viernes, 3 de abril de 2009
EL OTRO LADO primera parte / HORA CUARTA segunda homilía
EL OTRO LADO primera parte
HORA CUARTA
SEGUNDA HOMILÍA
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Otra de las entidades deja escuchar una segunda homilía de la misma liturgia nueva y eterna.
Tampoco logro saber de dónde viene la expresión, no sé de qué estrella, no sé de qué lugar del recinto, de cuál recinto.
Dice:
"...Lo que ha acontecido ha sido producto de una paradoja de la voluntad universal imbuida en el espacio y sostenida en el tiempo. Ninguno de nosotros, ninguno de vosotros, ninguno de ellos, ha deseado que esto sucediera. No así. Algo alteró el devenir armónico del conjunto y lo sometió a una caída sin fin donde todas las almas se confrontaban y querían desplazar a la otra. Los nacidos no querían persistir y los expectantes querían ocupar un espacio en el espectro visible. Se ocuparon espacios que debían permanecer libres y fueron liberados otros que debían permanecer ocupados. Esto destruyó el equilibrio primero. Se ha producido una anomalía temporal en la dimensión que modificó el ritmo de su hábitat. No es la primera vez que ocurre aunque sí la primera que tiene esta consecuencia".
"...En el Universo acontecen cuadros de caos primordial, pero ellos son provocados por nosotros para dar lugar a que se creen secuencias nuevas de vida - transcurso - muerte - resurrección - . Todo ese concierto depende de nuestra voluntad, de nuestro compromiso, de nuestra sapiencia eterna, de aceptar que el libro de la vida rige la existencia de todo lo que se ve, pero también de aquello que no se ve. Que todo lo que se ha escrito en él, sirve para que otros sean mejores y a su vez, mejoren el conjunto. Lo que se escribe en el libro de la vida es como un arquetipo que debe ser alcanzado. No en un todo, sí en una parte. Para ello al nacer borramos su capacidad de entender. Para ello al nacer nublamos su visión".
"...La visión sumida en la Paz y el silencio de la no existencia, no puede trasladarse al tiempo respirable porque ningún alma debe tener acceso a su propio origen, porque éste es sólo patrimonio de la Divina Trilogía y la divina gracia ejercida en los dones concedidos para la vida".
"...Nadie debe morder el fruto del conocimiento. Nadie debe masticarlo. Nadie debe engullirlo. Nadie debe digerirlo. Porque cuando eso sucede, el conocimiento se limita y se transforma en inteligencia y picardía para dejar ser sabiduría. Allí se pierde la capacidad y nace la aptitud, que es limitada y limitante. El fruto fue mordido reiteradamente en el inicio del quinto ciclo y eso complicó la confluencia secuencial de las almas en el eterno transcurrir. Las que esperaban se precipitaron. Las que estaban se apoderaron. Muchas fueron sacrificadas en pos del poder de unas pocas. Muchas fueron expulsadas injustamente. Muchas fueron vituperadas falsamente. El dolor que produce la sangre derramada injustamente regó un suelo que es fértil a las plantas tanto como a los sentimientos y donde había verdor sólo creció el dolor. Se diseminó. Necesitó de otras almas para poder anidar y éstas en la tribulación sorpresiva perdieron su capacidad de reaccionar. Ya no hubo vectores. La inteligencia de la opción se convirtió en la desesperación. Se sustituyeron las prioridades de la vida por las urgencias de los falsos profetas, que en su afán de poseer más y más, de adquirir más poder, transformaron la visión del conjunto y engañaron en su alocada carrera, a las almas respirantes y a aquellas otras, las que esperaban pacientes".
"...La ira y la angurria de unas pocas almas perdidas, reemplazó entonces la paciencia y la resignación de las muchas almas guiadas".
"...El dolor se diseminó por el espacio y como es intangible a la vista, aunque sensible a los sentimientos, desplazó a los ángeles de la guarda de cada una de las almas que ya no escuchaban a su guía. Las almas nacidas sin ángel que
las acompañe, son cáscaras sin contenido. Están vacías de afectos. Están incapaces de sentimientos. Los ángeles atribulados, perturbados por la paradoja solicitaron nuestra ayuda, nuestro concurso, pero todos, unos y otros hemos escuchado a la conciencia divina decir que: cuando un proceso incurre en sucesivas anomalías que alteran la base de su propia sustentación en el espacio y en el tiempo, en el espectro visible y en el invisible, en lo tangible y en lo intangible, en lo que fue, en lo que es, en lo que está y en lo que será, dicho proceso debe progresar hasta concluir ya que de lo contrario la paradoja sería aún mayor y de consecuencias tales que ni siquiera nosotros podríamos ser convidados a resolverla".
"...Ahora las almas de ese suelo, están perdidas en el espacio. Ya no tienen suelo. Ya no tienen su ante-espacio, la dimensión necesaria para la no existencia. No pueden llegar. No se pueden ir. No saben a quién pedir redención. No saben a quién pedir perdón. Quieren expresar su amor, pero no pueden. Quieren expresar sus sentimientos pero no saben cómo. Quieren sentir pero ya no son. Han quedado del lado opuesto y además le han restado dimensión a otras almas que coexistían con ellas, en otro tiempo, pero en el mismo espacio".
"...Aquellas almas cuya única consigna era poseer han sido repentinamente despojadas de sus pertenencias, de todo aquello que les otorgaba un poder que parecía ilimitado pero que en realidad nunca existió, porque ningún alma puede poseer más de lo que puede comprender. Porque ningún alma puede tener en vida un poder trascendente porque en el lado respirable todo es efímero como el polvo lo es. El único poder que existe en el universo es aquel que sustenta la Divina Trilogía establecida sobre la estrella de David y el candelabro de los nueve designios".
"...Además en su alocada carrera por tener una pizca de poder y de capacidad para someter al prójimo, han comprometido a todas las especies, les han quitado su espacio y su tiempo, a las orgánicas y a las inorgánicas, a todas aquellas que compartían su estar".
"...Además en su alocada carrera por demostrar que el poder era propio e indiviso, no asumieron que el árbol no pierde su esencia cuando pasa a transformarse en mueble, cuando se convierte en utensillo, en cuchara, o en lanza. No asumieron que la sangre que se derrama en la tierra que se pisa es polvo que se vuelve en contra de quien ha ejercido el acto innecesario. No asumieron que el animal salvaje o doméstico tiene un alma equivalente con un tiempo descripto en el libro de la vida. No asumieron que el dolor de una muerte prematura, humana o de cualquier otra naturaleza, queda en el aire y se imprime en el suelo y en el espíritu de los que permanecen. No asumieron que ningún alma es por sobre otra. No en la vida. No en la no-existencia. No asumieron que los sacrificios exigen más sacrificios y que el tiempo respirable es una espiral que lleva y trae almas desde un inespacio y hacia un tiempo de tangibilidad que no puede perdurar porque la fuente no está en el espectro visible sino en el intangible, y sólo en él".
"...No asumieron que la muerte en lo tangible no disipa el dolor sino que lo fija y
lo convierte en la pica, en la espina, que acicatea las acciones y pierde a las almas confundidas por el arrullo del poder".
"...No asumieron que el poder económico no existe y mora solamente en la inconsciencia de las almas angurrientas que necesitan comer más de aquello que pueden digerir y luego metabolizar".
"...No asumieron que el desprecio que fabricaron marginando a tantas almas, a tantas gentes, quitándoles su sustento y su tiempo, restándoles su espacio, denigrando su condición, no sería suplido por sus falsas oraciones en templos donde se sumió la iniquidad. La más pura maldad que no es otra que aquella que se sustenta en el olvido, la envidia y la ignorancia del creerse más que el otro".
"...No asumieron que el único Imperio que rige el universo, el visible y el invisible, es aquel que se sostiene en la Divina Trilogía y sólo allí".
"...No asumieron que los imperios terrenales son efímeros como sus almas lo son. No asumieron que el único fuego que consume los tiempos es el fuego eterno de nuestras voluntades, aquellas que hemos sido llamadas el alfa y el omega de los tiempos transcurribles".
"...Ahora debemos regresar. Establecer un nuevo orden. Pero ¿quién de nosotros, quién de vosotros, quién de todos, qué de cada uno, qué de cada cuál, tomará sobre sí, se hará cargo, de que haya días, de que haya luz, de que haya espacio ocupable para unos mientras otros sostienen los parámetros de la vida y la muerte, la luz y las tinieblas?. ¿Quién estará en la luz?. ¿Quién cuidará el equilibrio de las fuerzas?. ¿Quién estará en las tinieblas?. ¿Quién sustentará la armonía del espectro visible?. ¿Quién mis amados?".
A ese tiempo las entidades que forman las espirales externas se habían sumado a la oración y en realidad ya no se individualizaban almas sino un hilo de luz continua, coherente, homogénea, ascendente y otra simultáneo, en el mismo espacio, pero descendente. Como un sin fin donde no es posible distinguir las partes.
Si bien dichas espirales no formaban parte del capullo central algo nuevo se estaba formando.
La melodía se difundía e inundaba el más acá y el más allá.
Era como si todo trascendiese a todo.
Una nueva frase, un conocido precepto atraviesa esta vez mi mente:
"Bienaventurados los mansos de espíritu porque de sus almas será el reino divino".
Ante ello, asumiendo la grandiosidad del momento, venían a mi mente pasajes de las sagradas escrituras, de las cristianas, de las judías, de las musulmanas, de las budistas, de las protestantes, de las evangélicas, de todas y cada una de
las que sustentaban los preceptos de fe de las almas transcurriendo en los tiempos de la Tierra.
¿Qué había alterado las mentes de aquellos que decían reverenciar a tanta gracia divina?. ¿Qué los había confundido?. ¿Qué les había hecho pensar que unos eran mejores que otros, más importantes, distintos?.
Todos eran engendrados de la misma forma.
Todos nacían igual.
Todos venían de madre.
Los blancos, los negros, los amarillos, los rojos. Todos.
Todos eran indefensos, pobres, desposeídos, incapaces de ser sin la ayuda de los otros.
Pero algunos de esos mismos se transformaban en fieras. Perdían su alma. Despreciaban su vida. Comprometían la de otros.
Ante tanta tribulación, permanecí absorto contemplando la escena a la cual había sido invitado.
Por algún hado divino me habían convidado a la gran comunión, a la verdadera, a la genuina, a la que hace que todo pueda ser y existir.
Eso merecía mi reverencia máxima.
Allí no había imágenes, pero estaba inmerso el espíritu universal.
Allí no había altares resplandecientes de poder, pero brillaba la sabiduría que sostiene el cáliz sagrado que nutre a las almas. El cáliz que les quita la sed. El cáliz que las hidrata prudentemente para cada jornada.
Allí no había dolor.
Allí no había deseos.
Allí no había sentimientos encontrados.
Allí no había segundas intenciones.
Allí no había mentiras.
Allí no había envidias.
Allí no había desprecios.
No había espacio para nada de ello.
Allí había preceptos y las almas estaban sometidas a estos por convencimiento, por vivencia, por pertenencia.
Allí había tradiciones y las almas contenían a los ciclos y los respetaban y nutrían en cada giro de la espiral.
Allí había afectos pero no deseos. Sentimientos puros de poder aportar tiempo para que la vida se transforme en luz. De poder aportar espacio para que el aire pueda respirarse y poder así reverenciar a la gracia divina convertida en polvo encarnado.
Dentro de la imperfección del conjunto, de ese espacio, de ese tiempo, las almas recibían la oportunidad de ser elegidas para favorecer otros tiempos y otras circunstancias.
Para ello la vida era un entrecruzamiento de voluntades.
Allí no había afanes de poder.
Porque el poder trascendía todo.
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