ISLAM | Los detalles de un lugar clave
Dentro del corazón de La Meca
Edición: Mario Viciosa. | Imágenes: A. Figueras
"Lo siento, no os puedo prestar mi conductor mañana, lo mejor es que vayáis en taxi, si Dios quiere no tendréis ningún problema, pero salid temprano". Era el consejo de un alto directivo saudí la tarde anterior, ante la insistencia por ir a conocer la ciudad santa de La Meca, prohibida para todo aquel que no es musulmán.
La hora de salida pactada, las 5.30 de la madrugada, tenía como objetivo evitar aglomeraciones, el calor y tratar de sortear los controles policiales. Tan temprano habría menos probabilidad de que alguien nos detuviera para pedirnos la documentación. Viajábamos dos hombres y dos mujeres, pero entre nosotros no había otra relación que la de compañeros como becarios del programa de Alianza de Civilizaciones de la ONU, y temíamos estar infringiendo alguna norma de las que restringen la libre circulación en el país.
Tampoco todos llevaban un documento que acreditara su condición de musulmanes y que las autoridades podrían exigir al entrar en la ciudad, al no haber nacido en países donde esta religión es mayoritaria.
Sólo una hora en coche separa una mundanal -al estilo islámico- Yeda de la idealizada ciudad sagrada. Para los musulmanes, pisar la tierra natal del profeta Mahoma y estar frente a la Kaaba, en la mezquita Al Haram, hacia la que cada día dirigen sus cinco oraciones es un privilegio y desata un gran torrente de emociones. "La mayoría de la gente que viene por primera vez rompe a llorar en el mismo momento en que ven la mezquita de la Meca, es muy emocionante ver cuánto se conmueven... yo estoy más acostumbrada", dice una joven mequí residente en Yeda.
Los hombres del grupo, un estadounidense de origen cachemir y un francés de padres argelinos, habían logrado hacerse el día anterior en el mercado de la parte vieja de Yeda con la ropa necesaria para realizar los actos rituales islámicos de la visita a La Meca ('Umrah', como se dice en árabe). "¿Está bien puesto?, ¿No se me caerá?", se preguntan mientras ajustaban los imperdibles. El 'uniforme' se compone de dos telas sin costuras, por lo general se usa una especie de toalla o pieza de algodón de color blanco. Las mujeres pueden ir como deseen, siempre cumpliendo con la modestia y pudor que se les presupone a los musulmanes y, eso sí, siempre con el velo islámico.
El taxista, un inmigrante indio, hizo amablemente de guía. Durante el camino, mientras unos dormían y otros iban concentrándose en el propósito religioso con el que afrontaban la experiencia, él daba las claves. "Estaréis dos horas dentro de la mezquita, con ese tiempo podréis hacerlo todo: las siete vueltas a la Kaaba y los recorridos entre los montes de Safa y Marwa. Nos vemos debajo de la Torre del Reloj cuando terminéis, allí os espero 'inshallah' [si Dios quiere]".
"Labbayka la sharika laka labbayk. Inna al-hamd wa-l-ni'amata laka wa-l-mulk. La sharika laka Labbayk", se escuchaba de fondo en el taxi. O lo que es lo mismo: "Dios mío he escuchado tu llamada y he respondido a ella. No tienes igual. Ciertamente Tú eres el único que merece la alabanza. La gracia y el poder únicamente te pertenecen a Tí"... como repiten quienes emprenden este viaje.
En los últimos años, la ampliación de la mezquita así como las ostentosas construcciones circundantes han suscitado encendidas críticas. El peso de la construcción ha corrido a cargo del Saudi Binladin Group, la empresa de la familia del fallecido líder de Al Qaeda. Primero, allá por 1950, se encargaron de la extensión de la mezquita del Profeta en Medina -otra de las paradas de la peregrinación ['Haj']- ; y cinco años después comenzaron con las obras en La Meca.
Se cuestiona que históricas columnas de mármol fueran reemplazadas por otras de piedra artificial, la destrucción de las colinas cercanas y de edificios y con importancia histórica.
"Han arrasado de manera innecesaria. Había que ampliar La Meca para dar cabida al creciente número de peregrinos musulmanes, pero lo han hecho sin respetar el entorno y la naturaleza. Era posible hacerlo mucho mejor", dice el prominente arquitecto y filósofo saudí Sami Angawi, en una entrevista en su casa de Yeda.
Acusa a los líderes religiosos, wahabíes -una de las ramas más rigoristas del islam-, de no haber permitido la conservación de construcciones antiguas, especialmente las relacionadas con el Profeta, para evitar la idolatría.
Como dice el arquitecto, la sombra de la Torre del Reloj, que alberga un lujoso hotel y está rodeado de otras edificaciones comerciales, empequeñece a la Kaaba. "No han aprendido de los errores de otras grandes ciudades de Occidente y están haciendo como si se tratara de un lugar cualquiera cuando en realidad se trata de un santuario, de la casa de Dios".
El reino de Arabia Saudí se enorgullece de su tarea como guardián de dos de los lugares de culto más importantes para los musulmanes y, gustos aparte, nadie discute su importante esfuerzo económico. En 2008 dieron un último impulso. Se emprendió la ampliación para permitir elevar de 44.000 hasta 118.000 el número de peregrinos que podrían hacer los ritos por hora y para que en la zona central de la mezquita, en la que se encuentra la Kaaba, 115.600 personas pudieran rezar a la vez.
El gobierno saudí, a través de su Ministerio de la Peregrinación, gestiona los cupos de visitantes para la peregrinación anual. De media, en los últimos años han recibido 1,7 millones de peregrinos.
El mármol blanco refleja la magnificencia de la mezquita, que tiene tres niveles y en la que se ha pavimentado también el techo para aumentar su capacidad. Al entrar, una mujer policía vestida de negro y con el rostro también tapado revisa los bolsos. Un poco más adelante nos indican que hay que dejar los zapatos. Para ello hay cientos de estantes numerados a los lados de los pasillos que desembocan en el patio central. "Allah akbar" [Dios es grande], se oye sin cesar.
Con los pies descalzos, el calor del suelo se transmite a todo el cuerpo. Tras unas primeras oraciones, los peregrinos circunvalan alrededor de la Kaaba, el pequeño edificio rectangular que es considerado de manera simbólica como la casa de Dios. Las tres primeras vueltas se deben hacer de modo apresurado y las cuatro restantes, andando normalmente.
"¡Bismillahi wa Allahu Akbar!" [En nombre de Dios y Dios es más grande] gritan los peregrinos levantando la mano como un saludo, cuando pasan por las puertas doradas de la Kaaba, justo al lado de la Piedra Negra. Muchos serpentean con fuerza para intentar besar el supuesto meteorito tal como hizo Mahoma.
"Ahora dentro de ella no hay nada, aparte de unas columnas, pero estar allí es muy emocionante", explica un joven saudí, de las pocas personas que han tenido el privilegio de entrar. Él estuvo limpiando su interior, como se hace en contadas ocasiones al año, igual que se cambia la tela negra con versículos del Corán bordados a mano con hilo de oro. En las paredes de las casas de las personas influyentes del país suelen lucir sus retales enmarcados. Y para los anfitriones es un orgullo mostrarlos a sus invitados.
Casi irremediablemente, el grupo se dispersó durante las circunvalaciones. El siguiente ritual es completar siete veces el recorrido que separa las colinas, y que está cubierto dentro del mismo perímetro de la mezquita. Son unos 400 metros, hay desnivel, los pies descalzos acaban doloridos. Algunos andan casi a ciegas con la vista puesta en pequeños libros de oraciones. Entre las imágenes más impactantes está la de los ancianos que hacen el trayecto en carros o sillas de ruedas empujados bien por familiares más jóvenes o por personas a las que pagan -alrededor de 21 euros- para tal servicio.
Los peregrinos recuerdan así cómo Agar, la esposa de Abraham, hizo el mismo recorrido en busca de agua para su hijo Ismael. Tras ir de Safa a Marwa siete veces para ver si hallaba ayuda, dice la tradición que la mujer encontró que en el lugar donde el niño tenía su pie manaba un manantial, el famoso pozo de ZamZam. Así fue cómo el valle árido tuvo vida y permitió que la gente habitara estas tierras, donde se fundó la ciudad de La Meca.
La gente usa el agua de ZamZam a modo de medicina, es el mejor recuerdo que uno puede llevarse de la visita. Dentro de la mezquita hay varios puntos en los que beberla, tanques y vasos de plástico dispuestos para el peregrino. También pensando en su comodidad y seguridad, los equipos de limpieza trabajan sin cesar, literalmente corriendo, acordonan el espacio por áreas y limpian, mientras los caminantes los esquivan como pueden.
El mismo esmero con la limpieza lo hay en los aseos públicos, un enorme espacio en el subsuelo al que se accede mediante escaleras mecánicas: hay cientos de retretes, hileras de grifos en los que hacer las abluciones [limpieza ritual del cuerpo necesaria para rezar]. "Hasta esto parece especial, es increíble que esté tan limpio", dice mi compañera.
Como estaba previsto, el grupo se reencontró con el taxista a la hora fijada, debajo de la Torre del Reloj. Ahí afuera todo seguía igual, pero en el grupo había quien se sentía renacido.
el dispensador dice: la Tierra contiene a miles de millones de seres humanos... todos parecen iguales, pero no lo son... esa misma Tierra contiene un occidente que ha heredado cosas y bienes (los menos por merecimiento, los más por asalto), también contiene una profusa diversidad cultural que hace que "algunos" sean menos iguales que otros y viceversa... también, esa misma Tierra contiene un oriente cercano y otro lejano, donde más allá de las visiones occidentales, hay humildades e inocencias, algunas más iguales y otras más desiguales, sin embargo, a diferencia de occidente, en oriente hay singularidades depositadas debajo de los suelos, que fluyen desde abajo hacia arriba, inundando los aires con perspectivas que no se descubren por estos lares. Para el occidente mediático, siempre atrapado por las urgencias, el mundo se divide en cristianos, judíos y musulmanes... ese mismo occidente declama tolerancias y semejanzas, estirpes y alianzas, diversidades y concordancias, que luego de pronunciadas, se deforman evaporándose de inmediato... entonces prevalecen las intolerancias, las distancias, las herencias en desmedro de los méritos, ciertos oportunismos y muchos más desprecios... a decir verdad, mucho tienen que ver los mensajes de los medios, y otro tanto los del cine. Pero cuando andas por el mundo, vas descubriendo paso a paso, que aquellos mensajes de los medios, tanto como aquellos otros del cine (americano) poco y nada se condicen con realidad alguna, aportando deformaciones antropológicas y sociales que sólo proporcionan mayor longitud a distancias, en muchos casos inexistentes. La Meca es un centro espiritual, de máxima... donde el pensamiento occidental no halla espacios, tampoco cabida. Más allá de las ideas y sus idealizaciones, los valores son bien otros... y las gentes se sintonizan mediante sus miradas y sus gestos... sientes los ojos... sientes las manos... y ello, suele, puede, superar no sólo las diferencias culturales, también las barreras idiomáticas que allí se tornan inexpugnables. Las lenguas madres y sus formas dialectales, impiden cualquier acercamiento fugaz, lo cual implica que "o sientes lo que haces"... o ni siquiera podrás ser catalogado como un "turista". Los detalles son abundantes, tanto que no alcanza con una mirada... y esa primera llevará a una segunda... y esa segunda que reclamará por una tercera... y más, so pena de perderte la esencia de la película de la que te has convertido en espectador, a sabiendas que nunca podrás pertenecer a un paisaje extraño. Allí, todo tiene su tiempo, guarda su tiempo, conserva su ritmo... y lo importante, verdaderamente lo es... importante, ni urgente, ni apurado. Esto es que las cosas tienen entidad propia y eso es lo que les sostiene con un valor que se repite generación tras generación, milenariamente... donde las matemáticas, las geometrías y las alquimias, el arte, la música y la letra, forman parte de las rutinas de cada quien, proporcionándoles a algunos "ciencias", a otros "consciencias", y a muchos, simplemente razones de vida suficientes como para transitar sus días. Traducido: no es un mundo para pasar rápido. Orar no guarda una significancia ligera tal sucede en occidente... la oración, además de personal, está encadenada en "momentos" donde las "resonancias" se sienten. El "unísono" deja de ser un concepto para asumir el rol de sentimiento... y ello se respira. UMRAH es un concierto de "ojos y manos", si aprendes a interpretarlos, comenzarás a descubrir algo que ni imaginabas, o que tal vez, creías escapado de un cuento de las Mil y Una Noches... sí, allí Dios comulga con su creación... y ésta (creación) lo hace con su Dios... y nadie reniega de nada. JUNIO 25, 2012.-
Las puertas de la Kaaba.| A. F.
La hora de salida pactada, las 5.30 de la madrugada, tenía como objetivo evitar aglomeraciones, el calor y tratar de sortear los controles policiales. Tan temprano habría menos probabilidad de que alguien nos detuviera para pedirnos la documentación. Viajábamos dos hombres y dos mujeres, pero entre nosotros no había otra relación que la de compañeros como becarios del programa de Alianza de Civilizaciones de la ONU, y temíamos estar infringiendo alguna norma de las que restringen la libre circulación en el país.
Tampoco todos llevaban un documento que acreditara su condición de musulmanes y que las autoridades podrían exigir al entrar en la ciudad, al no haber nacido en países donde esta religión es mayoritaria.
Sólo una hora en coche separa una mundanal -al estilo islámico- Yeda de la idealizada ciudad sagrada. Para los musulmanes, pisar la tierra natal del profeta Mahoma y estar frente a la Kaaba, en la mezquita Al Haram, hacia la que cada día dirigen sus cinco oraciones es un privilegio y desata un gran torrente de emociones. "La mayoría de la gente que viene por primera vez rompe a llorar en el mismo momento en que ven la mezquita de la Meca, es muy emocionante ver cuánto se conmueven... yo estoy más acostumbrada", dice una joven mequí residente en Yeda.
Los hombres del grupo, un estadounidense de origen cachemir y un francés de padres argelinos, habían logrado hacerse el día anterior en el mercado de la parte vieja de Yeda con la ropa necesaria para realizar los actos rituales islámicos de la visita a La Meca ('Umrah', como se dice en árabe). "¿Está bien puesto?, ¿No se me caerá?", se preguntan mientras ajustaban los imperdibles. El 'uniforme' se compone de dos telas sin costuras, por lo general se usa una especie de toalla o pieza de algodón de color blanco. Las mujeres pueden ir como deseen, siempre cumpliendo con la modestia y pudor que se les presupone a los musulmanes y, eso sí, siempre con el velo islámico.
Rezando en la mezquita de La Meca.| A. F.
El taxista, un inmigrante indio, hizo amablemente de guía. Durante el camino, mientras unos dormían y otros iban concentrándose en el propósito religioso con el que afrontaban la experiencia, él daba las claves. "Estaréis dos horas dentro de la mezquita, con ese tiempo podréis hacerlo todo: las siete vueltas a la Kaaba y los recorridos entre los montes de Safa y Marwa. Nos vemos debajo de la Torre del Reloj cuando terminéis, allí os espero 'inshallah' [si Dios quiere]".
"Labbayka la sharika laka labbayk. Inna al-hamd wa-l-ni'amata laka wa-l-mulk. La sharika laka Labbayk", se escuchaba de fondo en el taxi. O lo que es lo mismo: "Dios mío he escuchado tu llamada y he respondido a ella. No tienes igual. Ciertamente Tú eres el único que merece la alabanza. La gracia y el poder únicamente te pertenecen a Tí"... como repiten quienes emprenden este viaje.
La ampliación, en entredicho
Aparcar fue complicado, hubo que dejar el coche lejos de Al Haram. Desde aquel improvisado aparcamiento, como sucede ya a kilómetros de La Meca, se ve imponente el altísimo edificio del Reloj -mide siete veces más que los minaretes de la mezquita-.En los últimos años, la ampliación de la mezquita así como las ostentosas construcciones circundantes han suscitado encendidas críticas. El peso de la construcción ha corrido a cargo del Saudi Binladin Group, la empresa de la familia del fallecido líder de Al Qaeda. Primero, allá por 1950, se encargaron de la extensión de la mezquita del Profeta en Medina -otra de las paradas de la peregrinación ['Haj']- ; y cinco años después comenzaron con las obras en La Meca.
La Torre del Reloj, en La Meca.| A. F.
Se cuestiona que históricas columnas de mármol fueran reemplazadas por otras de piedra artificial, la destrucción de las colinas cercanas y de edificios y con importancia histórica.
"Han arrasado de manera innecesaria. Había que ampliar La Meca para dar cabida al creciente número de peregrinos musulmanes, pero lo han hecho sin respetar el entorno y la naturaleza. Era posible hacerlo mucho mejor", dice el prominente arquitecto y filósofo saudí Sami Angawi, en una entrevista en su casa de Yeda.
Acusa a los líderes religiosos, wahabíes -una de las ramas más rigoristas del islam-, de no haber permitido la conservación de construcciones antiguas, especialmente las relacionadas con el Profeta, para evitar la idolatría.
Como dice el arquitecto, la sombra de la Torre del Reloj, que alberga un lujoso hotel y está rodeado de otras edificaciones comerciales, empequeñece a la Kaaba. "No han aprendido de los errores de otras grandes ciudades de Occidente y están haciendo como si se tratara de un lugar cualquiera cuando en realidad se trata de un santuario, de la casa de Dios".
El reino de Arabia Saudí se enorgullece de su tarea como guardián de dos de los lugares de culto más importantes para los musulmanes y, gustos aparte, nadie discute su importante esfuerzo económico. En 2008 dieron un último impulso. Se emprendió la ampliación para permitir elevar de 44.000 hasta 118.000 el número de peregrinos que podrían hacer los ritos por hora y para que en la zona central de la mezquita, en la que se encuentra la Kaaba, 115.600 personas pudieran rezar a la vez.
El reto de tocar la Piedra Negra
"¡No me creo que esté aquí! Mi madre empezó a llorar cuando le conté que venía" -dice mi compañera, de origen argelino pero residente en EEUU, y musulmana "poco practicante", según se describe-. Su madre es una de los millones de musulmanes en el mundo que no han podido ir a La Meca por no haber conseguido el visado.El gobierno saudí, a través de su Ministerio de la Peregrinación, gestiona los cupos de visitantes para la peregrinación anual. De media, en los últimos años han recibido 1,7 millones de peregrinos.
Interior de la mezquita Al Haram.| A. F.
El mármol blanco refleja la magnificencia de la mezquita, que tiene tres niveles y en la que se ha pavimentado también el techo para aumentar su capacidad. Al entrar, una mujer policía vestida de negro y con el rostro también tapado revisa los bolsos. Un poco más adelante nos indican que hay que dejar los zapatos. Para ello hay cientos de estantes numerados a los lados de los pasillos que desembocan en el patio central. "Allah akbar" [Dios es grande], se oye sin cesar.
Con los pies descalzos, el calor del suelo se transmite a todo el cuerpo. Tras unas primeras oraciones, los peregrinos circunvalan alrededor de la Kaaba, el pequeño edificio rectangular que es considerado de manera simbólica como la casa de Dios. Las tres primeras vueltas se deben hacer de modo apresurado y las cuatro restantes, andando normalmente.
"¡Bismillahi wa Allahu Akbar!" [En nombre de Dios y Dios es más grande] gritan los peregrinos levantando la mano como un saludo, cuando pasan por las puertas doradas de la Kaaba, justo al lado de la Piedra Negra. Muchos serpentean con fuerza para intentar besar el supuesto meteorito tal como hizo Mahoma.
"Ahora dentro de ella no hay nada, aparte de unas columnas, pero estar allí es muy emocionante", explica un joven saudí, de las pocas personas que han tenido el privilegio de entrar. Él estuvo limpiando su interior, como se hace en contadas ocasiones al año, igual que se cambia la tela negra con versículos del Corán bordados a mano con hilo de oro. En las paredes de las casas de las personas influyentes del país suelen lucir sus retales enmarcados. Y para los anfitriones es un orgullo mostrarlos a sus invitados.
'Fue liberador'
A medida que se realizan las vueltas a la Kaaba sube la emoción. En el camino uno se encuentra con gentes de muy diversas nacionalidades. Sollozos, esperanzas y suspiros en todos los idiomas fluyen como los pasos. "Sientes la 'Ummah' [comunidad] como en ningún otro sitio, todos somos unos, somos iguales. Nosotros y Dios, nada más importa, ni lo que tenemos ni lo que nos falta. Fue liberador", reflexiona un compañero.
A. F.
Casi irremediablemente, el grupo se dispersó durante las circunvalaciones. El siguiente ritual es completar siete veces el recorrido que separa las colinas, y que está cubierto dentro del mismo perímetro de la mezquita. Son unos 400 metros, hay desnivel, los pies descalzos acaban doloridos. Algunos andan casi a ciegas con la vista puesta en pequeños libros de oraciones. Entre las imágenes más impactantes está la de los ancianos que hacen el trayecto en carros o sillas de ruedas empujados bien por familiares más jóvenes o por personas a las que pagan -alrededor de 21 euros- para tal servicio.
Los peregrinos recuerdan así cómo Agar, la esposa de Abraham, hizo el mismo recorrido en busca de agua para su hijo Ismael. Tras ir de Safa a Marwa siete veces para ver si hallaba ayuda, dice la tradición que la mujer encontró que en el lugar donde el niño tenía su pie manaba un manantial, el famoso pozo de ZamZam. Así fue cómo el valle árido tuvo vida y permitió que la gente habitara estas tierras, donde se fundó la ciudad de La Meca.
La gente usa el agua de ZamZam a modo de medicina, es el mejor recuerdo que uno puede llevarse de la visita. Dentro de la mezquita hay varios puntos en los que beberla, tanques y vasos de plástico dispuestos para el peregrino. También pensando en su comodidad y seguridad, los equipos de limpieza trabajan sin cesar, literalmente corriendo, acordonan el espacio por áreas y limpian, mientras los caminantes los esquivan como pueden.
El mismo esmero con la limpieza lo hay en los aseos públicos, un enorme espacio en el subsuelo al que se accede mediante escaleras mecánicas: hay cientos de retretes, hileras de grifos en los que hacer las abluciones [limpieza ritual del cuerpo necesaria para rezar]. "Hasta esto parece especial, es increíble que esté tan limpio", dice mi compañera.
Como estaba previsto, el grupo se reencontró con el taxista a la hora fijada, debajo de la Torre del Reloj. Ahí afuera todo seguía igual, pero en el grupo había quien se sentía renacido.
el dispensador dice: la Tierra contiene a miles de millones de seres humanos... todos parecen iguales, pero no lo son... esa misma Tierra contiene un occidente que ha heredado cosas y bienes (los menos por merecimiento, los más por asalto), también contiene una profusa diversidad cultural que hace que "algunos" sean menos iguales que otros y viceversa... también, esa misma Tierra contiene un oriente cercano y otro lejano, donde más allá de las visiones occidentales, hay humildades e inocencias, algunas más iguales y otras más desiguales, sin embargo, a diferencia de occidente, en oriente hay singularidades depositadas debajo de los suelos, que fluyen desde abajo hacia arriba, inundando los aires con perspectivas que no se descubren por estos lares. Para el occidente mediático, siempre atrapado por las urgencias, el mundo se divide en cristianos, judíos y musulmanes... ese mismo occidente declama tolerancias y semejanzas, estirpes y alianzas, diversidades y concordancias, que luego de pronunciadas, se deforman evaporándose de inmediato... entonces prevalecen las intolerancias, las distancias, las herencias en desmedro de los méritos, ciertos oportunismos y muchos más desprecios... a decir verdad, mucho tienen que ver los mensajes de los medios, y otro tanto los del cine. Pero cuando andas por el mundo, vas descubriendo paso a paso, que aquellos mensajes de los medios, tanto como aquellos otros del cine (americano) poco y nada se condicen con realidad alguna, aportando deformaciones antropológicas y sociales que sólo proporcionan mayor longitud a distancias, en muchos casos inexistentes. La Meca es un centro espiritual, de máxima... donde el pensamiento occidental no halla espacios, tampoco cabida. Más allá de las ideas y sus idealizaciones, los valores son bien otros... y las gentes se sintonizan mediante sus miradas y sus gestos... sientes los ojos... sientes las manos... y ello, suele, puede, superar no sólo las diferencias culturales, también las barreras idiomáticas que allí se tornan inexpugnables. Las lenguas madres y sus formas dialectales, impiden cualquier acercamiento fugaz, lo cual implica que "o sientes lo que haces"... o ni siquiera podrás ser catalogado como un "turista". Los detalles son abundantes, tanto que no alcanza con una mirada... y esa primera llevará a una segunda... y esa segunda que reclamará por una tercera... y más, so pena de perderte la esencia de la película de la que te has convertido en espectador, a sabiendas que nunca podrás pertenecer a un paisaje extraño. Allí, todo tiene su tiempo, guarda su tiempo, conserva su ritmo... y lo importante, verdaderamente lo es... importante, ni urgente, ni apurado. Esto es que las cosas tienen entidad propia y eso es lo que les sostiene con un valor que se repite generación tras generación, milenariamente... donde las matemáticas, las geometrías y las alquimias, el arte, la música y la letra, forman parte de las rutinas de cada quien, proporcionándoles a algunos "ciencias", a otros "consciencias", y a muchos, simplemente razones de vida suficientes como para transitar sus días. Traducido: no es un mundo para pasar rápido. Orar no guarda una significancia ligera tal sucede en occidente... la oración, además de personal, está encadenada en "momentos" donde las "resonancias" se sienten. El "unísono" deja de ser un concepto para asumir el rol de sentimiento... y ello se respira. UMRAH es un concierto de "ojos y manos", si aprendes a interpretarlos, comenzarás a descubrir algo que ni imaginabas, o que tal vez, creías escapado de un cuento de las Mil y Una Noches... sí, allí Dios comulga con su creación... y ésta (creación) lo hace con su Dios... y nadie reniega de nada. JUNIO 25, 2012.-
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