CULTURAL
Byung-Chul Han: «Hoy no se tortura, sino que se "postea" y se "tuitea"»
Día 03/02/2015 - 12.25h
El surcoreano Byung-Chul Han es la nueva
estrella de la filosofía. Sus ensayos son auténticos
«best sellers» que llevan meses en nuestra lista
de más vendidos. Afirma que ha seguido en su
vida, sin saberlo, el significado de su nombre
ABC
Nacido en Seúl, la capital de Corea del Sur, en 1959, Byung-Chul Han engañó a sus padres: les dijo que iba a proseguir sus estudios de Metalurgia en Alemania, pero en realidad fue persiguiendo una pasión que, reconoce, estaba inscrita en su nombre: «El símbolo chino para ‘Chul’ significa, según el sonido, ‘hierro’ o ‘metal’, pero, según el sentido, también ‘luz’. En coreano filosofía significa ‘Chul-Hak’, es decir, ‘ciencia de luz’. De esta manera seguí en mi vida, sin saberlo, el significado de mi nombre».
Estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la de Múnich. Profesor de Filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, lo último que ha publicado en España, y en Herder, la misma editorial que sus anteriores cuatro libros, es Psicopolítica, en el que dirige su mirada crítica «hacia las nuevas técnicas de poder del capitalismo neoliberal, que dan acceso a la esfera de la psique, convirtiéndola en su mayor fuerza de producción».
Siguiendo la pauta establecida por sus primeros ensayos, como La sociedad del cansancio y La agonía del Eros, Byung-Chul Han hace hincapié en que la psicopolítica recurre a un «sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación».
Sentados junto a una ventana que da a la noche, y que le servirá al filósofo para pensar con la mirada perdida durante minutos y minutos, hablamos a tres bandas: las preguntas en español han de ser vertidas al alemán, y viceversa. Tres tés verdes, una mesa cubierta con el ineludible mantel de cuadros rojos y blancos, y una vela temblorosa que acentúa la irrealidad del encuentro. Se nota que no le gustan las entrevistas, y mucho menos los periodistas, aunque indagará sobre el grado de conocimiento de su obra y de su figura en España.
Aunque dice que dispone de todo el tiempo del mundo, al cabo de media hora mirará por primera vez el reloj. La impaciencia le irá reconcomiendo hasta proponer que le enviemos las preguntas por correo electrónico. En dos horas que pasan con una lentitud exasperante, el momento más extraño es cuando a la pregunta de si la filosofía es un género literario o una disciplina científica responde: «Ninguna de las dos».
Entonces ¿qué es la filosofía?
Esa es una pregunta muy difícil.
Tras cuatro largos minutos de silencio contemplando la noche berlinesa intentará una respuesta. Pero tanto la pregunta como la respuesta desaparecerán de la versión final. Eran más de cuarenta los interrogantes que traía conmigo. Tras la criba a la que sometió el cuestionario el filósofo coreano, y que tuvo que sortear con el mejor tino la traductora e intérprete, Elizabeth Rudolph, esto es lo que quedó de la conversación (y de la correspondencia electrónica) con Byung-Chul Han, que llegó con un libro de tapas duras y negras que ocultó bajo sus manos finas y sin anillos. Hasta que lo abrió para precisar una idea: era una de sus obras.
¿El verdadero filósofo es un aguafiestas, el encargado de difundir un mensaje que no se quiere escuchar?
Pienso que la gente que lee mis libros se siente muchas veces personalmente atacada. Algunos los leen casi como una biblia, pero otros los rehúyen como el diablo del agua bendita. Mis libros sacuden el sobrentendido en el que muchos se han acomodado. Concentran la atención de la gente en la parte interior fea, la que se oculta tras la bonita fachada. Dejan al descubierto ilusiones fatales. «Aguafiestas» sería un término demasiado suave.
En «Psicopolítica», su último ensayo, dice que la libertad ha sido un episodio, que vivimos en una luminosa e interconectada ilusión de libertad que en realidad no es más que una voluntaria esclavitud de soledades sin fin, y que, aunque queramos despertar, no podemos. ¿Es tan terrible nuestra realidad?
Vivimos realmente en una ilusión de libertad. No somos tan libres. Se ve que la comunicación que se considera libertad se transforma en vigilancia. Comunicación y transparencia también provocan una obligación a la conformidad. Hoy tenemos la impresión de que no somos sujetos sometidos, sino un proyecto que siempre se renueva, se reinventa y se mejora sin cesar. El problema es que este proyecto, en el que se convierte el sujeto sometido, se revela como figura forzada. El yo como proyecto revela coerciones del propio yo, que se reflejan, por ejemplo, en el aumento del rendimiento o la optimización. Vivimos en una fase histórica particular, en la que la propia libertad genera coerciones.
¿Por qué son tan breves sus libros? ¿Para no contribuir a la sociedad del cansancio?
Hace poco, en el periódico Die Zeit se publicó una entrevista en la que fui presentado como alguien capaz de derrumbar con pocas palabras construcciones enteras de pensamientos que sostienen nuestra vida cotidiana. Entonces ¿por qué hace falta escribir libros voluminosos? Se escriben libros voluminosos porque al autor no se le ocurren aquellas pocas frases con las que echar por tierra el mundo. Es un progreso que mis libros sean cada vez más breves.
¿Sus obras ayudan con su claridad a entender el momento en que vivimos porque la gente está muy perdida y sus libros iluminan esta perdición?
Asegura que el capitalismo huye hacia el futuro, se desmaterializa, se convierte en neoliberalismo y convierte al trabajador en empresario que se explota a sí mismo en su empresa. ¿No hay salida? ¿Es pertinente volver a hacerse la pregunta ‘qué hacer’?
Resulta que el sistema neoliberal es muy estable e inquebrantable. Nos sentimos libres mientras nos explotamos a nosotros mismos. Esta libertad imaginada impide la resistencia, la revolución. El neoliberalismo aísla a cada uno de nosotros y nos hace empresarios de nosotros mismos.
El Muro de Berlín era tan real, y letal, como la «guerra fría». ¿Qué le dicen sus escombros?
Durante la época del Muro existía un enemigo con el que se estaba en guerra. Este enemigo ya no existe. Hoy la gente está en guerra consigo misma. Hoy estamos en una guerra sin muro y sin enemigo.
En «La agonía del Eros» convoca a Barthes y sus «Fragmentos de un discurso amoroso» para hablar del otro que hace temblar el lenguaje. ¿Ha experimentado ese otro que hace temblar el lenguaje? No lo digo desde una curiosidad impúdica, periodística, sino filosófica: ¿ha de experimentar, sentir, el filósofo lo que dice?
Yo no tengo smartphone. Sin embargo, escribí mucho sobre ello. Lo importante para la filosofía no es la experiencia personal, sino la capacidad imaginativa. Mediante la imaginación es posible ver las cosas más claras que mediante la experiencia directa.
¿Se equivocó Orwell, como tantos otros visionarios? ¿El sistema se ha dado cuenta de que resulta mucho más fácil seducir que obligar, encuentra voluntarios por doquier para convertirse con entusiasmo a la autoexplotación?
La técnica de poder del sistema neoliberal no es ni prohibitiva ni represiva, sino seductora. Se emplea un poder inteligente. Este poder, en vez de prohibir, seduce. No se lleva a cabo a través de la obediencia sino del gusto. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y consuma, o incluso mientras pulse el botón de «me gusta». El poder inteligente le hace carantoñas a la psique, la halaga en vez de reprimirla o disciplinarla. No nos obliga a callarnos. Más bien nos anima a opinar continuamente, a compartir, a participar, a comunicar nuestros deseos, nuestras necesidades, y a contar nuestra vida. Se trata de una técnica de poder que no niega ni reprime nuestra libertad sino que la explota. En esto consiste la actual crisis de libertad.
Trae a colación una cita de Peter Handke: «La inspiración del cansado dice menos lo que hay que hacer que lo que hay que dejar». ¿Se podría extraer de ahí un proyecto político y filosófico?
Tal vez. La política de hoy carece de inspiración. Durante el estado de hiperactividad continúa lo que predomina bajo la bonita ilusión de la falta de alternativas.
Si no he leído mal, dice que cuando la transparencia se convierte en teología acaba sirviendo de justificación ética al neoliberalismo y que, sin limitaciones de índole moral, la transparencia acaba al servicio de una economía insaciable. ¿Es así? ¿Pero no nos sirve también la transparencia como herramienta para limitar la natural tendencia del poder a la mentira y el abuso?
A partir de «Melancholia», la película de Lars von Trier, dice que solo un apocalipsis, una catástrofe, podría liberarnos del infierno de lo igual. ¿Qué tipo de catástrofe? ¿Una revolución?
A partir de la protagonista de la película, Justine, se entiende lo que digo: es depresiva porque está absolutamente agotada, fatigada de sí misma. Toda su libido se dirige contra su propia subjetividad. Por eso no es capaz de amar. Y de repente aparece un planeta, el planeta Melancholia. La llegada de la alteridad puede suponer un apocalipsis en el infierno de la igualdad. El planeta mortífero se muestra a Justine como lo totalmente distinto que la arranca del pantano del narcisismo. Ante el planeta letal casi revive. Descubre también a los otros. De tal manera se entrega amorosamente a Claire y a su hijo. El planeta desata un deseo erótico. Eros, como relación con lo totalmente distinto, elimina la depresión. El desastre implica la salvación. Por cierto, la palabra «desastre» tiene su origen en la palabra latina desastrum, que significa «no estrella». Melancholia es una no estrella.
¿En qué medida es «Cincuenta sombras de Grey» uno de los síntomas de nuestro malestar, del amor como rendimiento, como inversión calculada y positiva, de la que ha sido extraído todo riesgo, toda sombra, toda negatividad, todo peligro, todo dolor?
Hoy todo se convierte en objeto de rendimiento. Ni siquiera el ocio o la sexualidad pueden rehuir el imperativo del rendimiento. Pero el Eros supone una relación con lo otro, más allá del rendimiento y de las habilidades que se tengan. Ser capaz de no ser capaz es el verbo modal del amor. El estar en manos de alguien y la posibilidad de resultar herido forman parte del amor. Hoy se trata de evitar cualquier herida cueste lo que cueste.
¿Quién es Byung-Chul Han?
Adorno dijo que los nombres son iniciales que no entendemos pero a las que obedecemos como a nuestro destino. El símbolo chino para «Chul» significa, según el sonido, «hierro» o «metal», pero, según el sentido, también «luz». En coreano filosofía significa «Chul-Hak», es decir, «ciencia de luz». De esta manera seguí en mi vida, sin saberlo, el significado de mi nombre. Llegué a Alemania porque fui admitido por la Universidad Técnica de Clausthal-Zellerfeld, cerca de Gotinga, para estudiar Metalurgia. A mis padres les había dicho que iba a continuar mi carrera de Metalurgia en Alemania. Tuve que mentirles porque no me habrían dejado irme. Me marché a otro país cuyo idioma entonces no sabía ni hablar ni leer y me lancé a una carrera completamente diferente: Filosofía. Fue como en un sueño. Entonces tenía veintidós años. Ahora soy profesor de Filosofía en Berlín.
en pocos años,
demasiado escasos,
para la humanidad como raza,
para la humanidad y sus trazos,
todo se ha atado a una tecla,
a una pantalla que no admite quejas...
a un silencioso ida y vuelta,
que ha modificado los hilos neuronales,
pero que además está condicionando,
los circuitos cerebrales...
el ser humano está perdiendo,
la lógica del pensamiento matemático...
el ser humano ha perdido,
la filosofía del ser cuántico...
el ser humano se está extraviando,
en una red que lo está controlando...
en medio del desconcierto,
los vínculos humanos ya no son puentes,
no son cuerpos,
no son alientos,
no respiran a vida,
tampoco interpretan el valor de la muerte,
todo es cuestión de parecer,
un estar a pesar de verse ausente,
una cuestión de creer sin necesidad de comprometerse,
un tema de pertenecer sin siquiera estar presente...
detrás de la tecla,
del encendido y apagado,
de la voluntad que se va tostando,
del esfuerzo que se va desiluminando...
se van apagando los pocos,
y otros seres van dominando...
no tienen forma humana,
ni siquiera son visibles para el ojo desacomodado,
ellos toman posición,
porque no beben...
no necesitan de los humedales...
porque no respiran...
prescinden de oxígenos y de hidrógenos... sean livianos o pesados...
porque no necesitan comer,
porque su energía proviene,
de alimentarse de los genios desperdiciados...
y poco a poco van avanzando,
sobre lo que antes era humano,
deshumanizándolo,
empleando para ello el poder,
y el rostro desfachatado,
que no dice nada a nadie,
pero asalta todo lo injustificado...
una nueva manera de verse esclavizado...
un nuevo mecanismo para te vayas aislando...
hasta terminar encerrado...
y ahora viene un nuevo ángulo,
de una geometría desconocida,
por cualquier ser humano,
ignorante, mediocre o soberbio descuidado...
se viene el momento en que la luz,
al detenerse por completo,
detendrá el tiempo... que se verá separado...
y entonces ya no habrá tecla,
ni conexión con el de aquí al lado,
con el de más allá,
con el de ningún lado...
y todo se pondrá complejo,
y de complejo complicado...
porque de pronto no habrá más conciertos,
para los coros humanos...
y estos deberán verse,
nuevamente transplantados,
sin ser conscientes de lo ocurrido,
porque impera el sentido de lo "aislado"...
cuidado con las valencias...
cuidado con la luz...
porque del tiempo se está separando...
y el humano sigue como si nada,
porque la soberbia lo está matando.
FEBRERO 03, 2015.-
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