Ilustración de Xavier Sepúlveda
Jia Pingwa: Una muestra del encanto de Shangluo
El escritor chino Jia Pingwa (Shangluo, 1952) ha producido una espléndida bibliografía dentro de la cual destacan varios hitos de la literatura de su país. Gran parte de su producción presenta un fuerte carácter popular pues, al basarse en su propia experiencia personal, el autor ha descrito muy a menudo las costumbres y cultura existentes en su tierra natal.
El escritor chino Jia Pingwa (贾平凹) ha sido reconocido numerosas veces por sus libros, como la obra Fuzao, galardonada con el premio literario “Pegasus”; Ciudad abandonada, novela que recibió el premio francés “Femina Étranger”; y Qinqiang, primer premio del “Sueño del Pabellón Rojo” y séptimo premio “Mao Dun” de literatura, entre otros destacados galardones nacionales e internacionales.
En 1974, Jia Pingwa, cuando no era más que un estudiante universitario de tercer curso en la Universidad del Noroeste, en Xi’an, comenzó a publicar una serie de obras caracterizadas por su intimidad y empezó así su larga carrera literaria. Hoy en día, gracias a su carisma y a los premios recibidos, el autor se ha convertido en una figura muy influyente dentro de los círculos literarios de China.
Gran parte de su producción presenta un fuerte carácter popular pues, al basarse en su propia experiencia personal, el autor ha descrito muy a menudo las costumbres y cultura existentes en su tierra natal. Un aforismo chino dice que “la tierra y el agua de un lugar sirven de sustento para sus pobladores”. En su caso, la tierra que lo vio crecer también le aportó la inspiración literaria suficiente para convertirse en el aclamado escritor que es hoy en día. La prosperidad de la zona de Guanzhong, antiguamente conocida como Qinchuan, y la riqueza cultural de la cordillera Qin han tenido una considerable influencia en el amor que el novelista ha sentido siempre hacia la cultura y la idiosincrasia de su hogar. En su obra se vale de los detalles más insignificantes para describir los problemas vitales de la gente corriente. Ello responde a sus pretensiones de dejar plasmados en el papel sueños y aspiraciones de lo que él considera una vida plena, contraponiendo inconscientemente su estilo al que tradicionalmente ha caracterizado a la alta literatura de China.
El grueso de la bibliografía de Jia Pingwa está conformado por escritos en prosa y novelas cuya temática abarca múltiples tópicos: sus obras incluyen observaciones de la vida social y de la transformación de los sentimientos personales, apreciaciones filosóficas sobre la vida y descripciones geográficas que parecen sacadas de una bella obra pictórica, como Chou shi (丑石) o Jingxu cunji (静虚村记). El encanto artístico de su obra procede primordialmente de su sensibilidad estética por la sociedad, la vida, la historia y la naturaleza.
A lo largo de su producción literaria se distinguen tres etapas diferentes. La primera de ellas es la escrita en los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado, cuyas obras parten de la simpleza y la honestidad que caracterizan a los jóvenes de las áreas rurales para descubrir la esencia del amor y la belleza. Sus líneas, como si de la sonrisa de un niño pequeño se tratasen, ofrecen un tono fresco y dulce que transporta al lector a un ambiente en el que parece disfrutar de las suaves brisas primaverales. Al cerrar los ojos, y tras la lectura de las descripciones que de los estanques de flores de loto se realiza en la obra Manyuer (满月儿; lit., “luna llena”), el lector puede visualizar la calma que atribuye a sus aguas la luz de la luna llena. Las flores, los pastores, el sonido del qin (instrumento musical tradicional chino) y el personaje Cai Yuan aparecen dibujados a través de los rayos de luz de la luna conformando en su conjunto una armoniosa composición gráfica. El afecto y el respeto que el autor siente por la naturaleza también ha sido el hilo central de muchas de sus obras. Dicha temática ha evolucionado a lo largo de su producción hasta abarcar aspectos más amplios como la relación entre el hombre y la naturaleza e incluso entre el hombre y el universo.
A partir de la década de los ochenta comienza su segunda fase literaria, en la que la cultura popular adquiere un mayor protagonismo, por lo que sus obras comienzan a recibir cierta influencia de la literatura folclórica. El cambio en la temática de sus producciones se debe a que el autor comienza en ese momento a percatarse de la enorme influencia que recibe la creación literaria por parte de la cultura popular. Él mismo llegó a afirmar que “la naturaleza de un lugar tiene un enorme impacto en la literatura que sus habitantes producen. El entorno geográfico define las costumbres populares de un lugar y son estos hábitos los que caracterizan la literatura folclórica de sus gentes”. Así pues, en Fuzao (浮躁), describe cómo se cocinan y se lanzan tortas para atraer la buena suerte durante la ceremonia de la mayoría de edad.
En la etapa que nace en la década de los noventa, un Jia Pingwa de mediana edad deja de prestar atención a la sociedad, la política, la historia y la cultura para centrarse, esta vez sí, en una búsqueda reflexiva sobre el significado propio de la vida.
Jia Pingwa es, en definitiva, un novelista contemporáneo cuya literatura, ligada a su tierra natal, ha alcanzado un enorme prestigio literario. Por otra parte, además de ser un espléndido escritor, también ha sido una persona ejemplar en los distintos papeles sociales que el destino le ha atribuido. Sus libros rezuman nostalgia por la naturaleza de Shangluo, su ciudad natal. De hecho, de no haber sido por sus relatos, es probable que Shangzhou, distrito de dicha ciudad, no hubiera alcanzado nunca la fama de la que goza hoy en día. Como profesor universitario ha sido siempre muy apreciado por sus alumnos. Bajo su apariencia fría y distante, existe un hombre amable que muestra su sentido del humor de forma muy limitada. Como padre, siente un profundo amor por sus hijos, aunque le sea difícil en ocasiones demostrarlo. No fue hasta que cumplió 30 años que nació su hija. Cuando estaba enferma, su madre le cantaba nanas para calmarla pero, si la niña continuaba con sus sollozos, el padre permanecía en silencio y se apresuraba a escribir nuevas letras para las canciones que su mujer le entonaba su hija. Como hijo, llegó a escribir en su obra Wo bushi ge hao erzi (我不是个好儿子; lit., ‘No soy un buen hijo’): “Tras cumplir los 40 y después de haberme dedicado durante años a crecer profesionalmente, y de haber sufrido en varias ocasiones las frustraciones del amor y de mi oficio, me di cuenta de que no había sido un buen hijo. La grandeza de una madre no solo está en que da la vida a su hijo, sino también en que no espera recibir nada a cambio. No importa la lejanía a la que se encuentre su retoño, una madre siempre le aportará fuerza, amor y sensación de pertenencia a su hogar. Si la vida de una persona fuera un viaje en coche, su madre sería la gasolina que le permite avanzar”. Todos los momentos vividos junto a su madre a lo largo de su vida le sirven para recordar que ella no es solo parte de su familia, también es un recuerdo, es la señal que siempre le indicará dónde queda su hogar.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 44. Volumen V. Septiembre de 2017.
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