SILLÓN DE OREJAS COLUMNA
Epifanías e hispanohablantes
El anuario del Instituto Cervantes, asegura que los hispanohablantes ya sumamos 577 millones, el 7,6% de la población mundial
El líder norcoreano Kim Jong-un. AP
1. Preguntas
Desde que leí El signo de los cuatro, me impresionó el célebre consejo de Sherlock Holmes, el mejor sabueso: “Una vez descartado lo imposible, lo que quede, por improbable que parezca, es la verdad”. Suelo aplicar la sentencia a las cuestiones políticas (me ha ayudado a entender la posición de Ciudadanos en el quilombo andaluz), pero también a los huecos de la realidad, incluyendo a los Reyes Magos. Por eso, el 5 de enero —la duodécima noche shakespeariana— me preparé para recibir los presentes de sus majestades, que nunca me fallan. Les puse un balde de agua y lechuga para los camellos y, para ellos, una botella de Johnnie Walker y un plato de dátiles medjoul adquiridos a mis amigos de Pepita y Grano. Además, y para que recordaran a qué me dedico (un año me dejaron una máquina de coser y un paraguas: me habían confundido con Lautréamont), les dejé para que se distrajeran un rato el estupendo (y oportunista) álbum Herstory: una historia ilustrada de las mujeres (Alfaguara), con textos de María Bastarós y Nacho M. Segarra y dibujos de Cristina Daura. También les dejé —con algunas páginas subrayadas— Lectura fácil (Anagrama), la novela de Cristina Morales que obtuvo el último Herralde. Los Magos apreciaron el detalle (esta gente, a pesar de sus ocupaciones, no ignora el sentido de nuestro Zeitgeist editorial, tras el MeToo) y me dejaron más libros que en otras ocasiones. Tantos y tan parejos que el conjunto parecía la biblioteca de Kim Jong-un (no se la pierdan en las fotos de su discurso de fin de año). Eso sí, no fueron capaces de contestarme a las sencillas preguntas que les dejé escritas junto a los dátiles: “Entiendo que el incienso y la mirra fueron de inmediato consumo, pero ¿podrían decirme que hicieron José y María con el oro con que les obsequiaron?, ¿se lo llevaron a Egipto para poner una carpintería en condiciones?, ¿lo utilizaron para sobornar a sus perseguidores?”. En fin, un nuevo problema para Holmes.
2. Millones
En esta época de rampante relativismo, el punto de vista es esencial. El anuario El español en el mundo, publicado recientemente por el Instituto Cervantes, asegura que los hispanohablantes ya sumamos 577 millones, el 7,6% de la población mundial. Los expertos desglosan la cifra en tres grupos: los nativos (de aquí, de allá y de acullá), los de “competencia ilimitada”, y los “principiantes” y estudiantes extranjeros de español. Me llama la atención, por ello, el título de la obra en colaboración (no conozco el equivalente castellano para el práctico término reader, que designa ese tipo de libros en la taxonomía editorial de la anglosfera) Más de 555 millones podemos leer este libro sin traducción (Taurus), coordinado por José María Merino y Álex Grijelmo, y en el que intervienen 18 autoridades o especialistas en la lengua que hablamos, mal que bien, 577 o 555 millones de seres humanos. Como ocurre en todos los libros de estas características, no todas las colaboraciones tienen el mismo peso y rigor, algo que Merino —cuya fascinación por lo hispánico viene de antes de su estupenda La orilla oscura (1985)— sugiere oblicuamente cuando afirma que las voces de sus autores no son unánimes. Ni falta que hace. Por razones perfectamente subjetivas, a mí me han interesado especialmente los artículos de José Luis García Delgado (sobre el valor económico del español), Rosa Navarro Tomás (la importancia de la poesía en la renovación de la lengua), Emilia Lledó Cunill (la posición de las mujeres ante la lengua) o Pilar García Mouton (el léxico agrícola en el castellano de España y América). El volumen está consagrado más a la “fuerza del español” que a “cómo defenderla”, por referirme a los dos objetivos que promete el subtítulo. Y dicha fuerza consiste, sobre todo, en la espontánea, creativa, imparable diversidad de quienes lo emplean y fecundan en cada acto de habla (pero no solo). Álex Grijelmo, cuya trayectoria como defensor de la lengua es suficientemente conocida, dedica un capítulo con hechuras de apéndice a rebatir algunos tópicos o prejuicios sobre la RAE; tiene razón en casi todo, pero por mucho que los que escribimos en los periódicos (y hasta los mismos académicos) debamos a este maestro no oficial de la lengua su exoneración del (pretendido) machismo de la Academia a base de razones históricas (en 300 años de historia han ocupado asiento 11 mujeres y casi 500 hombres) o estatutarias y vitalicias —así, “solamente asesinando a unos cuantos académicos varones se dejaría sitio para más mujeres”—, resulta un tanto “oficialista”. Y a pesar de los progresos realizados entre 2010 y 2016 (en los que, en todo caso, entraron 6 mujeres y 12 hombres), a este paso puede pasar otro siglo hasta conseguir un atisbo de paridad. Y ya puestos: mejor que recurrir al crimen, ¿no sería menos cruento darle algunas vueltas a la idea de que los estatutos, como las Constituciones, pueden cambiarse? Aunque, ahora que lo pienso, tal vez no.
3. Holodomor
Nuevo e importante libro de la periodista e historiadora conservadora Anne Applebaum, de la que seguimos recordando sus documentadísimos Gulag(Pulitzer en 2004) y El telón de acero (2012), ambos en Debate. Su último libro es Hambruna roja (Debate), en el que analiza el Holodomor, la tremenda hambruna desatada por el estalinismo en la Unión Soviética entre 1931 y 1934, pero que afectó especialmente a Ucrania, donde se utilizó el genocidio de masas para conseguir la completa sovietización y acabar con las veleidades nacionalistas. Applebaum, que se ha beneficiado de la apertura casi total de los archivos ucranianos, cifra en al menos cinco millones de muertos —campesinos, intelectuales, funcionarios comunistas, etcétera— el número de víctimas. Ucrania consiguió la independencia —siempre en precario— en 1991. El libro de Applebaum es un estremecedor e imprescindible relato del sufrimiento de todo un pueblo.
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