Un hombre recto, una mujer fuerte, una ciudad podrida
Antonio Ortuño manifiesta su ambición con la poética con la que engarza los diferentes planos de las tres historias de ‘Olinka’
Dos obviedades. Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) es un escritor dotado de numerosas cualidades: plasticidad en el lenguaje, metáforas truculentas y exactas (ocultar un cadáver es como “meter un bizcocho entero en la ranura de una tostadora”), humor siempre a mano para explicitar la violencia, profunda empatía por cada uno de los personajes y, finalmente, una singular inteligencia estructural. La segunda obviedad es un tópico que esta vez se cumple: en un gran escritor es reconocible su talento hasta en los patinazos. Porque Olinka, aparente thriller con personajes arquetípicos, es una ambiciosa novela con una capacidad de riesgo que, por momentos, la hace flaquear.
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