jueves, 12 de diciembre de 2013

de VILLA CELINA a DORMAGEN || De Mogadiscio a Lampedusa, teatro para la atleta que quiso seguir entrenando >> África no es un país >> Blogs Internacional EL PAÍS

De Mogadiscio a Lampedusa, teatro para la atleta que quiso seguir entrenando >> África no es un país >> Blogs Internacional EL PAÍS

África no es un país


"Salvo por el nombre geográfico, África no existe", decía Ryszard Kapucinski. Y sí, desde Europa, acostumbramos a simplificar su realidad hasta hacerla una y pobre, catastrófica y dependiente. Pero África es un continente: 55 países, mil millones de personas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas... África heterogénea y rica contada desde allí y desde aquí. Un blog coral creado y coordinado por Lola Huete Machado.

Lola Huete Machado

De Mogadiscio a Lampedusa, teatro para la atleta que quiso seguir entrenando

Por: | 11 de diciembre de 2013
Por Analía Iglesias
1345458747_750600_1345474287_noticia_normal"Es un homenaje a todas las personas que se la juegan y que, sin saber qué hay del otro lado, traen su alegría", dice la actriz Dnoé Lamiss. Hablamos de La increíble historia de la chica que llegó la última, la pieza de Carla Guimarães, con puesta de María Folguera y el protagónico de Anahí Beholi, inspirada en la vida de la entusiasta atleta olímpica somalí Samia Yusuf Omar (1991-2012) y en su muerte: la joven murió ahogada a las puertas de Lampedusa, intentando llegar a Europa.
La obra se estrena mañana jueves 12 de diciembre en la Sala Cuarta Pared, de Madrid.
En un alto del ensayo, Dnoé, conocida rapera de origen guineano que aquí interpreta a la hermana de Samia, insiste en la imagen: "Las personas que cruzan el mar besan el suelo cuando llegan... están alegres, porque los negros no sabemos llorar". Y la voz se le quiebra en la contradicción de llorar y decir que no se llora.

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¿Cómo se lleva una tragedia semejante al teatro sin llorar ni querer 'dar penita', así, con esa suerte de morbo distante al que estamos acostumbrados?
La directora María Folguera explica que, justamente, desde el principio huyeron de explotar esa imagen de lo africano como paisaje pobre y del supuesto realismo del drama ajeno: "No hay un enfoque desde la otredad. Samia quiere seguir entrenando y no puede hacerlo en Mogadiscio. Tiene un sueño y busca la manera de realizarlo. Si estuviéramos en esa circunstancia, haríamos lo mismo que ella, ¿verdad? Esa es la clave, la identificación".
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Samia había competido en Pekín 2008, a los 17 años, y llegó la última en una carrera en la que sus vigorosas compañeras, entre ellas una jamaicana y una rusa, le sacaron casi diez segundos de ventaja. A su retorno, Mogadiscio era la misma, la de calles agujereadas y hostiles de Guerra Civil, la ciudad de las amenazas (sobre todo contra las "mujeres corruptas") y, de nuevo, los pozos con zapatillas poco competitivas. Por eso decidió seguir a su entrenador etíope con una imagen en mente: la de Mo Farah, un compatriota suyo, campeón olímpico y (quizá por ello) nacionalizado inglés.
Ilusionada fortaleza de piernas veloces para cruzar medio continente, a lo largo de dos años, y finalmente, desde Libia, embarcar a Italia, en un cayuco que naufragó en 2012, casi simultáneamente con la algarabía del comienzo de los Juegos Olímpicos de Londres, los que siguieron a los de su definitoria experiencia en Pekín.
"Quiero que me aplaudan por ganar. Lo prefiero a que me aplaudan porque vean que necesito apoyo, pese a que me hizo feliz", había declarado Samia, recordando el aliento de los miles de aficionados que la vitorearon en el estadio chino para que alcanzara la meta. Unos efímeros pero rutilantes metros que se vieron en las televisiones de todo el mundo. Sin saberlo, la chica que llegó la última parecía estar citando al pensador libanés Amin Maalouf: "encerrarse en una mentalidad de agredido es para la víctima aún más devastador que la propia agresión". Sin apoyo, en su caso, deportivo, la patera siempre es una opción (incluso para aquellos a quienes han devuelto una, dos o tres veces).
"¿A quién pertenece el mundo? -se preguntaba Maalouf en Identidades asesinas- A ninguna raza en particular, a ninguna nación en particular. Pertenece, más que en otros momentos de la Historia, a todos los que quieren hacerse un sitio en él. Pertenece a todos los que tratan de aprenderse la nuevas reglas del juego -por desconcertantes que sean- para utilizarlas en su provecho".
Ni África ni el mar ni esta obra teatral son una competencia para medir quién tiene la peor historia, quién es más víctima, aclaran una y otra vez los integrantes del elenco de 'La chica que llegó la última'. Por eso, en esta historia de una mujer que lucha por cumplir un sueño se permiten licencias francamente graciosas, como la alusión al amuleto que supuestamente ha traído Samia desde Pekín, el Libro Rojo de Mao, y que la acompaña en la esperanza y en el naufragio.
El guión de la pieza es de Carla Guimarães, una brasileña con piel de emigrante (un dato nada menor) que resultó becada en el Laboratorio de la Cuarta Pared, en el que se trabajaba en proyectos que trataran la realidad desde la fantasía. En ese espacio se conocieron con María, que luego pondría en escena aquel experimento por reconstruir el misterio de esos dos años de travesía de Samia y que llegó al Matadero de Madrid, en el marco del festival Fringe, hace unos meses.
"No tenemos por qué completar la postal", enfatiza la directora cuando le proponen que hable de las ONG y de todo el entramado institucional que tenemos en la cabeza cuando oímos "África". O cuando le preguntan que cómo pueden reírse. Este es un sueño en clave de cuento y con mucho humor, como el que desgranan cuando Samia cuenta lo bien que comía en la villa olímpica de Pekín o les habla del compañero sueco, altísimo, fuerte y rubio, que se sentaba junto a ella en aquel comedor. Imposible no reparar en el contagioso brillo de Anahí, la actriz que la encarna, tan expresiva que arranca risas genuinas, ya en el ensayo, mientras pasan algunas escenas.
Con lo fácil que sería construir una moraleja sobre la industria del espectáculo que devora deportistas para el show...
La carrera de Pekín fue definitoria: 'Quiero que me aplaudan por ganar, en lugar de que lo hagan porque necesito apoyo para llegar', dijo después Samia.
En escena hasta el 21 de diciembre. Sala Cuarta Pared. Madrid.
 

 



Sobre los autores

Lola Huete Machado. Redactora de El País y El País Semanal desde 1993, ha publicado reportajes sobre los cinco continentes. Psicóloga y viajera empedernida, aterrizó en Alemania al caer el muro de Berlín y aún así, fue capaz de regresar a España y contarlo. Compartiendo aquello se hizo periodista. Un buen día miró hacia África, y descubrió que lo ignoraba todo. Por la necesidad de saber fundó este blog.
Chema CaballeroChema Caballero. Llegó a África en 1992 y desde entonces su vida giró en torno a sus gentes, su color y olor, sus alegrías y angustias, sus esperanzas y ganas de vivir. Fue misionero javeriano y llevó a cabo programas de educación y recuperación de niñ@s soldado en Sierra Leona durante dos décadas, que fueron modelo.
José NaranjoJosé Naranjo. Freelance residente en Dakar desde 2011. Viajó al continente para profundizar en el fenómeno de las migraciones, del que ha escrito dos libros, 'Cayucos' (2006) y 'Los Invisibles de Kolda' (2009), que le llevaron a Marruecos, Malí, Mauritania, Argelia, Gambia, Cabo Verde y Senegal, donde aterrizó finalmente. Le apasiona la energía que desprende África.
Ángeles JuradoÁngeles Jurado. Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.
Chido OnumahChido Onumah. Reputado escritor y periodista nigeriano. Trabaja como tal en su país y en Ghana, Canadá e India. Está involucrado desde hace una década en formar a periodistas y mejorar el conocimiento y uso de los medios de comunicación en África. Es coordinador del centro panafricano AFRICMIl (en Abuja), enfocado en la educación mediática de los más jóvenes. Su último libro se titula 'Time to Reclaim Nigeria' (Essays 2001-2011).
Akua DjanieAkua Djanie. Así se hace llamar como escritora. Pero en televisión o en radio es Blakofe. Con más de tres lustros de carrera profesional, Akua es uno de los nombres sonados en los medios de su país. Residente en Reino Unido, fue en 1995, en uno de sus viajes a Ghana, cuando llegó su triunfo televisivo. Hoy vive y trabaja entre ambos países. La puedes encontrar en su página, Blakofe; en la revista New African, en Youtube aquí o aquí...
 
 
el dispensador dice: la vida es rara, sí es rara, pero interesante... es bueno andarla en silencio, observando, contemplando, reflexionando, porque cuando uno menos lo espera, algo se te cruza y de pronto "sinapsis"... "empatía"... "alegría"... estoy muy de acuerdo con esto de que África no es un país... porque en verdad, después de haber dado varias veces la vuelta al mundo, he caído en la cuenta que no existen los países sino las gentes... tampoco los continentes sino las gentes... mucho menos las islas sino las gentes...
esto de Mogadiscio a Lampedusa me trajo recuerdos... porque en la vida los vas juntando (recuerdos) mientras respiras, eres sincero contigo mismo, no te engañas ni te mientes, y te ajustas a lo que se te aparece y se traduce en circunstancia...
ya te dije que estuve en África... para mí fue una bendición... mi vida no había sido alegre hasta allí... más aún, no sabía que la alegría existía hasta que caí en Cabo Verde... que crucé el Sahara occidental yendo a parar a Marruecos, pero desde el lado de las arenas... no hace falta reirte de nada ni de nadie para significar la alegría, tampoco es necesario que te cuenten un chiste... la alegría está en el humor que reside en tu alma para asumir tu día... en saber que las cosas son como son a pesar de... y que seguirán siendo lo que tengan que ser a pesar de uno mismo y a pesar de los demás... y si te ríes de ti mismo es mejor... y si lo haces de tu circunstancia, entonces descubrirás que todo vale la pena, aún las mismas penas...
nací en el seno de una familia humilde... muy... de la clase media de los años cuarenta/cincuenta, es decir laburantes a destajo... padre que sabía de fierros y había sido atropellado por la vida de diversas formas... madre que se fue cuando llegué, con lo cual nos cruzamos para decirnos hola/chau... aunque después me dio la oportunidad de conocerla y amarla mediante sueños... allí aprendí que en los sueños también hay alegría, y que ella es parte de una vida que guarda muchos sentidos que se tornan inexplicables aquí en la Tierra... la respirable...
mi madre fue reemplazada por otra madre, segunda, postiza, pero con sabiduría de afectos... como buena árabe libanesa portaba ancestros de arenas y carencias, pero al mismo tiempo, se nutría de una genética mezcla de francesa y siria, compleja pero que la llenaba de sabidurías comunes al oriente educado... hoy podría decirse que tenía dones singulares... pero eso te lo digo ahora, porque por entonces peleábamos en todos los frentes... yo era un renegado... y ella hablaba con sus raros silencios y sus extrañas miradas...
como sea, tuve dos madres... un privilegio...
la vida nos llevó juntos por varios desfiladeros, y uno de ellos se tradujo en nuestra presencia en Villa Celina, un área marginal del otro lado de la Capital Federal (hoy CABA), cruzando la avenida General Paz del lado de la Provincia de Buenos Aires, no en el barrio sino en el campo abierto... barrio de laburantes... barrio de gentes tratando de acomodar destinos... así es que mi vida de niño se debatía entre Villa Celina... Villa Lugano... y Mataderos... todos barrios contiguos... motivos mediantes... casa, escuela, taller, etc.
la misma vida que nos juntó nos separó, porque así es la vida... te amucha y te dispersa... y nada puedes hacer para evitarlo, porque cada quien viene pegado a un destino implacable que debe ser cumplido a rajatabla de una voluntad tan superior como la tuya...
siempre me dejé llevar y aprendí que eso es bueno...
cuando me opuse al destino, lo terminé padeciendo...
nadie podía decir en aquellos años del cincuenta y los sesenta que la vida iba a hacer magia y que yo, humilde anónimo y mortal, iba a terminar yendo a parar a Alemania... y a un montón de lugares a los que no hubiese podido ir por mi mismo, porque debo confesarte que soy "pobre por convicción", rico de alma y de espíritu, pero liberado de los lastres de la Tierra y del modelo humano que te encadena a todo aquello que no te podrás llevar...
creo en el conocimiento y en el valor agregado del conocimiento, nada más...
no creo en los bienes (que los tuve)... tampoco en los dineros...
había estudiado siete años de inglés, pero tenía deficiencia de entendimiento por falta de sintonía fonética en los oídos... luego tuve que aprender alemán de urgencia, porque me empujaban las circunstancias, y me salvaron tres años de latín y un poco de griego, que me permitieron entender lo que de otra forma me hubiese costado diez veces más... también se me venía pegando el portugés... y otras lenguas se me fueron pegando por añadidura gracias a los oficios de una gran amigo del alma, Ricardo Mello Vargas, que sabía de dialectos nativos americanos lo que nadie más sabía... y tenía llaves prodigiosas para conectar foneticismos...
la vida me fue enseñando a andarla... me explicó que no hay escuela ni universidad y que cada quien aprende lo que aprende y entiende lo que entiende... gracia de vida, don concedido y talento correspondido mediante...
a veces caminaba, las más... otras andaba al trote... y unas pocas corría... pero más me gustaba caminarla... apreciarla... admirar el paisaje... amarla...
aprendí que llegar último no era para frustrarse...
aprendí que perder no siempre era sinónimo de perder...
aprendí que ganar no siempre era sinónimo de ganar...
y aprendí que amar era lo que te habilitaba a pertenecer...
venía andando lento...
y un día, así como así, la vida hizo un giro inesperado que me colocó en un lugar impensado... y fui a parar al "mundo"... sin darme cuenta...
siempre me gustó el perfil bajo y el pasar desapercibido...
como te dije, siempre fui pobre por convicción... entendí tempranamente que de aquí sólo te llevas los afectos... que te pesan las palabras versus tus intenciones... y que el paraíso o el infierno, están en tu alma y punto... me quedé con el paraíso porque necesito horizonte para respirar... y además necesito "paz" para transitar la vida... luego, siempre preferí dar... tanto que me olvidé de recibir... claro, muchas veces me crucé con gentes acostumbradas a depredar, así es que también aprendí a distinguir a los dinosaurios de entre los humanos...
aprendí a oler las mentiras y las traiciones, antes que tengan lugar...
cuando llegué por primera vez a Alemania, el Muro estaba en pié... pero debo decirte que me sentí como si fuese alemán... rara sensación, extraño sentimiento... amé a Alemania como si mi memoria del karma me estuviese indicando que pertenecía a allí... y curiosamente, me sentí amado por los alemanes, cosa rara, pero real y contundente... el karma existe y se revela como tal...
a decir verdad, me sentí persona... por primera vez... por única vez...
antes era nadie y después, también... para nada malo... por el contrario... pero mi alegría afloraba cuando cruzaba el umbral de mi casa hacia afuera... adentro era necesario el silencio y la prudencia para sobrevivir a esas mentiras que hacen de los humanos seres ridículos... que dan por cierto que el otro cree que debe ser esclavo... que dan por cierto que el otro debe ser felpudo de pies ajenos...
anduve mucho por Alemania... por toda Alemania... en particular en Dormagen/Leverkusen/Neuss... pero ¿qué decirte?... logré respirar en Alemania... sentirme vivo... alegre...
eso me facilitó el ser alegre en otros suelos, respirando otros aires, bebiendo otras aguas, quemándome con otros fuegos...
eso me facilitó comprender que no es bueno echar culpas a los otros, ni tampoco reclamarles... algo que aprendí en el África... "no hay nada que reclamar"... la vida nos impone circunstancias de las que nos debemos llevar lo mejor, nada más...
hoy... 12 de diciembre de 2013, podría decirte que llegué último... pero no me siento frustrado, por el contrario, me siento revelado y elegido...
nunca pude ser atleta... tal vez sí ejercité las neuronas lo suficiente como para optimizar las comprensiones y sus sinapsis... y cuando lo hice descubrí que no era bueno correr, que había que caminar... y caminando llegué hasta aquí... siempre tomado de la mano de mi ángel y escuchando a mi consciencia... es decir, no nací ni salí de Mogadiscio, como tampoco llegué a Lampedusa... pero existen raros paralelismos casi Plutarquianos...
no me queda mucho por andar,
no me queda nada por correr,
miro a los ojos de mi nieta postiza Sofía Antonella, de nueve añitos... ella se ilumina cuando la miro, y hago lo propio cuando me mira...  y me digo a mi mismo... ahora es tu turno...
pero ella aún no lo descubre...
ella tiene alegría en el alma... eso la salvará.
DICIEMBRE 12, 2013.-



 

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