Zhangjiajie, un lugar de enigmática belleza
El nombre de Zhangjiajie remite tanto a una de las zonas paisajísticas más famosas de China, como también a una ciudad turística de gran importancia, ambas ubicadas en el noroeste de la provincia de Hunan. En su territorio es posible encontrar arenisca de cuarzo, un inusual tipo de roca sedimentaria cuya presencia es la principal responsable de la creación de los peculiares paisajes con los que cuenta este fascinante lugar.
A lo largo de su relieve se erigen picos de una belleza, altura y verticalidad imponentes. Bajo ellos yace un valle que destaca por su serenidad y profundidad, así como por los sinuosos cauces que dibujan los riachuelos que lo atraviesan. Los parajes de Zhangjiajie se extienden a lo largo de 369 km2 que sirven como hábitat natural a una fauna y flora de una enorme riqueza y que, en su momento, fueron reconocidos como el primer parque forestal nacional de China. Su superficie está dividida, principalmente, en cuatro zonas escénicas: el parque forestal nacional de Zhangjiajie, el área paisajística de Yangjiajie, la reserva natural del valle del riachuelo Suo y la reserva natural de la montaña Tianzi.
El parque forestal y el área paisajística tienen en común la presencia de prominentes y majestuosos picos y de una extensa cobertura boscosa. Vistas desde lejos, sus crestas recuerdan a pilares celestiales que parecen estar sujetando el peso del cielo, lo cual le aporta al paraje en su conjunto una curiosa sensación de misterio. Es en invierno cuando se disfruta de las más espectaculares vistas de ambas zonas. En cuanto llega el frío, la altura a la que se encuentran las cimas les proporcionan temperaturas muy bajas y un aire bastante húmedo, por lo que las copas de los árboles quedan cubiertas por capas de escarcha de un blanco inmaculado y una belleza asombrosa. En ese momento del año, subir los peldaños que ascienden por entre los picos significa percibir una suerte de metamorfosis que acaece en el pais
aje conforme se gana altitud, y que viene marcada por los abruptos cambios que experimenta la temperatura. El color verde marino de los árboles va adquiriendo, poco a poco, un tono blanco como el de la nieve, para hacer sentir al senderista la inverosímil sensación de que, al avanzar en el camino, transcurre la distancia existente entre la primavera y el invierno. Al ascender a los miradores más altos de las cumbres, y dirigir la vista a un punto cercano, es fácil quedar asombrado por la extraordinaria perspectiva que ofrecen los árboles que nacen de entre las paredes de la roca. Ante ello, es inevitable reflexionar sobre la tenacidad que atesoran todas las formas de vida. Si, en cambio, se apunta la mirada a lo lejos, se puede observar la imagen creada por las escarpadas colinas y el mar de nubes que fluctúa en torno a ellas, cuya contemplación hace que sea imposible querer alejarse de allí.
Como su propio nombre invita a pensar, el valle del riachuelo Suo (que significa ‘cuerda’) compone un paisaje formado por un valle y una serie de arroyos que serpentean a su paso por él, cuyos recorridos delimitan una imagen muy similar a la de una cuerda. Conforme sus cauces avanzan hacia las profundidades del valle, sobre sus orillas van apareciendo colinas de lo más peculiares, de las que se suele decir que, vistas desde el frente, parecen cordilleras pero que, observadas desde los laterales, se asemejan más a picos individuales. Entre todas ellas conforman un corredor extremadamente bello, con un paisaje versátil y un encanto soberbio. La copiosa vegetación y la humedad del aire regalan a este lugar, con cierta frecuencia, una densa niebla que contribuye a crear un ambiente enigmático, capaz de hacer creer a quien lo observa que se encuentra inmerso en un verdadero mundo de hadas. El espacio existente entre las colinas está, además, habitado por monos y otras especies salvajes, que, en ocasiones, se sientan sobre las ramas de los árboles para contemplar desde la altura a turistas y visitantes. Otras veces, sin embargo, permanecen en las orillas de los ríos rascándose unos a otros. Por su parte, los más osados, no dudan en acercarse a los senderistas para pedirles comida. Es cierto que aquí se percibe la armonía y la convivencia entre personas y animales. Dignas de mención son también las cuevas kársticas, de muy distintos tamaños, que el continuo fluir de los arroyos ha ido excavando en el valle. Sus interiores presentan paredes arrugadas con rocas excepcionales de formas muy heterogéneas. Algunas de estas rocas cuentan con estructuras que se asemejan a flores, brotes de bambú y cascadas de piedra, otras presentan apariencias muy similares a la silueta humana y todas llaman la atención por su realismo. De entre todas las cuevas que aparecen dispersas por el lugar, es la de Huanglong la más famosa. Sus más de 10.000 m de longitud, que la convierten en la segunda cueva kárstica más larga de la China continental, ofrecen cobijo para una estancia encantadoramente sublime, en la que impera una calma y una serenidad ante las que rendirse por el excelente poder creador de la naturaleza.
Si lo que se desea es apreciar la naturaleza en su estado más primitivo y simple, es imprescindible visitar la reserva natural de la montaña Tianzi. Se trata de un bosque primigenio subtropical que constituye un verdadero tesoro por la riqueza animal y vegetal que contiene. Quienes lo visiten contemplarán un auténtico océano de piedras y árboles, el incesante movimiento del mar de nubes, un kilométrico cielo tintado de rojo por el atardecer y una puesta de sol bellamente adornada con el color plata de la nieve. La reserva natural de la montaña Tianzi adquiere unos colores excepcionales durante el atardecer. Bajo el reflejo de las rojizas nubes, las altas y abruptas colinas se adueñan de la solemne apariencia de soldados con armaduras doradas que aguardan a su inminente partida hacia el campo de batalla. Otro momento en el que la montaña Tianzi se presta a su contemplación es tras la caída de un aguacero. Cuando la lluvia escampa, la prominente montaña se esconde tras una espesa niebla que, lentamente, escala hasta lo alto para culminar su recorrido en un mar de nubes y que, a veces, se deja caer por las paredes de la montaña para cubrirla en su totalidad, mostrando así su naturaleza inestable y dibujando una escena literalmente espectacular.
Además de los escenarios naturales tan fascinantes que se han citado hasta ahora, es imposible olvidar los caminos de vidrio y el teleférico de la montaña Tianmen. Es esta la montaña más alta del distrito de Yongding y, en sus acantilados, se han habilitado una serie de senderos de cristal, de 60 m de longitud, cuya transparencia permite a quienes lo cruzan otear una profundidad abismal bajo sus pies, ofreciendo una sensación tan emocionante como escalofriante. Su teleférico es el más largo del mundo de un solo cable. Durante su elevada ruta muestra las vistas más bellas de la montaña y, en especial, de la carretera que la rodea que, con 99 curvas, hace un recorrido en zigzag que, visto desde lo alto, recuerda a la serpentina de un hada.
Además de cautivar tanto a turistas nacionales y extranjeros, los paisajes de Zhangjiajie han atraído a multitud de guionistas de cine y televisión en busca de inspiración. Es en esta zona donde se filmó la película Avatar, estrenada en 2009 y dirigida por James Francis Cameron. En concreto, la fascinante montaña Aleluya que aparece en la película logró maravillar, desde la gran pantalla, a una gran cantidad de espectadores. De la misma forma, Zhangjiajie también ha aparecido en otras obras, como la serie Viaje al Oeste (1986) o la película Xin hua lu fang (心花路放, cuyo título en inglés es Breakup buddies).
Gracias a la peculiaridad de sus montañas, la densidad de sus bosques, la claridad de sus aguas y lo remoto de sus cuevas, Zhangjiajie, además de ofrecer maravillosos acantilados para su contemplación, también permite a quien lo visita experimentar una inigualable tranquilidad. Es su belleza la responsable de que quienes llegan hasta aquí no puedan sino deshacerse en elogios a la hora de describir tan pintoresco lugar y, al mismo tiempo, la que lo ha convertido en una de las más destacadas tarjetas de presentación de los paisajes de montañas y ríos de China. Podría decirse que Zhangjiajie es, en realidad, uno de esos hermosos mundos que solo aparecen en los sueños aunque, en este caso, ubicado en la Tierra.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 55. Volumen IV. Julio de 2019.Leer este reportaje en la edición impresa
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