Zhang Yimou: la linterna roja de la memoria
El director de cine chino Zhang Yimou, representante de la llamada “quinta generación” de cineastas salidos de la Academia de Beijing, ha llenado de esplendor y lirismo el género de espadas y caballeros (武侠, wǔxiá) y lo ha exportado a Occidente.
Sus películas han sido bien recibidas internacionalmente y algunas de ellas han sido nominadas para los Óscar de Hollywood. Semilla de crisantemo (1990) fue la primera de su país en aspirar a un galardón de la academia estadounidense. Y también lo fueron La linterna roja (1991) y La joya de Shanghái (1995). Ninguna de las tres citadas ganó la preciada estatuilla pero sí se alzaron con la victoria en festivales de cine como los de Berlín, Valladolid, Cannes o Venecia.
Del cine a la puesta en escena o la ópera
Pero la personalidad de este meticuloso realizador trasciende los límites de la gran pantalla. El encargo de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Beijing (2008) elevaron su fama internacional. Su puesta en escena de la milenaria historia de China provocó exclamaciones de admiración dentro y fuera del país. El pasado nacional, a través de aquella inolvidable pantalla móvil que discurría sobre el césped del estadio del Nido de Pájaro, mostró lo mejor de la idiosincrasia china. La caligrafía, la música ritual, las artes marciales, los cinco elementos de la naturaleza, la Ruta de la Seda y un largo etcétera se ensamblaron junto a los últimos avances civilizatorios que ha alcanzado un país que también ha conquistado el espacio exterior.
Zhang Yimou también se atrevió con la ópera. Su dirección de escena de Turandot, en la mismísima “Ciudad Prohibida” de Beijing en 1998, bajo la batuta de Zubin Metha, mereció una calurosa acogida y cosechó las mejores críticas. Un éxito que revalidó en 2009 cuando la representó en la capital china, pero esta vez en su lugar más querido, Beijing. Con una versión propia, Giacomo Puccini no pudo finalizarla porque murió antes, Zhang tuvo el acierto de incluir pantallas gigantes para que los más de 60.000 espectadores pudieran seguir y entender el libreto gracias a los subtítulos en chino.
Antes de ser tan famoso se dio a conocer como director de fotografía de la afamada película Tierra Amarilla (1984), de su colega y compañero de promoción Chen Kaige. La intensidad dramática de la vida en la China rural, de la segunda mitad del siglo pasado, queda suavizada por el cromatismo que le confiere su fotografía. Imprime desde la primera imagen un soplo de vida y esperanza a la historia de amor del soldado que busca, entre pueblos perdidos, canciones populares de alegría y se enamora de una joven muchacha. Tras esa primera, y destacada colaboración, emprende una larga filmografía en solitario en la que sobresalen, aparte de las ya citadas, El camino a casa (1999).
Efímero paso por la comedia
Este director, que ha realizado dos películas que en su momento fueron las de mayor presupuesto en China, no solo se ha dedicado a realizar grandes producciones. También ha transitado por la comedia al rodar el remake de la película de los hermanos Coen, Sangre fácil (1984). Su versión, titulada Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos (2009), no recabó buenas críticas pese a que, de nuevo, las imágenes de esta cinta volvieran a sorprender con un vestuario de inacabable colorido con tonos sublimes. Tres años antes, La maldición de la flor dorada, que optó a un Oscar al mejor vestuario, empleó a 40 personas a tiempo completo durante dos meses para confeccionar los centenares de trajes que aparecen en el transcurso de la película. Algunos de ellos pesaban hasta 40 kilos.
Tras el efímero paso por la comedia, Zhang Yimou volvió a retomar el tema costumbrista con la película Amor bajo el espino blanco (2010). Esta propuesta audiovisual, basada en la novela homónima de Ai Mi, cuenta la historia de amor sincera de dos jóvenes. En Las flores de la guerra (2011), sin embargo, firma un drama bélico pero desde una perspectiva femenina, un punto de vista que acompaña siempre la cámara del realizador. Sus mujeres, bien sean guerreras o jóvenes enamoradas, son fuertes y combativas. No acompañan a los papeles masculinos ni complementan sus historias. Ellas mandan, y mucho, en las películas de Zhang.
Su última película, La Gran Muralla (2016), ha vuelto al género wuxia, que ha llegado a los cines de Iberoamérica a comienzos de este año, vuelve a ser la película más cara en la historia de China rodada en su integridad en el país. Es la primera producción que dirige Zhang Yimou íntegramente en inglés y está protagonizada por Matt Damon, Andy Lau y Willem Dafoe. Y, en ella, nuevamente las mujeres cumplen un papel primordial y no son solo acompañantes de los papeles masculinos.
Como de costumbre, sus películas emanan una detallada estética al servicio de una profunda historia que no deja indiferente al espectador.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 40. Volumen I. Enero de 2017.
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