NARRATIVA
El alquimista de ficciones
El rescate de la obra narrativa de John Fowles supone la recuperación de un universo que juega con los géneros
'La torre de Babel' (1563), de Brueghel el Viejo. DE AGOSTINI / GETTY
La torre de ébano y otros cuentos memorables, o la torre de marfil en la que pergeña el gran John Fowles (1926-2005) su alquimia narrativa, o la torre de Babel en la que reúne a sus personajes cosmopolitas, o la torre de Pisa como metáfora de la inclinación que siempre se observa en su narrativa, jamás conforme con ninguna predictibilidad, o la torre maestra desde la que defiende con gallardía las claves del artificio de armar ficciones, algunas de las cuales reveló en ese libro mágico que es El árbol (1979), a medio camino entre el ensayo y las memorias, que Impedimenta felizmente recuperó también en 2015 —Sexto Piso acaba de hacer lo propio con El coleccionista con traducción de Andrés Barba—. Otras las reveló en su obra maestra, La mujer del teniente francés(1969), prodigio metaficcional y seguramente una de las novelas técnicamente más ambiciosas y seductoras de la segunda mitad del XX.
La torre de ébano (1974), que Plaza & Janés publicó en 1976, merece esta segunda vida porque alberga todas las virtudes del narrador británico como una suerte de epítome, pero sobre todo porque su primera vida fue injustamente discreta. El volumen reúne cuatro nouvelles y Eliduc, la caprichosa traducción que Fowles quiso hacer de uno de los lais de María de Francia, el breve poema narrativo medieval del caballero bretón Eliduc y sus lances en el tornadizo terreno filográfico. “Una nota personal” hace las veces de preliminar que, lejos de constituir un paratexto al uso, refleja la personalidad poliédrica del autor, capaz de entusiasmarse con un texto tan aparentemente remoto y de quejarse, enzarzado en cuestiones exegéticas, porque “la crítica académica moderna está ciega ante las relaciones [textuales] que son más emocionales que estructurales”.
Los relatos que acompañan Eliduc realmente compendian la narrativa de ficción de Fowles, siempre cosmopolita y con frecuencia francófila (esa misma francofilia británica que ya tuvieron Graham Greene o Lawrence Durrell y que han continuado otros narradores como McEwan o Barnes), exhibiendo sin excepción una deliciosa impostura, dispuesta a una constante intriga encubierta, encubriendo lecturas míticas y recordándonos que la savia del árbol literario es el lenguaje, siempre poseída por una precisión que no es metafísica como la de Bernhard ni sentimental como la de Modiano, sino pictórica.
Buen ejemplo de ello es el caso de ‘La torre de ébano’, que cuenta las insólitas circunstancias que le depara a un joven pintor y crítico de arte su visita al viejo maestro Henry Breasley, un texto en el que, con enorme tensión narrativa, la erudición artística (de Uccello a Ensor) se trenza, por decirlo de algún modo, con la fruición carnal (del ménage a una idea sumamente nabokoviana de la perversión). En ‘El pobre Koko’ Fowles juega con las convenciones del relato de suspense (y con el arquetipo del escritor) de la mano de un autor que es víctima de un vandalismo cuya arcana naturaleza el lector no es capaz de imaginar. ‘La nube’, posiblemente el mejor relato del volumen, nos introduce en el largo y enmarañado día de verano de una idílica Francia meridional por el que deambula la amarga soledad de una joven inglesa. La de Fowles es verdadera literatura de altos vuelos, lúdica hasta la saciedad, que la fina ironía y las traviesas estrategias del autor parecen haber convertido en la ilusión de una literatura en vuelo rasante.
La torre de ébano. John Fowles Impedimenta, 2018 400 páginas. 22,80 euros.
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