Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
DE LAS VELAS
Lo de la barca no es figurativo… lo sabían los antiguos humanos y le daban
tal importancia que tenía rollos específicos con conocimientos conservados en
Alejandría… que venían desde tiempos antiquísimos cuidadosamente preservados
para que fuesen legados a las nuevas generaciones… los nubios le decían la
barca “Selquet”… pero ellos habían recibido dicho nombre de otras culturas, y
su existencia se pierde en la noche de los tiempos, porque en realidad, llegó
junto con la humanidad traída a la Tierra al producirse el trasplante… Selquet
es trilogía: alma, espíritu y consciencia… cada trilogía dan forma a un ser que
está más allá de un cuerpo… y dicha trilogía compone una esencia gaseosa por
excelencia, que de vez en cuando toma densidad, pero cuya condición gaseosa es
parte de la eternidad… allí reside la verdadera vida… donde la Tierra es sólo
un paso, una ocasión, un tiempo y un espacio limitados donde se transita un
destino y no más que eso…
La barca tiene un casco compuesto por el espíritu… la vela es el alma… y
el timón es la consciencia… se mueve a una velocidad constante… porque los
océanos que navega son cósmicos, aún cuando parezcan terrestres no lo son, es
un eterno viaje entre estrellas, entre mundos, siguiendo la dirección de
cuerdas invisibles que conectan el todo hasta en sus mínimos detalles… de ese
modo se recorre un universo, la mitad de un universo o mucho más de un
universo… sin necesidad de naves espaciales ni de costosas aventuras que sirven
para justificar gastos pero que no conducen a ninguna parte… entonces, una vez
más te recuerdo, en el universo visible así como en los intangibles, nada se
compra y nada se vende, porque existe consciencia universal que el todo no
pertenece a nadie más que la creación, porque existe consciencia universal que
lo que tiene valor moneda agrega peso al ego, pero no suma consciencia, sino
que resta alma… porque existe consciencia universal que cada espíritu es tal en
cuanto existe otro espíritu equivalente, y que sin tal equivalencia, un
espíritu en soledad no es más que una letanía del sí mismo… así es que a nadie
se le ocurre en el universo visible ni en los intangibles, comprar ni vender
nada… sólo se toma lo que se necesita para seguir viaje y eso haces, seguir
viaje… sin llevarte más que lo que traes…
La calidad de la vela está en el alma… brisas o vientos hay en las
superficies de los planetas… pero estas velas se nutren de las energías del
espacio del cual proceden y al cual se dirigen… para la mente humana dicha vela
tendría que ser de tela, pero en realidad es una vela de alma… el alma sabe
cuanta fuerza debe acumular para impulsarse, y luego reconoce un horizonte y se
dirige hacia él… es decir, sin alma no hay rumbo… es decir, sin espíritu no hay
casco que de sentido a la barca… y sin ambos la consciencia está a la deriva
del sí mismo… ello ocurre con los espíritus que transitan sus infiernos… están
inmersos en un mar de confusiones donde todo es turbulencia y prevalecen los enardecimientos
de otros perdidos en medios espesos, donde nadie se reconoce a sí mismo y donde
flotan en inconsistencias que carecen de horizonte, esto es que no hay
horizonte, y al no haberlo, no hay destino cierto… no se reconoce la rueda de
la vida pero tampoco se reconoce el estado de muerte… el torbellino signa la
circunstancia que atraviesan aquellos que no encuentran el “sí mismo” que da
entidad al ser… dicho de otra forma, el infierno no está fuera del espíritu
sino dentro… reside en él y lo atormenta… pesa en la esencia que se torna
densa, espesa, y aún asumiéndose en movimiento, está paralizada, quieta,
inmóvil… sufriendo…
Así es que con el alma como vela, el espíritu va en la dirección
adecuada… la búsqueda de la propia revelación… la búsqueda de la propia fuente
que se renueva una y otra vez para conferir sentido al horizonte que se
persigue, y dicho horizonte tiene sentido sólo cuando se contribuye al sentido
de los otros, de los prójimos, de los próximos, de los que aparecen y
desaparecen, de los que se acercan y se alejan, los que se llegan para recibir
una pizca de luz para inmediatamente seguir su camino… el alma que concede no
pide nada a cambio, navega la eternidad con un sentido de gratitud y de
bendición… no hace falta más… ya que cada vez que se da, se recibe el impulso
adecuado para llenar la vela de energía y continuar con la propia búsqueda…
La consciencia hace las veces de timón… pero en verdad, la dirección de
la esencia la marca la trilogía, alma, espíritu y consciencia… en comunión y en
armonía, si algo prevalece hay deficiencia en alguna de las partes restantes… y
ello resta a la navegación, así es que en estado puro existe una equivalencia
que lleva a la barca hacia donde debe ir… un componente más de un universo en
orden ancestral donde cada cosa guarda un lugar, un espacio, siendo idea que
contiene un motivo, y siendo un motivo que moviliza a la idea… allí la barca se
justifica a sí misma y navega en el sentido correcto… donde a nadie le mueve la
aventura de poseer aquello que no le pertenece y donde a nadie le mueve la
aventura de descubrir lo que es no necesario…
se navega un cosmos que nutre a la esencia… y dicha esencia es en tanto
y en cuanto contribuye a que otras esencias conserven sus respectivos rumbos…
de allí que aquellas almas que se reconocen a sí mismas, transitan algo
semejante a un paraíso… es decir, forma parte del orden de un universo para el
que no hacen falta ojos, ni oídos, ni sentidos, ni conocimientos, ni
sabidurías, ni profecías, ni bienes, ni propiedades, ni títulos, ni honores…
porque el espacio da forma a una geometría que contiene a la consciencia misma,
llevándola en la dirección que dicho espíritu necesita para sumar al “sí
mismo”…
Luego, cada barca se distingue por un color, el color del aura de cada
espíritu, habiendo tantos colores como espíritus hay… donde ningún color se
parece al otro, y donde cada color indica “algo”… dicho “algo” se relaciona con
la idea y con el motivo, con el don y con el talento… por consiguiente dicho
“algo” representa el valor de la esencia en curso… cumpliendo una trayectoria
en el concierto del universo que se transita… entonces, se entiende que cada
esencia es algo semejante un astro con trayectoria definida, que tiene órbita y
núcleo, conservando un sentido que acompaña a la consciencia universal
respondiendo a una inteligencia, también universal… gira sobre sí mismo y
además, tiene una órbita alrededor de un centro que desconoce, pero que existe
y los sostiene…
Los contextos se mueven siempre… pero dichos contextos contienen
momentos paralelos y simultáneos donde las circunstancias se renuevan para
corregir consecuencias… de allí que todos los astros tienen sus paralelos así
como todos los astros tienen sus simultáneos… destinado ello a “corregir” las
paradojas de los espacios no cubiertos y de los tiempos no cumplidos… donde
todo se resuelve en favor de las almas… siempre que estas (almas) hayan
descubierto su fuente primordial, aquella de la que pueden beber y nutrirse
para el siguiente paso…
Cuando la navegación se encara con soberbia o con vanidad, con falsa
misericordia, con mentida compasión, bajo el signo de la solidaridad por
negocio y reconocimiento, el alma permanece atrapada en su propio infierno, una
hoguera que quema la barca sin destruirla, dejándola a merced de la tempestad
del “sí mismo” perdido en otros abandonados a sus suertes… dichas almas no
transitan, están inmóviles en la mezquindad que las contiene y en la miseria
que las caracteriza…
La barca pertenece a la eternidad y necesita de la vela del alma para
tener impulso suficiente… luego la consciencia como timón le provee de
dirección hacia el horizonte necesario, ese que es único y propio de cada
espíritu… por lo tanto, no se cuestiona la dirección, porque esta procede de un
motivo, y a su vez, el motivo procede de una idea movilizadora… razón para
navegar… razón para ir hacia donde el alma se vivifica a sí misma…
Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
todo está bajo registro de propiedad intelectual
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