domingo, 14 de noviembre de 2010

LA PIEDRA FILOSOFAL®


el dispensador dice: LA PIEDRA FILOSOFAL


Hubo un tiempo donde el ser humano no fue denso, no pesaba lo que hoy, por ende sus vínculos con las cosas, con el ambiente, con su tiempo, era bien otro, distinto, genuino, propio de los equilibrios, de las aceptaciones, de las esencias donde ingresan las razones, por ende menos aún las justificaciones, tampoco los argumentos vacíos... era un hombre donde no residían las distancias.

¿Cuándo fue ese tiempo?... se pierde en la utopía de los tiempos, pero no es leyenda... se desdibuja en las distancias de la historia, pero no es mito... reside en el mundo de las ideas y en el foco de la filosofía de las ciencias, esas que permanecen al resguardo de las soberbias del hombre de hoy, sus academicismos, mezquindades, miserias que crecen al amparo de las comodidades, de desconocer al prójimo, de discriminar al desvalido...

Se puede hurgar en la Lemuria, tanto como en la Atlántida, culturas que hicieron “culto” a la filosofía de las piedras (en su sentido original), pero en verdad ellas lo recibieron de otras anteriores, tanto que ya no quedan vestigios de dichas humanidades, ni siquiera ecos de sus tiempos, tampoco ondas musicales de sus sentidos. Todo ello permanece en el ideario de las eternidades, custodiado por la materia no visible, la misma que forma parte del universo que nos contiene.

La piedra filosofal existe aún, al igual que lo hace el arca de la alianza y el cáliz del espíritu, pero todo está al resguardo del hombre. Podrá pasarles por delante, pero no serán vistas, ni siquiera percibidas, porque las esencias son justamente eso, esenciales al equilibrio de las existencias pero también al propio de las inexistencias. No puede haber hombre sin ciencia, pero ésta está indefectiblemente unida a los fundamentos filosóficos de la vida, de allí que transgredir los valores implique desvirtuarla, por ende los mecanismos de protección de los órdenes originales se blindan protegiendo los conocimientos, creando atajos, dando lugar a figuras erradas, las que siempre serán seguidas porque no está en la esencia de este hombre, natural del quinto sol, la voluntad de la aceptación, antes bien se asiste a la transgresión.

Pero la piedra filosofal es esencia de esencias, y como tal no admite razones humanas, mucho menos sus leyes, sus aventuras, sus conveniencias ni tampoco sus oportunismos, nada que no sea auténtico podrá acercarse siquiera a ella...

Existió un momento donde los sentidos confluían sobre las capacidades transformando los dones en talentos y las gracias en acciones de culto. De allí proviene la alquimia (del árabe الخيمياء al-khimia) , convergencia de misticismo, cosmogonía, arte, matemática, geometría, química, física, arte de la curación del cuerpo y también del alma, el arte de unir el allá con el acá y la importancia de los legados, las capacidades y sus luces, las incapacidades y sus tinieblas, y junto con ellas, la música como expresión celestial de las lenguas no humanas, sonidos audibles, otros inaudibles mediante los sentidos no desarrollados, apagados para preservar el eje de los tiempos.

Antes de los lemures, antes de los atlantes, antes de los nubios, antes del indo, antes del antes, la piedra filosofal, hablaba a sus elegidos para entregarle sus misterios, traducidos en mensajes para destinos específicos, para personas, también para circunstancias propias y de la comunidad, de todas ellas... lo hacía en sus oráculos, no uno, varios, diseminados por el mundo, una Tierra distinta a la presente, herencia de Horus, un planeta por el que ya habían pasado los ciclos humanos de la vida expresada como sueño y de la muerte hacia la existencia verdadera.

¿Hablaban las piedras?, hablaban entonces y lo siguen haciendo, distinto a como lo hacían, pero lo siguen haciendo porque ellas contienen la firma del verbo del creador. Que no se escuchen, que no haya capacidades para interpretar sus sonidos, no quiere decir que no hablen. Lo hacen a través de las energías que contienen, un magnetismo distintivo que busca armonías y consonancias para facilitar la existencia de un tiempo denominado “mañana”, el necesario a los que trascienden este tiempo.

La piedra filosofal se asocia a lo oculto, a lo hermético, al fundamentalismo de los sabios y sus sabidurías, de los genios y sus visiones, de los profetas y las propias, pero esa es una visión propia de estos tiempos, del ahora mezquino, ese que se apropia de los saberes para luego vender salvaciones, omitiendo el sentido de la tribu que no es otro que la del conjunto, de la comunidad.



Se habla de esoterismo, sin comprender que cada nacimiento que llega a la Tierra es un legado que se envía desde el verbo, para revelar “algo”. Pero el hombre actual desprecia los nacimientos aún siendo padre, sucediendo lo mismo con la disparadora de la vida. En la pradera de la dimensión contigua, justo allí donde las almas regresan como espíritus sin cuerpo, donde no hay espacio para las densidades tal las entendemos aquí, donde el engaño se delata sin piedad..., no se puede separar el conocimiento del valor de las esencias, de allí que no se pueda prescindir de la filosofía.

La secuencia de las existencias y las inexistencias, aquello que da sentido a las familias, a los padres y a los hijos, a los hijos de los hijos, y a los nietos de los nietos, se consubstancia con los hilos de plata que se traducen en vínculos, en las gracias pedidas y en aquellas otras concedidas, en las no pedidas y enviadas y en las otorgadas y despreciadas, en los dones brindados y en los talentos cultivados. Todo individuo se revela en una piedra, toda familia tiene la suya, aún cuando no lo sepa, cuando lo desconozca, pero lo mismo sucede con el grupo, con la tribu, con la comunidad, porque sus tradiciones se impregnan en lo que acompaña a sus tiempos, grabándose en el aire, en el agua, en los suelos, en las piedras.

Se habla de oro y plata, de la importancia de transformar el plomo en un bien codiciable. Nada más reñido con el sentido original... eso sucedía de la mano de los saberes de la transmutación de las almas, de las cosas, para lo cual era imprescindible seguir al lobo hembra alfa, conocedora de los portales dimensionales y sus instantes. La alquimia se tergiversó progresivamente en y hacia la edad media (no era tal entre los griegos, tampoco entre los romanos), comprando ideas propias del oscurantismo que pretende bienes que se convierten en actos de poder y capacidades para someter y esclavizar al prójimo, sin atender que cuánto más densa es el alma, menos capacidades hallará para transmutar el paso esencial.

La creación es un acto genuino de amor. Cuando la interpretación temporal la asume como propiedad, como bien, como poder, se desdibuja y se pierde porque el verbo no puede ser comprado ni tampoco vendido, por ende nunca llevado, mucho menos denigrado. La piedra filosofal guarda el verbo del origen... no siendo propiedad de nadie, al igual que todo lo que existe y rodea al hombre durante su estancia. No eres más que polvo, y a él regresarás... no así tu espíritu... cuánto más te ates a los bienes, más te desatarás del verbo de la gracia de tu vida y de tu tiempo, negando el destino que has escrito en el libro de la vida, ese mismo que has colgado en el árbol de las existencias, que está allí aún cuando ya no lo recuerdes, negando el sentido de aquello que te fue concedido para tu lapso, cuando la certidumbre se torna incertidumbre por la limitación de los sentidos. Ayer ya ha sido, hoy es hoy, aquí, ahora y su circunstancia, pero el mañana aún no llega, no se manifiesta, tampoco se sabe si estaremos en él... o no. Noviembre 14, 2010.-


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