lunes, 28 de mayo de 2018

Patrick deWitt: Gótico, absurdo y genial | Babelia | EL PAÍS

Patrick deWitt: Gótico, absurdo y genial | Babelia | EL PAÍS

NARRATIVA

Gótico, absurdo y genial

Las historias de Patrick deWitt parecen provenir de un espacio exterior en el que reina la libertad sin límite

Gótico, absurdo y genial

Podría decirse que el una vez finalista del Man Booker Patrick deWitt (Vancouver, 1975) es una rara, rarísima y extraordinaria avis en lo que a literatura cool mundial se refiere. Porque sus historias, desde la inaugural y aún no asentada Abluciones (2009) —el camarero anotasecretos de un antro perdido en Hollywood, que le habla al lector como si lo tuviese delante—, pasando, cómo no, por la divertidísima Los hermanos Sisters (2011) —casi una versión del wéstern galáctico de Richard Brautigan El monstruo de Hawkline—, parecen provenir de ninguna parte o, mejor dicho, de una que no tuviese nada que ver con nada, un espacio exterior en el que reina la libertad, sin límite, y la reconstrucción del mito desde ningún mito conocido: el monólogo interior autopropulsado desde la barra de un bar; el wéstern después del wéstern hecho wéstern delirante, y en el caso que nos ocupa, el gótico —con castillo horrible, mayordomo sumiso, barón bestia y encantadora chica de chamizo en el pueblo sometido— del absurdo, pero un absurdo a ratos macabro y terrorífico, un absurdo sin piedad que resulta, por momentos, delicioso. Aunque lo cierto es que su rareza es puro puñado de guiños —guiños de los que da pistas en sus agradecimientos—, puro, se diría, espacio interior de su autor, dedicado a jugar con los muñecos de otro.
En el caso de Lucien Minor, el pequeño e ingenuo Lucy, se diría que nos encontramos ante un fascinante juego de espejos con la absurda y genial Misterios, de Knut Hamsun: la inoperancia beckettiana de sus diálogos, el forastero enamorado de la chica del pueblo, el cachorro pelirrojo —que en DeWitt es una cachorra, llamada Rose— que aparece y desaparece, la imposibilidad de ordenar el caos en el que se han visto obligados a habitar, lejos de casa —por más que Nagel o, en el caso de DeWitt, Lucy lo intenten—, y cierta oscuridad munchiana que DeWitt transforma en festín orgiástico de perfil goyesco. A veces pasa. Una obra maestra engendra a otra, y esta otra es, como su antecesora, un puzle de muchas piezas, distribuidas de una nueva y alucinante manera.
El submayordomo Minor. Patrick deWitt. Traducción de Mauricio Bach. Anagrama, 2018 384 páginas. 19,90 euros

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