OPINIÓN
Habla, memoria
En 'El barri de la Plata' Julià Guillamon revive la historia de su familia y un siglo de vida obrera y menestral
Julià Guillamon en brazos de su madre, Maria Mota. L'AVENÇ
Quién sabe cómo sería mi Barcelona si hubiera nacido en la ciudad, con qué humor viviría sus renuncias y transformaciones, en qué barrio habría crecido. Habría deseado unos cambios y otros me habrían cogido desprevenida. ¿Cómo sería mi casa familiar? Cuando los barceloneses nativos hablan de su infancia y adolescencia me cuesta imaginarlas, no puedo hacerme a la idea solo con palabras. Una película, un juego, un tebeo me ayudan más. Sobre todo son elocuentes y evocadores los objetos domésticos y de barrio desde los más sencillos a los más sofisticados: postales, publicidad, fotos. Entonces sí que me doy cuenta de lo que ha significado crecer en una ciudad (nací y crecí en un pueblo pequeño). Si además me explican cómo se vivía en las casas, el mundo de ayer se pone en marcha, la memoria se desquita de los traumas del pasado y a veces la energía de vivir emerge, bella y poderosa. Así es en El barri de la Plata, de Julià Guillamon, editado por L'Avenç. La historia de su familia, la crónica de una desaparición urbana y su rescate literario.
Escritor polifacético, de muchos intereses, formado en el periodismo cultural y en la crítica literaria, Guillamon es un narrador que se ha preparado toda la vida para contar esto. Investigador minucioso, que conoce bien los archivos, que lo guarda todo, sus huellas por la ciudad se encuentran en otros libros suyos, indagaciones de historia cultural como La ciutat interrompuda (un estudio de la literatura barcelonesa de la contracultura a la ciudad olímpica que el año que viene será reeditada por Anagrama, ampliado) y también El dia revolt, su precisa crónica de las huellas del exilio literario catalán en América. Y en más libros suyos está esa casa del Poblenou, vacía, que una noche es allanada por emigrantes y, cuando la policía les avisa y los dos hermanos van hacia allá, Guillamon encuentra una maleta de viejos recortes de periódico que le recuerda el exilio y se pone a contarlo.
Maria Mota, la madre, era una muchacha de Gràcia que se enamoró de Julián Guillamón, de origen castellonés, y se fue a vivir al Poblenou, en la calle Luchana. Una calle que ha perdido su nombre, ha desaparecido del mapa. Ahora es Roc Boronat, la calle donde tengo la facultad, donde doy mis clases. El barrio de la Plata era un vecindario entre la Rambla, el cementerio y las vías del tren. Allí se establecieron valencianos castellanohablantes, en medio de las fábricas y los talleres de lo que fue el Manchester catalán. Cuando Maria tomaba el bus número 6 para ir a Gràcia y regresar, un mundo fantasmal se abría ante sus ojos, desde las calles menestrales y convivenciales del barrio céntrico a las calles andurriales del Poblenou. Su marido es a menudo más vistoso, era excéntrico, vencido, indómito. Pero es ella la protagonista mayor de esta historia de cómo tirar adelante cuando las cosas salen al revés y sostienes la casa y los hijos.
De la madre extraerá el narrador honestidad, coraje y bondad, cualidades que se concentran en una voz poética que a medida que escribe convierte el relato en verdad literaria. Esa verdad que toda historia narrada busca y que Guillamon consigue enfrentándose a sus fantasmas en un desafío estoico, paciente y a menudo irónico, sin evitar el dolor pero sin desparramarlo, dejándolo fluir.
Una familia bilingüe: apellido del padre con acento, catalanizado en el hijo como quiso su madre. Escrita con prosa límpida y valiente, esta evocación documentadísima y lírica se acompaña de imágenes esenciales. No es un libro con fotos y ya está, las imágenes dicen tanto como la letra. Son cosas de los pobres, cosas materiales que reviven a las personas a través de las huellas de sus reflexiones, de sus pensamientos, de su acción. Nada se pierde. En este documental escrito con pericia literaria emerge la vitalidad de un siglo obrero y menestral que ha conocido fracasos, mujeres que han trabajado duro y hombres sin destino, vidas de las que surgen escritores como Julià Guillamon.
En 1920 los obreros de la construcción del Metro Transversal cobraban la paga semanal en monedas de plata. Cien años después, esa plata resurge como legado conmovedor en estas páginas. Ahí van dos ejemplos: el libro se hace releer y el autor no para de hacer rutas con los vecinos por aquellas calles del Poblenou reviviendo con alegría el vecindario. Incluso ha conseguido que la editorial lo publique en español. Será en septiembre, para la fiesta del Poblenou. Un libro que desborda vida.
Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.
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