Enamorados de la moda juvenil
Martín Rodríguez-Gaona analiza la entronización comercial de unos nombres que surgieron de las redes sociales o de los recitales en bares
De izquierda a derecha, Miguel Gane, Loreto Sesma, Ana Elena Pena y David Galán, en un Encuentro de Poesía en el Teatro Real en abril pasado. CARLOS ROSILLO
El asunto que aborda La lira de las masas (premio Málaga de Ensayo) remite a la siempre rabiosa actualidad: la eclosión mediática de unos nuevos bardos de aires juveniles y formación digital que han decidido sustituir las musas por las masas, es decir, la inspiración creativa por el aplauso popular. Más allá de la oportunidad de su publicación, este ensayo refleja una polémica en la que concurren criterios generacionales, comerciales y estéticos.
De hecho, con motivo de la aparición del libro, las páginas de este periódico acogieron un coloquio donde los agraviados por activa, por pasiva o “por alusiones” respondían con distinto grado de virulencia a los juicios emitidos por el autor. Si algo quedaba claro de aquella disputa es que cada cual va a seguir en sus trece: mientras que los poetas “de toda la vida” denuncian que los youtubers quieren darle al lector gato (cool) por liebre (cursi), estos últimos contraatacan con cifras contantes y sonantes para desacreditar a quienes, según ellos, les tienen pelusilla por no llenar estadios.
El caso que destapó Juan Bonilla en 2015, a través de un artículo titulado “De repente unos poetas”, adquiere ahora la entidad de un debate académico que nos habla menos del estado de la poesía reciente que de los modos de producción, circulación y consumo de los objetos culturales en la era de Internet. En este sentido, Rodríguez-Gaona entronca con los postulados de su anterior ensayo, Mejorando lo presente, para trazar una etiología del fenómeno milenial. El asedio de la ciudad letrada por parte de unos vates que cultivan lo que el crítico denomina “poesía pop tardoadolescente” le permite argumentar que el lirismo transmedial, auspiciado por los nativos digitales, se ha puesto al servicio de un culto a la celebridad que involucra a numerosos agentes, desde antólogos influencers hasta prosumidores —productores y consumidores al mismo tiempo— “de textos (e imágenes) que mezclan, sin ningún tipo de prejuicios, afanes publicitarios y artísticos”.
Todo ello habría provocado la entronización comercial de unos nombres que surgieron del inframundo de las redes sociales o la paraliteratura de los recitales en bares para asaltar las grandes plataformas y las ondas catódicas. El diagnóstico de Rodríguez-Gaona, definitivamente más apocalíptico que integrado, contiene no pocos aciertos a la hora de analizar la cadena trófica del mercado editorial o retratar la realidad evanescente de las comunidades virtuales.
No obstante, uno tiene a ratos la sensación de que el autor ha desplegado la artillería pesada para matar moscas a cañonazos. Al fin y al cabo, la poesía está viviendo los mismos sarampiones que antes pasaron el cine, la música o la novela. Si existen salas alternativas, bandas indies y best sellers, no creo que debamos rasgarnos el arpa porque le haya tocado el turno a un género en el que habrán de convivir (juntos, pero no revueltos) los poetas en serio y los poetas en serie, los lectores exigentes y los enamorados de la moda juvenil.
La lira de las masas. Martín Rodríguez-Gaona. Páginas de Espuma, 2010. 212 páginas. 17 euros.
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