domingo, 29 de diciembre de 2013

MAPA DEL ALMA ▲ Ptolomeo en la era de Google Maps | Cultura | EL PAÍS

Ptolomeo en la era de Google Maps | Cultura | EL PAÍS


Ptolomeo en la era de Google Maps

Varios libros coinciden en destacar la importancia de los mapas en la forja de

las sociedades contemporáneas y repasan 2.000 años de leyendas cartográficas


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Mapa del mundo de Ptolomeo de 1482.

Al principio, un estudioso en la biblioteca de Alejandría, un siglo después de Cristo. Al final, de momento, usted, o más bien esa luz parpadeante que le representa en una pantalla. Y en medio, entre el primer geógrafo moderno —Ptolomeo— y la aplicación de Google Maps en los móviles inteligentes, la historia de los mapas: dos milenios de aventuras, verdades y mentiras que matan. A ella, y a su importancia, están dedicados dos libros de publicación reciente que devuelven la geografía a los focos (y a los que se podría sumar un tercero: Historia de las tierras y los lugares legendarios, de Umberto Eco). En el mapa (Taurus), de Simon Garfield, tira de anecdotario e historiografía para narrar, fiel a su subtítulo, “cómo el mundo adquirió su aspecto”. Mientras tanto, La venganza de la geografía (RBA), de Robert D. Kaplan, ahonda en la relevancia de los asuntos geográficos para las crisis políticas y económicas.
“Casi 2.000 años después todavía hacemos mapas. Para no perdernos y porque queremos descubrir cosas nuevas. La ambición y el intento de exactitud son los mismos que entonces”, asegura Garfield por teléfono desde Londres. Y desde Nueva York, Kaplan declara a este periódico: “El hecho de que podamos comunicarnos por correo electrónico no significa que vivamos en el mismo mundo. Cuando se ven las disputas, te das cuenta de que las montañas, los valles, todo importa”.
Desde su despacho en la Universidad Autónoma, José Antonio Rodríguez Esteban se muestra de acuerdo. A sus espaldas, cómo no, un mapa del mundo. “Son objetos sugerentes. Los miras y te despiertan imaginación, inquietudes, incluso sentimientos”, defiende este profesor de Geografía y miembro de la junta directiva de la Sociedad Geográfica Española.
En efecto, detrás de las actuales representaciones del planeta, y de sus antecesoras, hay viajes y leyendas, muchas leyendas. Si sabemos que en el Polo Norte ni hay pigmeos, ni un volcán “negrísimo” —Mercatordixit, en el siglo XVI—, es porque marineros, científicos y exploradores dejaron un día su tierra para descubrir cómo era el más allá. Por sed de conocimiento, algunos. Por hambre de poder, otros.

A veces encontraron ambas cosas. Y en ocasiones, solo el abismo. Como los 644 tripulantes del barco español San Telmo, “uno de los episodios más trágicos de la historia de las exploraciones”, según Eduardo Martínez de Pisón, catedrático emérito de Geografía, alpinista y autor de libros como Más allá del Everest. En 1819 el navío recorría el paso de Drake cuando una tormenta le arrastró hasta la isla antártica de Livingston. Jamás volvió a zarpar. “Un año después, un capitán británico encontró los maderámenes del navío y, según una costumbre marinera, los cogió para hacer con ellos su ataúd”, recuerda Martínez de Pisón. Esa es al menos la hipótesis más aceptada, porque el destino del barco sigue envuelto en el misterio.
En realidad, las dudas permanecen hasta en los mapas de hoy en día. Pese a satélites y siglos de avances, hay cimas en China, o la del monte Shahdagh, en Azerbayán, vírgenes a la presencia humana. “Al parecer la subida ha de hacerse por unas cascadas de 100 metros de caída y esperar al invierno para encontrarlas heladas”, relata Rodríguez Esteban sobre la segunda. Se trata, eso sí, de excepciones, ya que la aplastante mayoría del planeta ha sido cartografiada.

Distinto es también el empleo que se da a los mapas. “Al principio, eran un ejercicio académico. Solo los ricos los usaban en un sentido práctico: un príncipe podía colgarlo en una pared para presumir de lo que poseía o conocía”, aclara Garfield. De los salones reales los mapas acabarían pasando a los dormitorios de los niños y los vagones del metro.
En el de Londres, en concreto, cuelga uno de los favoritos de Garfield: “Es a la vez exacto y equivocado. Todo parece a la misma distancia, pero hay viajes que duran un parpadeo y otros, 45 minutos. Si intentaras caminar bajo tierra siguiéndolo te perderías”.
Al fin y al cabo, engaños y errores siempre han tenido protagonismo en esta historia. Baste recordar a James Rennell, el cartógrafo que en 1798 inventó de la nada la cordillera africana de Kong. También, y durante décadas, California fue una isla, al igual que Frislandia, tierra fantasma que aparecía en los mapas entre Reino Unido e Islandia.
Las equivocaciones siguen existiendo, aunque la tecnología digital se propone acabar con ellas. “Los centros cartográficos están recurriendo a las correcciones de la gente”, relata Rodríguez Esteban. Podría ser uno de los próximos retos, junto con los mapas del universo o quién sabe qué. “Nadie predijo hace 15 años la transformación digital actual, así que es difícil prever qué pasará en otra quincena”, imagina Garfield. Es el mapa del futuro: no puede haber exactitud.
'A New Yorker's View of the World', de Saul Steinberg.

el dispensador anota al margen ► Claudio Ptolomeo (Ptolemaida, Tebaida, c. 100  Cánope, c. 170) fue un astrónomo, astrólogo, químico, geógrafo y matemático greco-egipcio.
Llamado comúnmente en español Ptolomeo o Tolomeo, su nombre en griego es Κλαύδιος Πτολεμαῖος (Klaudios Ptolemaios) y, en latín, Claudius Ptolomaeus.
Nació en el año 100 d.C. Falleció el año 170 d.C. a los 70 años. Klaudios Ptolemaios fue su nombre en griego. Vivió y trabajó en Egipto (se cree que en la famosa Biblioteca de Alejandría), donde destacó entre los años 127 y 145 d.C. Fue astrólogo y astrónomo, actividades que en esa época estaban íntimamente ligadas; también geógrafo y matemático. Divulgador de la ciencia astronómica de la Antigüedad, se dedicó a la observación astronómica en Alejandría en época de los emperadores Adriano y Antonino Pío.

el dispensador dice: es curioso ver cómo se va tergiversando la historia, a la que se van añadiendo conceptos medievales oscurantistas, comunes a las lógicas negadas y a las otras obviadas, comunes a las filosofías despreciadas y a las éticas burladas, para luego, inmediatamente, hablar de los valores y de la consciencia en el alma... pero como siempre asevero, la historia no es como se la cuenta, mucho menos si es oficial... los egipcios, entre otros, sabían de los mapas del alma, de los mapas del espíritu, de los mapas de la vida, pero más aún sabían y mucho de los mapas de la muerte, por ende conocían los mapas de las auras, los mapas de las geometrías paralelas, simultáneas y en planos invisibles al ojo humano, así como sabían de la memoria del karma... desde luego, alguien, algunos, pocos, muchos, se ocuparon en evaporar todo aquello que incomodara al criterio medieval... escribiendo, o mejor dicho, re-escribiendo la historia que les venía como anillo al dedo...
así como hay una geografía traducida a mapas... había un texto extendido en muchos volúmenes, allá en Alejandría y similares, donde se describía el mapa del alma y sus cursos, asumiendo que cada alma tenía su mapa, el que a su vez era comprendido por un mayor mayor que contenía a todas las almas en sus tránsitos respirables y no respirables... algo así como una compleja red de tráfico espiritual donde se cruzaban las circunstancias y sus hechos, las intenciones y los dichos, las obras y sus restos, para inmediatamente reconocer a los motores del mundo de las ideas, del otro mundo de los pensamientos, sus gracias, sus dones y sus talentos... tema complejo, pero prioritario para aquellos tiempos donde moraban otros valores, otros conceptos y otros criterios...
dicho texto y sus capítulos extensos, describían cómo descendían las almas hacia los vientres inquietos... como tomaban entidad, cómo se vinculaban y mezclaban en sus vidas, para luego enfrentar la muerte y sus trechos, espacios donde no hay espacios y donde no mora el tiempo... donde el SOL ni calienta ni ilumina... y donde los espíritus se someten a otro tipo de labores y muy distintos momentos... 
al tener cada alma su memoria... es lo que va escribiendo... es lo que va dejando detrás de cada tiempo... es lo que va recogiendo en afectos... en odios... y contratiempos... describiendo la liberación, así como las eventuales tragedias y sus pensamientos, los dramas y sus laberintos inciertos, las alegrías y los humores del desierto... para luego, ya muerto, verse abordar la barca que traspone los verdaderos universos, sin espacios y sin tiempos, abocándose a labores que se ubican más allá del pensamiento, que no suenan con el viento, que permanecen fríos a pesar de los infiernos...
todo eso sabían los Ptolomeicos... algo que se ha extraviado en la noche de los humanos tiempos... 
esta humanidad está transitando un desierto, ignorante de los genuinos conocimientos, que permanecen sin ser hallados ni ser descubiertos... esta humanidad se ha quedado sin valores y sus filosofías proceden de lo incierto... el ayer es un peso... el hoy es la deriva... el mañana no existe... se han quebrado los ciclos y las espirales derivan... ¿sabes qué sucede cuando alma no halla cuerpo?... ¿sabes lo que sucede cuando el destino queda pendiente?... ¿sabes qué sucede cuando la gracia no traduce el don?... ¿sabes qué ocurre cuando el don no expresa al talento?... 
de pronto... de tener casa, espacio y tiempo, en un barrio populoso y concurrido... pasas el umbral del espacio tiempo y te encuentras solo en tu propio desierto... en la misma casa, pero sin espacio, pero sin tiempo... atribulado en incertidumbres, soledades, y paradojas entre la intención y la palabra, atados a los pensamientos... 
allí descubres que el mapa del alma, es anterior a Ptolomeo...
DICIEMBRE 29, 2013.-





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