EVANGELIO
Mt 4, 18-22
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
el dispensador dice: todo indica que es momento de soltar las redes, acomodar las barcazas en las playas, tomar distancia con el alma y divisar las aguas lejanas, apreciar los horizontes intangibles y tomar fuerzas, llenar el espíritu de la voluntad suficiente como para atravesar el portal sin atender a los intolerantes que señalan las incapacidades ajenas sin atender las propias, sin mirar los vacíos de sus propios corazones, acomodando circunstancias para aparecer como ovejas, sin sangre de cordero... ha llegado el instante de escuchar a la consciencia y sus insistentes voces, esas que nos convocan a ser nosotros mismos a pesar de los otros... de atender a los ángeles y los ancestros que siguen nuestras huellas en los tiempos respirables, induciendo el mañana necesario de los otros, de los que aún no son pero pretenden serlo. La ventana está abriéndose y ya se perciben las brisas filtradas, esas que traen el aire fresco para renovar al SOL y sus sentidos, para imponer un espíritu abierto y una mirada suave, plena de compasión y misericordia... es tiempo de transitar la vida con sentido. El hombre no debe separarse de su sombra, tampoco de su huella, so pena de negarse a sí mismo... por ello es prudente acercarse al portal y apreciar la vida y sus gracias, haciendo honor a los dones y propiciando el nacimiento de los talentos... esos que nos hacen eternos. Noviembre 30, 2010.-
DEDICADO A: Julio Enrique y María, gentes sin tiempo, con alma...
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