jueves, 10 de marzo de 2011

Selina oder über die Unsterblichkeit der Seele | Alegoría sobre el más allá - lanacion.com  

Libros y autores
Alegoría sobre el más allá
En su novela Selina o la otra vida, el austríaco Walter Kappacher indaga el enigma de la inmortalidad en la figura de un hombre que se retira a la Toscana

Viernes 04 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa.


Selina o la otra vida
Por Walter Kappacher

Adriana Hidalgo
Trad.: Claudia Baricco
280 páginas


Después de la muerte de su hijo, en 1821, el poeta alemán Jean Paul decidió consagrar el resto de sus días a la escritura de un tratado sobre la vida ultraterrena. Selina oder über die Unsterblichkeit der Seele [Selina o sobre la inmortalidad del alma], el resultado de sus consideraciones, no es propiamente una novela; tiene más bien el aspecto de un ensayo filosófico habitado por personajes imaginarios. La acción se limita a un paseo de amigos que conversan sobre la inmortalidad. En el camino, hablan por ejemplo de las correspondencias entre la "tierra con flores" y el "cielo estrellado", y se preguntan si el cuerpo es el verdadero núcleo del hombre o su mera apariencia. Selina? fue en cierto modo el testamento del autor. Jean Paul murió, ciego, en 1825 y el libro quedó, como casi todos los suyos, triunfalmente inconcluso, convertido en un torso colosal.

Cuando Walter Kappacher (nacido en Salzburgo en 1938 y ganador del premio Büchner en 2009) tituló a su novela Selina o la otra vida , tentó algo más que un homenaje al autor romántico o que una simple asimilación de la inmortalidad como segunda vida. En el destino de Stefan, que aprovecha su año sabático como profesor de colegio secundario para alejarse de Austria e instalarse en un pueblito de la Toscana cerca de Arezzo, se transparenta una alegoría realista de la invención de Jean Paul. El protagonista planea aprovechar el tiempo para trabajar en una ficción sobre Pompeya y en un guion cinematográfico sobre la vida de Mozart, pero los arreglos de la casa de campo, la lucha contra el imbatible entorno agreste y la fascinación por las costumbres italianas terminan absorbiéndolo por completo. Sólo lo redimen de la rutina de labores de desmonte y de la dieta mediterránea los encuentros con Heinrich, un viejo alemán devoto de la literatura latina que constituye el auténtico centro de gravedad de Selina... Es él -cuya hija inasible, mero símbolo, se llama justamente Selina- quien le presta a Stefan el libro de Jean Paul. En cierto modo, toda la novela de Kappacher se organiza como una morosa preparación, una lenta propedéutica de un monólogo decisivo de Heinrich, despedida solapada, sobre la religión, la inmortalidad y la fe.

Peter Handke recurrió, como elogio, a la palabra "informalidad" para definir la prosa de su compatriota Kappacher. Sin duda, hay en ella algo informal -entre la variación, la digresión feliz, el juego y la trama deliberadamente borrosa- que dialoga, por un lado, con la mejor literatura austríaca de principios del siglo XX y, por el otro, tal vez de manera un poco más lejana, también con Robert Walser.

En cuanto a Stefan, que sobrevive a Heinrich, no le queda más que la resignación. Podría pensarse que Kappacher escribió la novela que su personaje no logró escribir: pocos se atreven, después de mirar de frente la pérdida y la nada, a contar aquello que vieron.

Pablo Gianera
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el dispensador dice: cruzamos el umbral para venir y lo hacemos cuando regresamos... dicho portal, el que da acceso a la vida en los tiempos respirables, es el mismo por el que se regresa al estado de espíritu, despojado de cuerpo, de densidades y de pesadumbres... sin embargo, éste portal difiere de las ventanas portalinas del espacio-tiempo que dan acceso a otras dimensiones, a otras vibraciones y distintos amaneceres sumidos en distintas visiones espectrales. El cordón umbilical que nos une a nuestras fuentes, nuestros oasis, recuerdos mínimos de estancias anteriores, es único e indivisible, se extiende hacia la vida y se recoge cuando sucede aquello que interpretamos como muerte, una muerte que no es tal ya que se trata de un simple "volver", a desplegar pensamientos, alas, y esfuerzos que no se recuerdan durante el paso por la Tierra... prefiero "el otro lado", el de los sentimientos puros, intensos, reveladores, que agregan valor a instancias del poder del verbo y su conjugancia con la luz produciendo causas con forma de consciencias, de ángeles blancos, de mantos cristalinos, donde las palabras no suenan en el aire sino en el alma. En aquel otro lado residen mis afectos más intensos, esperándome y eso puedo sentirlo con claridad, aún cuando no los vea. Afectos que guardan humildad, inocencia y la más pura esencia del cristal. Respirar implica perder dimensión y ganar limitación. Sumar huella y obtener sombra a cambio de ser condicionado por sentidos pobres e interpretaciones de ángulo obtuso. Al cruzar el umbral el ángulo se abre hasta adquirir la habilidad de la esfera, burbuja de vapor de alma. Allí estaremos, allí nos esperan aquellos que han sido nuestras consonancias y armonías. Marzo 10, 2011.-
la pintura que no fue pintada te será reclamada...
la pintura que fue borrada te será pedida...
la pintura que fue manchada te será lavada...
la pintura que fue palabra sonará en tu alma...
la pintura que fue desteñida se fundirá en tus huellas...
la pintura que fue atada se verá esfumada...
la pintura que fue espejo de tu alma, alma será...

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