Joaquín Araújo
Naturalista y escritor, Joaquín Araújo reflexiona sobre la belleza amenazada de nuestro pequeño hogar planetario.
Raíces, prodigio olvidado
Subyacer es lo que importa desde el momento en que poco, o nada, miente ahí abajo. Entre otras cosas porque no aparece y, claro, no necesita aparentar. Pensamiento que me alcanza al contemplar algo muy llamativo pero que anhela convertirse en subsuelo, en subyacer. El follaje, que fue airosa y charlatana nube, en lo alto de los seres vivos más altos, ahora es alfombra. Los emboscados ya pisamos lo que antes, nunca, alcanzábamos con las manos. Desplomarse es una de las más bellas tareas y, tantas veces el primer instante de casi todo lo que se yergue. La luz, la lluvia, las hojas del otoño, las emociones caen, sí, pero para levantar a la vida hasta sus más altas cotas.
Además de la sinceridad también la destreza está en lo hondo, en el lado no visible de este mundo. Porque la hojarasca ya está a punto de convertirse en raíz. Y así hemos llegado al prodigioso alambique que destilará a las hojas para que sean lo que ya son. De ahí que me naciera, hace ya mucho tiempo la idea de que nada levanta tanto como las hojas cayendo. Al convertirse en consumidor de sí mismo el árbol despliega la mejor estrategia que conocemos. Lo que las raíces sostienen sostiene a buena parte de lo mejor de este mundo. Porque las raíces son ancla, boca, estómago y alimento. A lo que conviene sumar su atalantadora capacidad de establecer cruciales alianzas con el reino de los hongos. Todo al mismo tiempo para lograr, ahí es nada, que las reencarnaciones a la postre sean reales. El ideal que Píndaro marcó para los humanos - "llegar a ser lo que se es" - lo alcanzan las modestas y desmayadas hojas con la ayuda imprescindible de las raíces. ¡ Tan olvidadas ellas, ya sean reales, ya metafóricas !
Además de la sinceridad también la destreza está en lo hondo, en el lado no visible de este mundo. Porque la hojarasca ya está a punto de convertirse en raíz. Y así hemos llegado al prodigioso alambique que destilará a las hojas para que sean lo que ya son. De ahí que me naciera, hace ya mucho tiempo la idea de que nada levanta tanto como las hojas cayendo. Al convertirse en consumidor de sí mismo el árbol despliega la mejor estrategia que conocemos. Lo que las raíces sostienen sostiene a buena parte de lo mejor de este mundo. Porque las raíces son ancla, boca, estómago y alimento. A lo que conviene sumar su atalantadora capacidad de establecer cruciales alianzas con el reino de los hongos. Todo al mismo tiempo para lograr, ahí es nada, que las reencarnaciones a la postre sean reales. El ideal que Píndaro marcó para los humanos - "llegar a ser lo que se es" - lo alcanzan las modestas y desmayadas hojas con la ayuda imprescindible de las raíces. ¡ Tan olvidadas ellas, ya sean reales, ya metafóricas !
GRACIAS Y QUE LA HOJARASCA OS ATALANTE.
GRACIAS Y QUE LA HOJARASCA OS ATALANTE.
cada ser humano tiene raíces,
no sólo por herencia las tiene,
tiene raíces que lo conectan al aire que respira,
tiene raíces que lo conectan al agua que bebe,
tiene raíces que lo enlazan al suelo que pisa,
tiene raíces que despliega en sus circunstancias,
tiene raíces que lo sostienen desde el paralelo de las almas,
desde luego,
nadie las ve,
nadie las reconoce,
aunque,
algunos privilegiados o elegidos,
las intuyen...
saben que están allí,
que existen,
que hay un "algo" que une y nutre...
cada hoja que pisas,
exhala una química,
y dicha reacción... teje una cadena...
y asimismo,
cada ser humano,
tiene raíces que lo conectan a un espacio,
así como,
tiene raíces que lo conectan a un tiempo,
y cada una de ellas,
guarda un motivo,
relacionado con los significados del destino...
por ello se habla del árbol de la vida...
por ello se habla del libro de la vida...
porque de cada raíz,
nace... brota... otra planta,
que alcanzará su propia circunstancia.
DICIEMBRE 20, 2013.-
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