miércoles, 23 de enero de 2019

En otra dimensión | Babelia | EL PAÍS

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En otra dimensión

El universo del mexicano Alberto Chimal está en tierra de nadie, entre la realidad más dura y violenta y esa habilidad para adentrarse en lo fantástico

Portada de 'Manos de lumbre'.
Portada de 'Manos de lumbre'.
Confieso que este es el primer libro de cuentos, y tiene muchos, que leo completo del mexicano Alberto Chimal (Toluca, 1970). Mi conocimiento de su obra empezó cuando la editorial Salto de Página sacó una antología de los libros de cuentos de Chimal, Siete(Madrid, 2012), que iba acompañada de una amplia y muy sugerente carta de presentación de Antonio Jiménez Morato, donde se nos situaba al escritor en otra dimensión, en otra realidad, entre un realismo desaforado, propio de la narrativa mexicana, con su violencia cotidiana como seña de identidad, y lo fantástico, que más parecía propio de la literatura anglosajona.
Leí y subrayé con mucho interés el texto de Morato y me adentré en la antología con ese impactante primer relato, “Se ha perdido una niña”, una de sus historias más célebres, una pequeña obra maestra, donde una niña mexicana, diez años después de la caída del Muro, se pierde por una laberíntica grieta de la realidad más mostrenca y acaba en la URSS, tal como era, tal como fue. Un magnífico texto.
Por razones íntimas de lector que no vienen al caso, abandoné aquel libro por otras urgencias y caprichos, y ahí quedó, en el laberinto de mi memoria, Chimal. Y ahora felizmente reaparece. Reencontramos a Chimal en su ambiente, en esa tierra de nadie, que es la suya, entre la realidad más dura y violenta, que es también la suya, la de su país, y ese gusto, y esa habilidad para moverse con acierto por esa otra dimensión con ribetes fantásticos.
Se inicia este libro con los aspavientos de un viejo escritor, agazapado en su trinchera resquebrajada de marfil, donde pena sus males por haberse aprovechado, en un momento de vanidad, de la literatura popular, de las letras de canciones de esos grupos desconocidos de casetes de bares de carretera (y le vienen a pedir cuentas, tantos años después, por ese uso indebido de la literatura popular: a Chimal le gusta desarrollar un fino y elegante, y no por eso menos cruel, toque de humor).
Y no es que sea necesario ir uno por uno, deteniéndose en este libro de cuentos, pero sí habría que detenerse, aquí y allá, en algunas otras historias, donde en la mayoría de los casos a sus personajes se les abre una grieta a sus pies y corren el peligro de ser engullidos, acabar yendo (eso muestra voluntad) o cayendo (eso es accidente, o imposibilidad de evitarlo) por esa sima.
Incluye Chimal en Manos de lumbre una fascinante e inquietante nouvellefuturista, donde se mezclan avances científicos, cáncer e historia de amor –los sentimientos son como los pies abiertos a un lado y otro de la grieta, que nos impiden caer al abismo-. El resultado es excelente. También destacaría el último relato, la hermosa historia entre el tío Pablo y la narradora, que se desarrolla en ese mundo literario, vago, impreciso del autor, con ciertas grietas hacia la realidad de su país, manifestaciones, violencia, represión policial, todo esto último en sordina, pues la prosa de Chimal, como decía Jiménez Morato, va más allá de la realidad mexicana y prefiere adentrarse por otras dimensiones.
Manos de lumbre. Alberto Chimal. Páginas de Espuma, 2018. 141 páginas. 15 euros.

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