Representación utópica de Robert Owen (1838).
οὐτοπία (οὐ, no; τόπος, lugar)
el dispensador dice: existía un lugar en Atlántida y otro simétrico en Lemuria, que eran llamados "utopías", que por entonces diferían de su asimilación conceptual y temporal al griego (heredero lejano de algunas pautas filosóficas procedentes de aquellos mundos humanos desaparecidos), traduciéndose como "lugar de las ideas". No se trataba de lugares menores, ya que allí convergían los jóvenes para atender la importancia del ideario social y la existencia del mundo de las ideas que luego tomaría Platón, adaptándolo, transformándolo y ajustándolo a sus tiempos y cultura... Por entonces los consejos de los sabios (viejos) de la tribu tenían plena vigencia, aportando visiones que permitían evolucionar (ajustar a la dinámica social) aquellas utopías, esto es, adaptar la realidad al ideario y éste a aquella, tarea nada simple por cierto. No obstante ello, las utopías se construían de generación en generación, representando una versión ancestral de nuestras ideologías, diferenciada de estas por otros valores, distintas tradiciones, por ende una visión bien distinta de la vida y sus sentidos, del mismo modo que también lo era (distinta) de la dimensión de los espíritus. Este modelo fue heredado por los sobrevivientes del cataclismo lemur y atlante, casi simultáneos, pero fue sucumbiendo al hecho mismo de sobrevivir e idealizar un pasado que ya no regresaría, sencillamente porque con él se habían ido sus mentores y conservadores. Las utopías se relacionaban (vinculaban) con la esencia de los prodigios, tratándose de talentos para acondicionar la idea a la realidad y ésta, una vez más, a aquella ya que es imposible prescindir de los extremos en el diseño de una senda. Mucho más tarde, ya en el medioevo aquellas utopías se transformaron en idealizaciones potencialmente irrealizables, inalcanzables, perdiendo definitivamente su sentido original... y con él, sus contenidos. El hombre reniega hoy de las utopías tanto como de sí mismo, añorando una vida ideal que luce plena de nostalgias y contradicciones, que él mismo fabrica y ayuda a nutrir atándose a conceptos fundadamente antisociales y discriminatorios, por caso una sociedad humana dependiente de variables económicas que no producen otra cosa que no sea exclusión, omisión, olvidos y desprecios. Pero el sentido humano de la existencia se revela en hechos fundadamente comunitarios: compasión, misericordia, piedad, todas ellas consecuentes a la consideración... ya que sin ésta, no hay equilibrios. Noviembre 24, 2010.-
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