El arte en tiempos de corrección política
La decisión de tapar los cuadros del Parlamento canario sobre el sometimiento de los guanches abre el debate sobre si se deben aplicar criterios actuales para interpretar obras del pasado
'De español e india nace mestiza', de José Joaquín Magón (segunda mitad del siglo XVIII). MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA
Madrid
En 2009, Jaén inauguró el Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa, encargado al gestor cultural Manel Miró, quien recuerda: “Las cartelas explicativas buscaron un lenguaje contemporizador, que no incidía en la conquista de la España musulmana, sino que hablaba de reinos moros y cristianos. Esto recibió muchas alabanzas, menos del entonces diputado del PP Esteban González Pons, quien dijo en su blog que si él hubiera vivido en aquella época ‘habría cargado contra los innumerables guerreros del desierto y el parapeto de cadenas y diez mil esclavos del califa”.
De cualquier modo, los héroes y los villanos cambian según las épocas. De ahí la polémica suscitada en el Parlamento canario debido a dos pinturas que presiden su sala de plenos, en las que se representa la conquista castellana de los guanches y la entrega de una princesa, algo que ofende a algunos políticos. “A finales del siglo XIX y principios del XX se hacían obras historicistas que reflejaban las ideas del momento, y entonces estaba de moda ser español”, explica Concha García, directora del Museo de América de Madrid.
“Juzgar con criterios de este siglo las obras de otros anteriores no tiene sentido”, zanja García. Y recuerda que cuando Hernán Cortés llegó a México le regalaron a una mujer india que ya antes había sido vendida. “En el caso de Canarias, yo diría que hay más ofensa en el uso de la mujer como moneda de cambio, ya sea indígena, insular o goda”. “Una ofensa es una metáfora, no una descripción de la realidad”, dice el catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia Jesús Mosterín. “La gente se ofende en la medida en que se identifica con algo, por ejemplo con los guanches”. “Lo único objetivo es la investigación científica. Si vamos a la historia del arte y hacemos números, una gran mayoría de las obras son políticamente incorrectas, ya que han sido encargadas por dictadores tremendos”. Y mete en el mismo saco el monasterio del Escorial, el Valle de los Caídos o las pirámides de Egipto. Ni le ofenden ni aboga por su destrucción.
Concha García tiene la impresión de que detrás de todo esto “hay una utilización política más que un verdadero sentimiento”.
¿Qué se debe hacer entonces con los cuadros canarios? “Si se decide taparlos tendríamos que empezar a poner cortinas en medio país”, sostiene Antonio Tejera, catedrático de Arqueología de la Universidad de La Laguna. Para la conservadora del Museo Nacional de Antropología (Madrid) Patricia Alonso esas pinturas recuerdan lo que ocurrió en el pasado, y cree que “lo importante es que se conserven bien, también se puede añadir un texto explicativo”.
El Rijksmuseum de Ámsterdam modificó en 2016 hasta 300 títulos de obras porque tenían palabras que podían herir sensibilidades: enano, negro, esquimal por inuit, etcétera.
Tapar fue lo que hizo el Parlamento andaluz cuando inauguró su actual sede en 1992. Un crucificado que pertenecía al edificio, antiguo hospital católico, quedó tras un cortinón con el escudo autonómico. La cosa religiosa en el edificio más público de toda Andalucía abre un debate distinto: Xavier Collel, sociólogo de la Universidad Pablo de Olavide, considera que no deben existir símbolos religiosos en instituciones aconfesionales o edificios públicos en una sociedad tan diversa como la actual. Entiende que no es una cuestión de arte, sino religiosa.
El caso de Santiago Matamoros en la capital gallega también es religioso, pero en esta ocasión lo políticamente correcto estalló tras los atentados del 11-M en 2004. El santo está en un recinto católico, pero el cabildo consideró entonces que no era muy edificante la figura del santo a caballo pateando sarracenos. Unas flores intentan tapar hoy ese suplicio.
El negro de Banyoles
Ocho años tardaron en enterrar en Botsuana al Negro de Banyoles desde que saltó la polémica en 1992. El indígena africano embalsamado se exponía en ese pueblo de Girona que ese año era subsede olímpica y aquel negro allí... “Los museos antropológicos cuidamos mucho las cuestiones éticas porque exponemos objetos sagrados y restos humanos”, dice Patricia Alonso. El museo está cambiando parte de la cartelería “porque hoy resulta racista”. Pero hay una pintura titulada De español e india nace mestiza por la que han recibido críticas por el uso de la palabra india, “cuando los movimientos indígenas la reivindican”, señala Alonso.
Los excusas para instaurar una corrección política surgen por cualquier motivo. Después de Banyoles, Barcelona no ha parado con lo políticamente correcto. En 2009 se cerró el Museo Militar de Montjuïc y se retiraron valiosas piezas. En 2012 el Parlament tapó el escudo borbónico de la fachada del edificio, construido por Felipe V. En septiembre de 2016 se retiró un cuadro de la reina María Cristina y su hijo Alfonso XIII del salón de la Reina, que pasó a llamarse, desde septiembre de 2016, Carles Pi i Sunyer, alcalde republicano de Barcelona.
Mosterín no se anda con tantos miramientos. “La mayor empresa de automóviles europea es Volkswagen, impulsada por los nazis. Si yo me compro un coche me importa un bledo si fue Hitler o el Papa quien le puso nombre. Me fijo en otras cosas”.
Con información de Raúl Limón (Sevilla), Silvia R. Pontevedra (Santiago), José Ángel Montañés (Barcelona) y Octavio Toledo (Tenerife).
“LA PINTURA NO ES CIENCIA, ES FICCIÓN”
Ante la ofensa que puede causar una obra de arte o las sensibilidades que pueda herir, el filósofo Jesús Mosterín defiende que lo que ocurre en los cuadros o dibujos históricos, sencillamente, no es ciencia: “Hay que distinguir: lo que sí que es objetivo es la investigación científica, luego están las historias que se cuentan de algunos personajes, que sean más o menos reales no impide que haya quien se pueda sentir identificado con ellas, lo que lleva al agravio, que es totalmente subjetivo”.
La polémica le parece absurda, lo compara con la posibilidad de ofenderse o asustarse al ir al cine y ver cómo se mata a gente en una película policiaca. “Ya sabes que has ido al cine. La historia del arte no es ciencia. Los creadores pueden representar las cosas como quieran y nadie tiene motivo para sentirse ofendido. La diferencia entre el arte y la ciencia es que el primero es ficción. A diferencia de las revistas científicas-históricas en las que lo que se afirma, ya sea verdadero o falso, pasa unos mecanismos de control y al menos otro experto lo revisa”.
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