miércoles, 30 de mayo de 2018

FICAB: El festival que quería crecer hacia abajo | Blog Africa no es un pais | EL PAÍS

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El festival que quería crecer hacia abajo

El barrio del Raval y su diversidad de etnias y culturas acoge el primer ciclo del Festival Internacional de Cine Africano de Barcelona (FICAB) centrado en la diáspora y la identidad


"Fue bastante bien, ayer vinieron unas 250 personas a la inauguración y había de todo: hasta turistas ingleses". Oriol Gibert parece satisfecho, aunque no como para echar aún las campanas al vuelo. Está viviendo su primera experiencia como promotor de un festival de cine y, de momento, no ha cundido el pánico. Suyo y de otras seis personas es el FICAB o Festival Internacional de Cines Africanos de Barcelona, que se ha celebrado entre el 22 y 28 de mayo. Detrás de la idea está CinemÀfriques, una asociación cultural formada por el Centro de Estudios Africanos (CEA) y los colectivos Wiriko yAfricaye, involucrados en la difusión de las culturas africanas en español. Los siete miembros no se conocían con anterioridad, o se conocían poco, pero compartían una idea: acercar los cines de África y sus diásporas en Barcelona y Cataluña
Proyección de la película de Cédric Ido 'La vie de château' en la Filmoteca de Barcelona.


El FICAB ha nacido "para hacer ruido, para visibilizar y derribar estereotipos", aseguraba Sebastián Ruiz, otro de los programadores, durante una entrevista realizada el día de la inauguración. Se trata de un intento muy joven para atraer la atención sobre las culturas africanas y las realidades del continente, todo ello en un escenario muy propio: El Raval, legendaria barriada de la Ciudad Condal donde convive lo más diverso de la especie humana. Como diverso también quiere ser este ciclo de cine.
No todo les sale a la perfección a estos jóvenes organizadores: El primer imprevisto con el que tienen que lidiar es que su estrella invitada, el director y actor franco burkinés Cédric Ido, no llega a la inauguración. Habían anunciado su presencia a bombo y platillo porque suyas son cuatro de las películas de la programación, entre ellas el largometraje con el que arranca la semana. Pero un retraso en la aerolínea que tenía que llevarlo hasta Barcelona le impide llegar hasta las once de la noche. "Qué pena que Cédric no llegara", comenta una asistente un día después del estreno a Ruiz. "Eso sí, la película... Qué maravilla", le anima.
La vecina se refiere a La vie de château, de 2017 y último trabajo de Ido, ambientada en un barrio parisino muy parecido al Raval. Este largometraje es la causa de que casi se llene la Filmoteca el primer día. "Es una película muy ravalera porque el escenario, la diversidad de los personajes... Todo ello guarda grandes similitudes con este lugar", comenta Gibert. Su sueño es, de hecho, hacer que el festival crezca, "pero hacia abajo". "A mí me encantaría que llegara un día en que pudiéramos montar unas pantallas gigantes en la calle y se proyectaran las películas así, al aire libre, al alcance de todo el mundo".
De momento, cuentan con la diversidad de público que se está interesando por el evento que, aunque se dice internacional, en el fondo resulta más bien local y cercano. Especialmente por sus asistentes, entre los que se cuentan vecinos de todas las etnias, clases sociales y colores de piel. Es un festival humilde realizado desde bolsillos humildes —la financiación no ha superado los 2.000 euros y con eso se han apañado— y para espectadores ídem. "Aunque las entradas son muy económicas (cuatro euros), nos gustaría que cualquiera pudiera venir", dice Oriol. "No tiene sentido preparar un ciclo de cine sobre África si los propios africanos del barrio, que en muchos casos son migrantes con el dinero muy justo, no lo pueden disfrutar".
Acceso principal de la Filmoteca de Barcelona, en El Raval, con asistentes haciendo cola para asistir la inauguración del FICAB.ampliar foto
Acceso principal de la Filmoteca de Barcelona, en El Raval, con asistentes haciendo cola para asistir la inauguración del FICAB. FICAB

De guerra y dictadores

Arranca el segundo día de programación con una sencilla presentación del libro de Álvaro Barril titulado África en la primera guerra mundial, que no solo aborda la presencia de africanos en una contienda que no les iba ni venía sino que además, en palabras de Eduard Gayallo, del CEA, ahonda en cómo este conflicto bélico "abrió el camino para que las colonias empezaran a ser administradas por las poblaciones africanas para que en el futuro pudieran autogobernarse". El autor, por su parte, relata el reclutamiento forzoso de hasta 75.000 africanos para luchar en Europa. Cómo se vaciaron de hombres jóvenes muchos territorios y se dejaron en los poblados solo a niños, mujeres y gente mayor, lo que afectó a las cosechas, y por tanto, generó hambrunas. "Se realizaron cuatro grandes reclutamientos de manera forzosa, lo que dio lugar a grandes resistencias que fueron brutalmente reprimidas. Los perpetradores fueron juzgados tras la guerra... pero absueltos", concluye.
Esta charla apenas reúne a una decena de interesados dispersos entre la treintena de sillas azules del salón de actos del centro cultural FedeCat. Quizá, porque se está celebrando otro gran evento cinematográfico: el multitudinario DocsBarcelona, y comparar ambos festivales es como contraponer a David y a Goliat. Mucho más nutrido resulta el público que atesta la cervecería Barna Brew, donde se lleva a cabo una tertulia regada con cerveza artesana sobre los grandes dictadores africanos y su poca intención de apearse del poder. Con cuatro expertos en la mesa redonda, todo un bar escuchando y tomando aperitivos en un ambiente informal, se abordan diferentes movimientos políticos en África, con los ejemplos de Zimbabue, República Democrática del Congo, República Centroafricana y Angola.
Me encantaría que llegara un día en que pudiéramos montar unas pantallas gigantes en la calle y se proyectaran las películas así, al aire libre
ORIOL GIBERT, PROMOTOR DE FICAB
Cada país tiene sus particularidades, pero en todos los casos comentados se pone en valor el papel de la ciudadanía a la hora de crear movimientos sociales cada vez más organizados para echar a los presidentes que se aferran al poder, según relata Fernando Díaz, miembro de Africaye. También, cómo la democracia tiene dos vertientes: la participación en la toma de decisiones y el reparto de la riqueza. "No existe una sin la otra, especialmente en el caso congoleño", afirma Díaz.
De vuelta a la Filmoteca, la proyección de la película de Spike Lee Milagro en Santa Ana pone el cierre a la segunda jornada de festival.

De Burkina Faso y el realismo mágico sudafricano

Según pasan los días, aumenta el interés. El jueves por la tarde, el salón de actos del Patio Llimona acoge a unas 40 personas interesadas en lo que Beatriz Novales de Oxfam Intermón, Carlos Bajo de Wiriko y Nebon Babou de la Asociación de Burkineses de Barcelona van a hablar del importante papel del activismo político y social en Burkina Faso y los ejemplos de Filimbi y Le Balai Citoyen, dos movimientos sociales surgidos en los últimos años.
"El ejemplo de Burkina es paradigmático porque lograron echar al presidente, pero los movimientos sociales llevan mucho tiempo activos", advierte Carlos Bajo. "Parece que solo ha habido 15-M en Europa, cuando en África llevan más. La gente se moviliza y pide mejor democracia, mejor acceso a servicios públicos... Es una sociedad que vive y lucha por las mismas cosas que luchamos nosotros".
Novales, por su parte, explica el propósito de su organización para convertirse en un actor que ponga más énfasis en el ámbito político. "Queremos entender mejor las causas de la pobreza, la justicia social y contribuir a buscar soluciones que influyan en el cambio político", asegura. Babou, mientras, relata las dificultades de los burkinabeses de la diáspora para seguir la actualidad en su país. "Vemos con mucho interés y a través de redes sociales todo lo que está pasando, pero nos cuesta mucho saber cuál es la verdadera finalidad de cierta información que nos llega; esto dificulta nuestra implicación en todos estos movimientos sociales", lamenta. "Nuestra aportación es organizarnos e intentar montar una estructura aquí".
Entre el público, una mujer se interesa por los proyectos que Oxfam lleva a cabo con mujeres. "Hay que darles cultura y conocimientos", opina. Y los ponentes rompen una lanza para evitar esa mirada paternalista o compasiva. "La mujer en África y en Burkina es el gran sustento de la sociedad, lo que pasa es que no se reconoce su labor porque en la mayoría de casos trabajan en el sector informal", recuerda Novales. "Y las mujeres han sido parte activa de la revolución en Burkina. En la prensa internacional la llamaron la revolución de los cucharones porque ellas salían en las fotos en primera línea con sus utensilios de cocina", completa Bajo.
La tarde culmina con la proyección de dos filmes que dan que pensar acerca de la identidad, uno de los asuntos capitales del festival, a través de un realismo mágico muy africano. Primero, High Fantasy, un largometraje grabado enteramente con teléfonos móviles que cuenta la historia de cuatro amigos veinteañeros (tres chicas y un chico) que se van de viaje en coche por su país, Sudáfrica. Una mañana, al despertarse, encuentran que cada uno ocupa el cuerpo de otro de ellos. La única blanca ahora es una de las negras, el único hombre esta en el cuerpo de una mujer... Y surgen toda clase de prejuicios y situaciones complicadas. El público ríe en numerosas ocasiones, porque la película transmite muy bien esa frescura y desparpajo postadolescente. Pero en los momentos tensos, cuando el racismo y la discriminación sexual se hacen patentes, la risa se desvanece para dar paso a la reflexión.
A continuación, uno de los cortos de Cédric Ido: Hasaki Ya Suda, un cortometraje ambientado en un tiempo futuro, postapocalíptico, donde las migraciones y el cambio climático han modificado la sociedad. "Desamparados y sin referencias, a los escasos supervivientes solo les queda recuperar los ritos ancestrales, formándose clanes que se enfrentan para hacerse con los últimos reductos fértiles", reza la sinopsis. Y esos supervivientes son nada menos que samuráis afros. ¿Por qué no?

De celebraciones y aprendizaje

Una clase magistral de Cédric Ido da el pistoletazo de salida al tercer día de festival. Cuenta cómo su trabajo es el resultado de haberse dejado influenciar por géneros distintos de todas partes del mundo: África, claro, pero también América Latina, China y Japón, a donde ha viajado para aprender de su cine e intentar ir más allá. "Es importante no quedarse en beber de una influencia tal y como se recibe, sino que hay que ir más allá y aplicar la visión personal", asevera el director, que afirma que sigue en la búsqueda de historias que contar y de nuevas narrativas porque para él, y a pesar de lo que se diga, no está todo hecho.
Como no podía ser de otra manera, el viernes se cierra la semana en la Filmoteca con la proyección de otro de los cortos de Ido, Twaaga, sobre un niño de ocho años en la Burkina de 1985, en pleno momento del héroe nacional Tomás Sankara. El broche final lo pone la proyección de El africano que quería volar. Y tanto éxito tiene la convocatoria que se agotan las entradas y se queda público en la calle.
Y ya sí: es viernes por la noche, y con sus promotores más tranquilos y el festival casi finiquitado sin grandes sobresaltos, se celebra una fiesta de clausura que se prolonga hasta altas horas de la noche. No ha acabado del todo el FICAB porque el lunes aún queda por celebrarse una mesa redonda llamada Afropeos para hablar de los africanos en la diáspora, siempre en torno a la identidad y a los estereotipos y la manera de acabar con ellos. Pero sí: ya el viernes se puede concluir que el FICAB ha logrado poner sobre la mesa muchas facetas del continente de las que no siempre se habla: desde los movimientos sociales de Burkina hasta los samuráis negros de Ido; desde los africanos que lucharon en una guerra europea que no era suya hasta el costumbrismo de un barrio parisino tan diverso como el propio Raval.

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