?... ¿cuánto pierde la humanidad cada vez que arrasa con los afectos?... La escuela era creadora de puentes hacia la vida... hoy contiene frustraciones de personas que saben que más allá de sus puertas sólo hay dudas, pesares en los rostros de los prójimos que deambulan por la vida en busca de un destino. En las aulas se respiraban nidos de paz y vaya si los había... hoy la paz es una utopía sin paloma, donde el espíritu santo ha tomado distancia de un mundo de perplejidades que no reconoce la importancia angular del mañana necesario, ese que aún no siendo vivido, guarda la esperanza de ser distinto, mejor, insuperable. La Tierra carece de "momentos" donde el ser humano se siente pleno... los apuros "apuran" la vida, y esta en vez de ser transcurridas, simplemente se gastan... aquellas aulas guardaban el sentido de la palabra y la letra, algo que se está extinguiendo de tanto teclear. Los hombres pasamos dos umbrales, uno para venir y otro para partir... me pregunto, qué será de aquellos que nacieron sin descubrir que han llegado... me pregunto, qué será de aquellos que partieron sin darse cuenta que vinieron a vivir... Cuando el reloj se quiebra, la humanidad se queda sin tiempo, y cuando ello sucede... la vida es frustrante... no obstante, el mundo de las ideas guarda siempre su fuente de inspiraciones para los tiempos por venir, y seguramente el que lo haga (tiempo), se encontrará con humanos dispuestos a hacer culto de sus dignidades, comprobando que las esencias ni se compran ni se venden, tampoco se regalan, porque forman parte de la "gracia" de nacer, ese vehículo que habilita a los dones que hacen las veces de llaves de los talentos. Agosto 26, 2011.-
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