domingo, 19 de abril de 2009

EL OTRO LADO - HORA SEXTA / QUINTA HOMILÍA



EL OTRO LADO primera parte - Hora Sexta / Quinta Homilía

HORA SEXTA
QUINTA HOMILÍA
COPYRIGHT by CERASALE©
Una vez más, retornamos al inmenso capullo de luz conteniendo el concierto de un número incalculable de entidades en oración, meditación y entrega mística, al tiempo que un nuevo gemido atraviesa todo. Este es diferente.
Suena más agudo. Más profundo. Más contundente.
Inunda el ambiente.
Se apodera de los sentimientos de todos los presentes.
Pero como siempre, detrás de dicho gemido se sostienen las oraciones que por momentos aparecen como más claras y otras se sintetizan, se confunden como si se tratase de un zumbido.
El gran recinto central donde se ubica el capullo, las esferas recién incorporadas, y las naves laterales, y las entidades unidas en espiral, convertidas en un cordón sin fin que asciende y desciende, ha crecido. Otra vez. Se la siente como un universo espiritual desde donde se sostienen las vivencias de los seres del aquí y del allá.
Nuevamente al igual que antes fue, confluyendo sobre la melodía de fondo, resuenan trompetas y acto seguido un cuerno que produce un extraño efecto de retumbe que permanece el tiempo.
Jericó regresa a mi mente.
Permanece escasos instantes y se va. Pero esta vez tengo la sensación de haber visto entidades girando de derecha a izquierda y de izquierda a derecha.
Supongo que lo he asociado con el movimiento continuo que sostiene al conjunto. El movimiento permanece. Trasciende el todo.
Entonces se escucha:
"...Estamos en el tiempo".
"...Estamos en el espacio".
"...Estamos en la dimensión donde la comunión eterna es permitida por la Gracia Divina".
"...Las esferas de los dones, deben darnos el lugar".
Inmediatamente a esas palabras, a la imagen dantesca ya descripta, en un recinto templario cuya estructura crece, por ende vive, en cada ángulo del capullo de luz donde las entidades permanecen girando con los diferentes planos de las estrellas de David, hacia la derecha y hacia la izquierda, simultáneamente, hacia arriba y hacia abajo (aunque no sé dónde es uno y dónde el otro), las esferas están presentes absorbiendo la energía del conjunto que es una mezcla de luz, electricidad, magnetismo.
Continúan siendo cuatro. La luz espectral del arco iris terrenal permanece. En
otro tono.
Se distinguen claramente del conjunto.
Son inmensas.
Se expanden armónicamente en todas las direcciones.
Esos cuatro arco iris convertidos en esferas dejan un mensaje que aún no se puede desentrañar, pero algo están indicando.
La esfera de arriba tiene un ángel de la guarda que la custodia con una espada
en su mano izquierda, pero la mano no se ve y la espada no parece ser de metal aunque brilla y se destaca contra el fondo.
La esfera de abajo tiene un ángel de la guarda que la custodia con una estrella
de David en su mano derecha, pero la mano no se ve y la estrella es curiosa porque está sostenida como una bandeja pero se la ve de frente y también de canto.
La esfera de la izquierda tiene un ángel de la guarda que la custodia con un báculo en su mano izquierda y una llave en su mano derecha, sus manos no se
ven.
La esfera de la derecha tiene un ángel de la guarda que la custodia con un símbolo alfa en su mano derecha y un símbolo omega en su mano izquierda, pero sus manos no se ven.
Las esferas son inmensas, más pequeñas que el capullo original, pero no colisionan entre sí. No se chocan. Se cruzan confundiendo sus estructuras pero
manteniéndose como entes separados.
Pasan por entre las entidades orantes y éstas por ellas.
Ninguno, nada altera lo que es y lo que era. Cada uno, cada cosa, conserva su
propia identidad de color, su movimiento.
Ahora observo que las esferas giran todas hacia la derecha. Antes lo hacían a la izquierda.
Entonces la entidad repite:
"...Estamos en el tiempo".
"...Estamos en el espacio".
"...Estamos en la dimensión donde la comunión eterna es permitida por la Gracia Divina".
"...Las esferas de los dones, deben darnos el lugar".
Acto seguido otra de las esferas se vuelve transparente. No la misma que antes fue, sino otra, la contigua.
Aumenta la melodía de fondo y se hace imponente.
Aparece un paisaje de altas montañas.
Agreste pero hermoso. Algo hay en el ambiente que nos hace sentir bien. A todos los presentes. A mí también.
El paisaje enseña algo así como un inmenso valle pleno de viñedos.
El llano está pleno de viñas. Las viñas están plenas de frutos blancos a la derecha. Los racimos se ven radiantes, dulces.
Hay viñas de frutos negros, más bien rojos, a la izquierda. Los racimos se ven cargados, perfumados.
Hay viñas de frutos rosados, por delante y por detrás. Son frutos pequeños. Los racimos se ven densos, pesados, irradiando reflejos.
Hay viñas de frutos verdes, pero no logro ubicar el lugar exacto donde se ubican. Parece que estuviesen moviéndose. Están entre unas y otras. Los racimos son profusos, duros, amargos.
Sobre las viñas de la derecha, de frente, se ve una inmensa cascada de agua fresca, inmaculada que sale de la piedra cayendo desde una altura que la hace salpicar en todas las direcciones al estilo de una bendición.
El agua es dulce.
Salpica. Pero sólo moja a aquellos frutos que piden su frescor.
Una gota se desvía y golpea mi frente.
Este canal no tiene principio ni fin.
Sobre las viñas de la izquierda, de frente, atraviesa un río de piedras, entre las cuales muchos hilos de agua blanca corren como rápidos hacia la parte más baja del valle para luego ascender a las montañas que se ven del otro lado, majestuosas.
El agua es dulce.
Sobre los bordes de cada hilo de agua las cortaderas se dejan llevar por la brisa.
Sobre las viñas de los frutos rosados aparecen senderos estrechos por donde corren finos hilos de agua fresca, dulce.
Al pie de las viñas de los frutos verdes aparecen piedras que brillan, amarillas, plateadas, tornasoladas, verdosas, rojizas.
Antes de alcanzar los viñedos todo es arena y espinares.
El paisaje previo, el de arena, el de los espinos, el de las zarzas, el paisaje duele.
De pronto aparece un camino flaqueado por inmensos árboles que dicen haber estado allí por milenios. Quizás desde siempre. Parecen álamos con copas que forman una galería sin fin.
A sus lados los viñedos se expanden y relucen, dándole la bienvenida al viajero, acogiéndolo para la jornada.
Entre la derecha y la izquierda, de frente, un ángel habilita el paso.
Dice:
"... si tomas hacia la derecha, serás recibido y tendrás tu mensaje. Si tomas a la izquierda, serás recibido y tendrás tu mensaje. Aquí no puedes permanecer de pié. No puedes detenerte, salvo que se te lo indique, expresamente. El mensaje que recibirás no puedes repetirlo. Lo guardarás en el libro que se te entregará al salir, al cual le colocarás un sello, y luego deberás depositarlo en el lugar en que se te indique".
"...si tomas por el camino de tu diestra tu jornada llevará la guía del ángel de blanco quien te hará escuchar un mensaje. Pero, cuando hayas concluido, sin descanso, deberás ir hasta la izquierda, tomar el sendero, seguirlo. Te costará mucho esfuerzo pero no deberás detenerte. En este camino tendrás la custodia del ángel de rojo quien te enseñará algo para después darte su mensaje".
"...Cuando hayas concluido la tarea que se te encomienda, soplarás los mensajes de tus manos y los mismos se dispersarán a los cuatro vientos transformándose en luz que iluminará a las almas elegidas para entenderlo".
"...el que tenga oídos que oiga la voz de la gracia divina del espíritu eterno que todo lo santifica".
Digo Amén y me persigno ante él. Me replica diciendo:
"...el que tenga entendimiento abra su mente a la gracia divina del espíritu eterno que todo lo santifica. Soy tu igual. No debes persignarte sólo que te sea requerido especialmente. Ahora, camina. Elige tu sendero. Elige tu jornada".
"...Estás protegido. Solo camina, observa, estate atento y con tu mente abierta a las cosas que te serán enseñadas. Trae el mensaje que te será dado".
Donde concluye el acceso solo veo viñedos. No alcanzo a ver sus frutos, no su color. Pero tomo hacia la derecha.
Hacia la derecha otro camino cubierto por álamos milenarios se extiende hasta
donde alcanza la vista.
Apenas un lapso corto de pasos y sobre mi izquierda aparece un sendero arenoso, como encajonado. El camino está bastante por debajo de los terrenos que ocupan los viñedos.
Lo flanquean milenarios álamos, semejantes a los anteriores. Unen su follaje formando una galería que invita a caminar.
Pero el camino es suavemente ascendente. Se puede caminar, pero no se debe apresurar el paso. Es necesario no perderse detalle.
A veces, tengo la sensación de estar acompañado por las once entidades que estuvieron conmigo en la esfera anterior. Todos andando por un desfiladero que lleva quien sabe adonde.
El ambiente se siente fresco.
El ambiente se siente perfumado.
El perfume de las vides.
Al fondo, ya no tan lejano, las montañas se yerguen majestuosas.
El suelo es una mezcla de arena y piedra.
A poco de comenzar se desdibuja el acceso. Ya no hay atrás.
Subimos a paso firme, acompañados por el canto de pájaros que no se ven.
Parecen extensas conversaciones transformadas en cánticos y silbidos.
Hay una frescura singular en el ambiente.
Después de un largo tramo, de haber transcurrido un largo rato, el camino se va despejando. No quedan álamos por sus costados y todo está ahora al mismo nivel. Semeja un mar de viñedos. Ninguno de nosotros se tienta. Algo en el aire nos dice que dichas uvas no deben ser comidas, al menos no por ahora.
Luego de una pronunciada curva del camino, sobre su izquierda aparece una especie de ermita de piedra, pequeña, humilde.
Su techo es plano, construido en madera de cardón y por sobre él un apisonado de arena y piedra.
Un viejo portal de madera rojiza permanece cerrado.
Transponemos una tranquera y permanecemos un rato en una especie de jardín anterior. No hay flores. Apenas algunas plantas añosas que se yerguen protegiendo el lugar de culto.
En el costado izquierdo, mirando a la ermita de frente, hay una pequeña capilla de piedra donde la Virgen de Fátima preside el acceso al lugar. Esto significa que dicha imagen recibe al viajero apenas este transpone la curva y flanqueándola por su derecha se llega a la puerta de la ermita.
Se llega el ángel hasta el lugar donde permanecemos, seguido por otros siete que tienen trompetas en sus manos.
El ángel se dispone a hablar.
Ahora sí me veo plenamente acompañado por las once entidades que presentía estaban conmigo.
Suenan las trompetas. Una vez, hacia el suelo. Una vez más, hacia los viñedos. Una vez más, hacia el camino de los álamos, y otra vez más, hacia el cielo. Giran sobre sí y repiten la acción mirando hacia las montañas. La primera vez lo hacen en honor al suelo que pisamos. La segunda vez lo hacen por las aguas que nacen en la piedra. La tercera y última lo hacen en honor a la conjunción de cielo y piedra en la montaña.
Dice el ángel:
"...Soy quien guarda los tiempos y las palabras dichas en ellos. Por ello, como habéis venido a transitar esta jornada inspirados en la divina gracia debo deciros que estaba escrito en el libro de la vida y así fue dicho por la presentación de la Virgen de Fátima en su tercera recomendación: [...decidle al
hombre que no debe buscar su origen, la fuente de su propia existencia, porque cuando se accede a dicho conocimiento, es como morder el fruto prohibido, todo debe concluir, todo debe re-comenzar, las almas no deben alejarse del camino que les ha sido concedido porque ningún hombre, ningún ser que transite los espacios y los tiempos, podrá jamás tener el poder de la divina gracia de ser por sí mismo. Guardad este precepto como llave de oro en un cofre eterno y salvad vuestro destino y vuestra jornada. No permitáis que nadie extraiga la llave sin la bendición del ángel de la guarda]. Y agrega: Nadie puede huir de lo que está escrito en el libro de la vida y cada vez que alguien, con sus acciones, provoca un daño no establecido en él, provoca una paradoja
que involucra a las cadenas familiares, esas que habéis visto en el gran concierto del capullo de luz".
Se estremecen las almas.
Bienaventurados los que con sus oídos guardan los preceptos de la Divina Gracia.
Dicho esto, se abre la puerta de la ermita y apenas ingresados sólo doce lugares nos están esperando. Pero debemos ingresar de a uno por vez.
A la entrada se nos entrega una rosa.
Siento que sus espinas me atraviesan el alma.
El mismo ángel nos indica que debemos mojar el pulgar derecho con el aceite de la pira que está sobre nuestra derecha y a nuestra espalda, que es aceite de las vides del Reino de la Divina Gracia. Con dicho pulgar debemos marcar una cinta doblemente ondulada en nuestras frentes y luego cruzarla con una igual pero inversa.
Nos persignamos y cada uno va tomando su lugar.
El salón, humilde, hermoso, invita a permanecer en él.
Suena una trompeta. Ingresa una nueva entidad que toma lugar frente a nosotros.
No se ve altar. No se ven imágenes. Todo es sencillo. Todo es simple. Las paredes parecen de adobe, sólo que milenario.
Manteniéndose de pie, dice:
"...Bienaventurados los invitados a la mesa del Señor de los señores. Bienaventurados los convidados a compartir la trilogía divina de los tiempos y las palabras que en ellos han sido dichas, las que están escritas y permanecen según lo establecido en el eterno libro de la vida, y las que aún no han sido pronunciadas y alguna vez lo serán".
Todos al unísono parecen repetir, Amén.
Soy uno más de ellos.
"...Bienaventurados aquellos que han reconocido la gloria de las almas en sus
tiempos y que han mantenido vivas sus palabras en los actos de recuerdo".
"...Esta es la esfera de la sabiduría. La sabiduría que está más allá de toda inteligencia, de todo conocimiento pero que nunca jamás trasciende, ni transgrede los actos de fe. La sabiduría radica en interpretar el ciclo de las cosas, de los tiempos, de los espacios a través de las obras del espíritu universal. Aceptarlos tal cual son. No pretender modificarlos ni alterarlos".
"...Sabiduría implica el respeto del concierto y la armonía de aquello que está más allá de nosotros mismos y que pertenece y es propiedad solamente del espíritu universal que les ha dado origen y los sostiene en el espacio y los hace visible por un tiempo para que cada alma le rinda culto como obra divina que jamás un alma sola, o un conjunto de ellas, o un sinnúmero de ellas, podrá alcanzar por sí, porque así está establecido en el libro de los tiempos".
"...Es sabio quien acepta de buen grado aquello que le ha sido concedido para
su jornada".
"...Es sabio quien acepta con resignación aquello que le ha sido concedido para
transcurrir su jornada".
"...Es sabio quien entiende que la mochila debe permanecer vacía para poder trasponer la jornada ya que el peso agobia, limita la respiración, altera los ritmos, nubla la vista, pierde el camino, prolonga los descansos, pierde los detalles, borra el conjunto".
"...Es sabio quien espera que la divina gracia le conceda el tiempo maduro para recoger la vid. Quien entiende que los ciclos, incluyendo el propio, tienen un comienzo signado por el dolor y se encamina hacia un final, incierto, tan lejano como la ignorancia misma, que a veces puede sorprendernos llegando antes del tiempo que creemos nos puede haber sido asignado. Llegamos como almas indefensas sin saber quiénes somos, sin saber hacia dónde vamos o hacia dónde debemos dirigirnos. Ir descubriendo ese camino es adquirir conocimiento para la jornada. Ir adaptándose a él es poseer el don de la inteligencia. Interpretar la intención divina de cada paso encarnado en un alma, la nuestra, la propia, la ajena, es asumir sabiduría. Porque ella, la sabiduría, es la que nos acerca a la justa medida de los ciclos y las cosas".
"...Hay un solo día para cortar las vides. Si lo hacéis antes de tiempo el sabor no será el mismo. Si lo hacéis después del tiempo, la savia será agria y se tornará en vinagre. Sabiduría es conocer, sentir, cuál es ese día, el indicado para la poda".
"...Sabiduría es ser paciente, observador, contemplativo, analítico".
"...Sabiduría es interpretar la justa medida de las cosas".
"...Sabiduría es no querer modificar los ciclos que nos preceden y nos exceden.
Sabiduría es no pretender alterarlos. Sabiduría es respetarlos".
"...Ojos sabios son aquellos que guardan en silencio aquellas palabras que no deben ser pronunciadas, porque decirlas puede desencadenar circunstancias que no deseamos y que pueden perjudicar a otros a quienes ni siquiera conocemos. Sabiduría es saberlas distinguir. Las pronunciables de aquellas otras que no deben serlo. Sabiduría es la oportunidad del dicho, del buen decir, del mensaje genuino que lleva implícito un contenido cuyo destino es enriquecer un alma, un destino, un presente, un futuro".
"...La sabiduría está en interpretar la exacta medida de la esfera, de su contenido, de sus prodigios, de su alcance, de todo lo que hay en ella como dones prodigables a quienes sean dignos de éstos".
"...Sabiduría es aceptar que el agua sale de la piedra porque la Gracia Divina así lo ha dispuesto para el bien de todos. Sabiduría es asumir el día y transcurrirlo. Sabiduría es asumir la noche y soñarla. Sabiduría es percibir la bendición de la lluvia y mojarse la planta de los pies en contacto con el pasto empapado. Sabiduría es admirar una flor, sus formas y colores. Sabiduría es tomar su perfume. Sabiduría es no cortarla de la planta de la cual ha nacido. Sabiduría es caminar hacia el despertar con la conciencia de estar en armonía con el propio ángel custodio".
"...Sabiduría es no adorar imágenes frías a quienes la gracia divina no les ha concedido otra alma que no sea la del artista".
"...Sabiduría es comprender que la gracia divina está en todas las cosas que nos rodean en la vida y en la muerte, pero no dentro de los templos, no bajo sus cúpulas, no detrás de sus vitrales".
"...Sabiduría es saberse importante por haber recibido la gracia divina de la vida y preservar ese acto, el de la vida, como una verdadera gracia, la de haber sido elegido por alguien y para algo, para un fin determinado".
"...Sabiduría es irse asumiendo que la tarea, aún no sabiendo cuál, estuvo realizada con voluntad, dedicación y compromiso, o si se quiere, bajo una entrega sincera y despojada de segundas intenciones".
"...Sabiduría es aceptar que el otro es tanto, igual, semejante, equivalente a uno".
"...Sabiduría es sumar de la nada".
"...Sabiduría es perdurar en la fe".
"...Sabiduría es comprender que las vides plantadas y cuidadas con el compromiso de la vida misma, darán un fruto dulce que nutrirá la jornada hacia un mañana mejor, más amplio, adecuadamente transitado, bien entendido".
"...Sabiduría es comprender que el cuidado de dichas vides es a favor de uno mismo, en igual medida que nuestras vidas son a los cuidados de nuestros ángeles custodios".
"...Sabiduría es comprender que recogeremos lo que hayamos sembrado. Si hemos sembrado voluntad recogeremos voluntades. Si hemos sembrado compromiso recogeremos compromisos. Si hemos puesto lo mejor de nosotros, recibiremos del suelo lo mejor de nosotros. Si hemos sembrado tormentas recogeremos tempestades. Si hemos sembrado dolor, recogeremos llantos. Porque así está escrito".
"...Sabiduría es comprender que este universo es demasiado simple para comenzar en una inspiración y terminar en una exhalación; porque también sabiduría es comprender que el universo es demasiado complejo como para creer que empieza y concluye en un solo individuo".
"...Sabiduría es aceptar que el poder absoluto está lejos de cada alma y pertenece a todas las almas, durante todos los tiempos y en todos los espacios".
Al terminar la homilía los asistentes permanecen de pie ante la entidad mayor que ha pronunciado su mensaje de fe.
El ángel entonces indica a cada una untar el pulgar derecho con aceite de las uvas blancas bendecidas y representar un alfa en la frente.
El ángel entonces indica a cada una untar el pulgar izquierdo con aceite de las
uvas negras bendecidas y representar un omega en la frente.
El ángel indica que es tiempo de retomar el camino, sin mirar hacia atrás.
Por la voluntad de todos, todos estamos fuera de la ermita, frente al sendero que otra vez no encuentra principio ni fin, pero que solo tiene un adelante.
Campos de viñas plenas de frutos.
Perfume de viñas.
Adelante rocas y montes.
Atrás, nada.

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