jueves, 19 de julio de 2018

18 novelas negras para el verano | Cultura | EL PAÍS

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18 novelas negras para el verano

'Thrillers', clásicos contemporáneos o revisitados y alguna sorpresa: seleccionamos propuestas de todo tipo para disfrutar de las lecturas estivales

18 novelas negras para el verano

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Es cierto que ha pasado una parte del verano, pero no lo es menos que muchos todavía tienen por delante las vacaciones y que los libros recomendados se pueden leer en cualquier momento del año. La selección nos lleva de paseo por algunos de los últimos thrillers que han llegado a las librerías, por algunos clásicos contemporáneos que, ay, ya se fueron y por alguna apuesta algo más particular. Habrá muchos más, es increíble lo que se está publicando cada semana, pero esto es, como siempre, lo que he leído y, en una u otra medida, disfrutado. La lista podría ser más larga, pero me he quemado las pestañas leyendo cosas que no valían en este hipersaturado mercado que sufrimos.
Pasen, lean, opinen y disfruten.

Cuatro thrillers playeros

La desaparición de Stephanie Mailer, Joel Dicker (Alfaguara traducción de M.T. Gallego y A.García). He dudado mucho en qué categoría poner este libro pero creo que aquí es donde mejor pega. En esta ocasión el autor de La verdad sobre el caso Harry Quebert o El libro de los Baltimore se despega de su personaje Marcus Goldman para elaborar una oda al policial clásico en el que se parte de la desaparición de una periodista que investigaba el asesinato del alcalde y toda su familia en una idílica localidad de los Hamptons para escarbar en las miserias de la condición humana a través de un complejo entramado de secretos, mentiras y envidias que va y viene en el tiempo con fluidez. Creo que es un thriller notable. No por haber tenido éxito deja de merecer la pena.
El cuarto mono, (Destino, traducción de Julio Hermoso ). Hay veces que lo que apetece es leer sin descanso, atrapado por algo no muy exigente. Si ese es su caso, aquí tiene una buena opción. Una novela de psicópata pero con uno que cala y con un ritmo muy conseguido (pese a algunos golpes de efecto excesivos) en la que sabes que lo que está pasando no es exactamente lo que estás viendo, en la que te esperas un salto que al final viene pero por donde crees. Tiene dos partes, un procedimental bien llevado y unos diarios escritos por el malo y que, si al principio chirrían, después se convierten en lo más extraño y atractivo de la novela.
El triciclo rojo, V. Hauuy, (Grijalbo, traducción de Nuria Petit). Otra apuesta thriller playera- piscinera. En este caso nos encontramos con un policía machacado por un accidente y la muerte de su mujer mientras perseguía a un malo muy malo. Lo bueno es que este policía, retirado del servicio, es un freakobsesivo y con ciertas capacidades que no sabe si lo que ve es parte de su trauma o de sus virtudes. La trama va y viene con lo suficiente para quien no quiera muchas exigencias, la investigación está bien llevada y sin muchas trampas y la reflexión sobre la identidad es interesante.
No culpable, Viveca Sten (Maeva). En este caso he contado con la ayuda de Isabel Valdés, compañera y gran lectora, que dice: “Limpia, clara, cotidiana y brutal. Así es la tercera entrega de la serie negra que Viveca Sten (Estocolmo, 1959) comenzó con En aguas tranquilas (Maeva, 2016) y Círculos cerrados (las dos en Maeva) y que tiene como protagonistas a Thomas Andreasson y Nora Linde. Esta vez, la isla de Sandhamn, en el archipiélago de Estocolmo, es el escenario descarnado de dos historias separadas, pero pespunteadas, por un siglo. ¿Cómo desaparece alguien en un lugar diminuto que podría recorrer con los ojos cerrados? ¿Por qué? ¿Y qué tiene eso que ver con la historia de una familia que vivió más de cien años antes? No culpable es una narración separada de cualquier floritura, pelada y rellena de intrahistorias y detalles que arriman al lector a espacios conocidos con un fondo siempre abrupto, el invierno y la oscuridad nórdica. ¿El final? El final en este libro es de verdad el final, Sten logra no adelantar al culpable a mitad de la novela, y en esa dilatación para revelar la verdad se mueve el ansia de quien devora páginas para llegar hasta ella".
En esta categoría, Berna González Harbour nos recomendaba fervientemente La mujer en la ventana, de A.J Finn, que ha arrasado en medio mundo. La creadora de la comisaria Ruiz nos daba, sin embargo, argumentos más sólidos que ese.

'Thrillers' con algo, mucho, más

Infiltrada, D. B. John (Salamandra, traducción de Javier Guerrero). De principio a fin, el mejor thriller de este año. Una visión bestial y surrealista de la pesadilla norcoreana. Política, espionaje y acción en una novela en la que no falta de nada: ambición literaria, ritmo y un conocimiento extenso de lo que trata. No sé si me gustan más algunas de las estampas hilarantes que muestra o algunos de los personajes secundarios, tan bien trazados que cuando crecen porque la trama lo pide adquieren un sentido distinto.
Les dejo la entrevista que le hice al autor en la que desgrana algunas de las maldades de este régimen surrealista.
Hermana, R. Lupton (Principal de los libros, traducción de María Alberdi). Un libro que recurre al tema del ser querido desaparecido (han salido varios últimamente), pero que lo hace desde unos presupuestos interesantes y con un desarrollo sorprendente. La voz de la protagonista, que busca a su hermana  –y no podemos decir más sin cargarnos las primeras 80 páginas– está en una valiente primera persona. Las apelaciones de la hermana a la desaparecida, a lo que las une, a lo que pensaría en caso de estar allí con ella, están hechas en segunda persona. Los tiempos se entremezclan sin que estén fijados como en una película, de manera sutil y eficaz. En contra, quizás, el hecho de que sea demasiado concienzudo, casi redundante, en algunos planteamientos.
Los Caín, Enrique Llamas (ADN). Si van al pueblo este verano, esta es su novela. Suponemos que su pueblo no es como este, que allí no hay un mal indeterminado inserto en la gente, que no se encuentran ciervos despanzurrados en la plaza del pueblo. Pero lean esta novela y verán algo de su España. Somino es un pueblo en mitad de Castilla en la década de los setenta, un sitio algo dejado de la mano de Dios en el que una mitad, los de El Teso, odian a la otra mitad, los de El Llano, y así llevan desde que los más viejos recuerdan. Violencia, silencios y desprecios gobiernan la vida de esta gente hasta que llega Héctor, el nuevo maestro, un chico del barrio de Salamanca de Madrid, el elemento disruptor. Prueben. Es una primera novela, pero no lo parece.
Si les interesa, aquí pueden leer la entrevista que hice con el jovencísimo autor.

Inclasificables

Una pizca de maldad, Ah Yi (Adriana Hidalgo Editora, traducción de Miguel Ángel Petrecca). La historia de un adolescente que se aburre y que no espera nada de la vida. Un tipo que se dedica a deambular, masturbarse y delinquir. Un libro distinto de verdad, contado desde la maldad, con un humor sucio. Para los que no quieran leer algo resultón en la playa.
Muerte contrarreloj, Jorge Zepeda Patterson (Destino). El escritor y periodista mexicano deja a un lado a Los Azules, aquel grupo de personajes a través de los que se veían las tripas de la miseria corrupta que asola México, para bucear en otras miserias y grandezas, las del ciclismo. Y lo hace con el pulso de sus novelas criminales, siempre tan bien llevadas, y el amor que tiene alguien por un deporte mítico y maltratado. Un cambio de registro que gustará a quienes busquen un buen misterio y a quienes hayan leído ya antes Los corruptores o Los usurpadores.
Aquí les dejo el excelente reportaje de mi compañero Carlos Arribas, que compartió con él varios días en el pelotón.
E inclasificable es sobre todo Fred Vargas. Si no han leído su última novela –Cuando sale la reclusa (Siruela, como todas las demás)–  vayan corriendo a por ella. Si no la han leído nunca, empiecen por esta o por cualquier otra. Disfrutarán de una calidad literaria y una originalidad poco comunes.
Y extraño, conmovedor y divertido es Las gafas negras de Amparito Conejo (La Huerta Grande), por si les apetece un cómic o novela gráfica o como quieran llamarlo. Aquí les cuento más.

Dos despedidas por todo lo alto

Azul de Prusia, Philip Kerr (RBA, traducción de Eduardo Iriarte). Voy a hacer como mi compañero y admirado Jacinto Antón y me voy a dejar este penúltimo Kerr, que también sabemos que será el penúltimo Gunther, para el verano (me soplan que queda otro en la editorial en inglés). Pero lo puedo recomendar ya a todos los amantes del cínico y chandleriano detective, buscavidas, melancólico perpetuo. En este caso huye de la Stasi en 1956 mientras rememora otro caso de 1939.
Les dejo el obituario que le escribió el propio Antón y otra historia genial sobre algunas de sus novelas.
Y, de Yesterday, Sue Grafton (Tusquets, traducción de Victoria Ordóñez). Hace unos años me dijo esta mujer independiente, brillante y genial que era optimista y que terminaría sin problemas el alfabeto criminal. La vida juega pasadas muy sucias y esta lo fue y Grafton nos dejó antes de rematarlo. Esta última historia de Millhone tiene lo mejor de todas las anteriores: un procedimental perfecto, un gran personaje y humor. Me costó leerlo porque sabría que no habría más.

Clasicazos versión lujo

Relatos, Patricia Highsmith (Anagrama, traducción de Maribel de Juan). Alguien podrá decir que siempre que elaboro una lista incluyo a esta señora, pero no podrá darme una razón para que no lo haga. En esta ocasión, gracias a la colección Compendium de Anagrama  –qué joyas están sacando– tenemos esta recopilación de cuentos de la gran maestra del crimen, del mal metido en lo cotidiano. Dice Grahame Greene en el prólogo que la literatura de Highsmith trata, sobre todo, de la aprehensión. No puedo estar más de acuerdo. Lean, si no, el primer cuento, El observador de caracoles. O cualquiera de Pequeños cuentos misóginos. Luego, miren a su alrededor y verán cómo ya no ven la realidad de la misma manera. Me he guardado algunos para seguir este verano. Pura literatura.
Detalle de la portad de 'Relatos'
Detalle de la portad de 'Relatos'
La dama de blanco, Wilkie Collins (Navona, traducción de Miguel Martínez-Lage). La locura editorial de Pere Sureda le lleva a traernos ahora, tras el lujo de La piedra lunar, esta otra novela fundacional del género. Bien editada, con esa delicada cubierta en tela, y bien traducida. Novela epistolar publicada por Collins por entregas al más puro estilo Dickens, esta obra tiene la ambición, la originalidad y la calidad de las grandes novelas. Y Walter Hartright es inolvidable.

Coda: dos ensayos duros y necesarios

Porque no todo tiene que ser evasión en estas épocas, ofrecemos a quien quiera aprovechar para ahondar un poco más en las miserias contemporáneas, dos ensayos que, por diversas razones, merecen la pena.
El dolor de los demás, M. A. Hernández (Anagrama). En un país en el que la no ficción criminal está todavía en pañales, a pesar de algunos grandes ejemplos, encontrarse con este libro, tan duro como necesario, es una satisfacción. Se trata de la historia del propio escritor, ahí detrás están Carrere y otros, que vuelve a su pueblo de la huerta murciana para intentar entender, más que investigar, por qué su mejor amigo mató a su hermana una nochebuena de hace 20 años antes de suicidarse. Un libro que es una indagación personal, un ejercicio de estilo, un intento desesperado por comprender cosas que, igual, son incomprensibles. El estilo literario, la tensión que sabe imprimir Hernández al texto y la acertada mezcla de géneros hacen de este libro un ejemplo indispensable en el panorama negrocriminal español.
El proxeneta, Mabel Lozano (Alrevés). La historia de la prostitución en España como nunca había sido contada. Desde los chochales - el nombre lo dice todo- a los grandes burdeles; de los chulos a la trata, la voz detrás del personaje que nos ofrece esta descripción es la de un tipo que dominó el negocio de la prostitución en España durante décadas. “Había que darle la voz este tipo de gente. Se la hemos dado mil veces a las víctimas y no ha servido”, me contaba recientemente la autora. Hay que tener estómago para meterse en un libro que también apunta a los colaboradores indispensables (notarios corruptos, periodistas, médicos...etc) y, claro, a los clientes. Necesario.

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