lunes, 16 de octubre de 2017

FRONTERA AL DESPUÉS || La Gran Muralla china: la última frontera de piedra

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La Gran Muralla china: la última frontera de piedra

Revista Instituto Confucio – ConfucioMag

Gran Muralla china




La Gran Muralla china: la última frontera de piedra

La Gran Muralla china es el símbolo más reconocido de China. Recorre más de 7.000 kilómetros desde el mar de Bohai hasta más allá del desierto del Gobi, abarcando en total siete provincias chinas de Este a Oeste. UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1987.

Gran Muralla china


Reportaje de
José Vicente Castelló 
何维柯




Nadie se queda indiferente ante la imponente visión de la Gran Muralla china, desde los que la presencian en vivo en cualquiera de los puntos visitables, hasta los que la contemplan en fotografías y postales soñadas con el deseo de verla algún día. Los hay que se conformarían con poder poner sus pies sobre ella una vez en su vida, como si de una peregrinación se tratara, y los hay que una vez la contemplan, repiten y escalan hasta la más alta de las atalayas. Sea como fuere, amarla no es difícil.

La Gran Muralla (en chino wànlǐ chángchéng 万里长城) serpentea de forma interrumpida entre montañas y valles cual ciempiés a través de más de 7.000 kilómetros desde el mar de Bohai –donde nace literalmente en el Paso Shanhai situado en la playa de la ciudad de Qinhuangdao, provincia de Hebei-, hasta más allá del desierto del Gobi —concretamente en el Paso Jiayu, provincia de Gansu—, abarcando en total siete provincias de este a oeste.
Es, sin lugar a dudas, el símbolo más importante y mundialmente reconocido de China. Políticos y famosos de todo el planeta la han visitado y se han fotografiado a sus pies, no en vano la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la nombró Patrimonio de la Humanidad en 1987 y fue declarada una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo hace tan sólo unos años.
Su importancia estratégica e histórica puede ser comparada únicamente con su relevancia arquitectónica, aunque, al contrario de lo que muchos pudieran pensar, no es visible desde la luna, hecho que corroboró Yang Liwei, primer astronauta chino, cuando realizó un vuelo espacial tripulado en 2003.
Su construcción duró más de dos mil años, empleó a decenas de millones de obreros y comenzó a ser como hoy la conocemos en el 220 a.C. bajo la idea original del emperador Qin Shihuang. Diferentes secciones de fortificaciones ya existentes en dinastías anteriores, pero desperdigadas por la geografía, se fueron juntando progresivamente formando un sistema defensivo unificado para parar las hordas invasoras procedentes del norte –principalmente mongoles-. De hecho, su nombre wànlǐ (de los diez mil li (1)) surgió en ese momento. Se dice que el primer emperador de China reclutó a más de 500.000 obreros para trabajar duro durante diez años y unir las varias secciones ya existentes para convertirlas en una única muralla fortificada.
La construcción, sin embargo, continuó hasta la dinastía Ming (1368-1644), cuando alcanzó su punto álgido, convirtiéndose la Gran Muralla china en la mayor edificación militar del mundo después de haber sido reparada y alargada durante siglos y es la que actualmente se puede visitar. Su importancia estratégica e histórica puede ser comparada únicamente con su relevancia arquitectónica, aunque, al contrario de lo que muchos pudieran pensar, no es visible desde la luna, hecho que corroboró Yang Liwei, primer astronauta chino, cuando realizó un vuelo espacial tripulado en 2003.
A pesar de eso, sólo cuando uno la visita comprende el enorme esfuerzo y el alto coste en vidas que tal magnífica construcción supuso para los antiguos chinos. El sufrimiento de los obreros que trabajaron duramente durante los helados inviernos y los calurosos veranos se volvió legendario. De esta hazaña han nacido diversas leyendas y cuentos que todavía siguen vivos en la mente y en la cultura popular del pueblo chino. La más famosa y conocida es La leyenda de Meng Jiang (2), quien se sacrificó por su marido fallecido durante las obras de la Gran Muralla china y cuyos lamentos y sollozos acabaron por derribar una sección de la misma matando a funcionarios y soldados Qin.
Para levantar la muralla, se aprovechó la propia orografía del terreno y los terraplenes, hechos de piedras, tierra y madera por las sucesivas dinastías, fueron cubiertos por los constructores Ming con ladrillos fortificados. Además, levantaron troneras y almenas para proteger a los arqueros, ensancharon la muralla para que cupieran cinco caballos uno al lado del otro y añadieron numerosas atalayas a lo largo de la misma, lo que aseguraba que cualquier movimiento de los posibles enemigos fuera advertido rápidamente y comunicado al cuartel general.

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