domingo, 19 de mayo de 2013

DEL CHOCOLATE A LA PAPA ▲ La conquista (literaria) del Amazonas y El Dorado | Cultura | EL PAÍS

La conquista (literaria) del Amazonas y El Dorado | Cultura | EL PAÍS

La conquista (literaria) del Amazonas y El Dorado

El escritor colombiano William Ospina cierra con ‘La serpiente sin ojos’ su trilogía sobre la colisión de las culturas indígena e hispana en torno al mito de El Dorado



Mapa del Amazonas en el atlas de Joan Martines, de 1587.
— 33 poemas que son como piedras que frenan el flujo de la historia.
— ¡No! 33 poemas como piedras que hacen cantar el río de la historia.

Es lo que le dijeron en Colombia a William Ospina dos lectores distintos sobre los poemas que preceden a los 33 capítulos de su última novela: La serpiente sin ojos (Mondadori). La obra con la que cierra su trilogía sobre el descubrimiento y la conquista de América, un viaje al corazón de la leyenda y el mito de El Dorado en un periplo a la Amazonia. Más que una trilogía, Ospina ha creado un tríptico iniciado con Ursúa, seguido con El país de la canela y concluido con esta novela. El relato surgió a partir de tres episodios emblemáticos de sueño, ambición, crueldad y encuentro con el deslumbramiento, la heroicidad y el hallazgo del amor que dio como resultado el florecer de una belleza inesperada e incomprendida hasta hace muy poco, narrada en una celebración de la lengua castellana o española.

“Con el descubrimiento de América vivimos ya la guerra de la globalización pero, también, el lenguaje dejó de ser lengua local para ser la primera lengua planetaria”, recuerda Ospina (Padua, Colombia, 1954) al referirse a la constante simultaneidad de la capacidad creadora y destructora generada por el ser humano.

“La conquista estuvo llena de crueldades, sí, pero también de perplejidad y asombro. La Europa del Renacimiento también se enamoró de ese otro mundo”.

‘Ursúa’ y ‘El país de la canela’ son los otros dos títulos de este tríptico narrativo

“El mito de El Dorado sigue vivo en mi país cuando la búsqueda de riqueza ha producido guerras y conflictos. No estamos preparados para la riqueza. Nos falta construir comunidad solidaria consciente de sus orígenes y mirarnos de manera fraternal”.

“¿Comprendes esa historia que palpita en la luz?”.
Canta así uno de los versos de los 33 poemas en que se divide esta novela con la cual Ospina no solo cierra su largo viaje por los desfiladeros de la Conquista sino que también trae las resonancias de la Divina Comedia, de Dante. Y, claro, es un homenaje a Juan de Castellanos, que escribió en el siglo XVI el poema más largo en español: Elegías de varones ilustres de Indias, 113.609 versos que cantan ese encuentro entre dos mundos.


William Ospina, fotografiado ayer en Barcelona / CONSUELO BAUTISTA

“Todas las preguntas del pasado nacen del presente. El horizonte histórico modifica la Historia. Por eso la exploración del pasado responde a preguntas del presente debido al lenguaje y al mundo que intenta reconstruir, no solo de la codicia y el asombro ante la naturaleza y lo desconocido”.

Toda esta historia empezó hace 520 años con el descubrimiento de América, pero los hechos narrados por el escritor colombiano ocurrieron cien años después. Pasadas las primeras gestas, aumentadas las ambiciones de riqueza y heroicidad y crecidas las leyendas en tierras sembradas de miedos. Es un relato protagonizado por el navarro Pedro de Ursúa, que antes de cumplir los 17 años cruzó el Atlántico sin sospechar que fundaría ciudades a los 20, que sería un guerrero triunfal y arañaría constantemente la heroicidad hasta que se topó con la belleza de una mestiza que le trastocó su mundo y lo llevaría a ser asesinado por diez de sus hombres de confianza.

“El siglo XVI está lejos y cerca. Sucedieron muchas cosas. Pero cinco siglos es algo que acaba de ocurrir y estamos empezando a entender. Son hechos que siento como actuales. Todo parece lejano pero desde la perspectiva de la literatura y la poesía son problemas palpitantes, hechos de hoy. Cuestiones que tienen que ver con el mestizaje, la comprensión de mundos ajenos, los interrogantes sobre el corazón”.

Todo empezó en la cabeza de William Ospina hace 21 años. A él, que ya se hacía preguntas, le llegaron otras en tropel en 1992, al leer a Castellanos durante el quinto aniversario del Descubrimiento. Un poema que lo adentró en el otro mundo de su mundo y le mostró lo que otros vieron hace cinco siglos. Así nació su libro sobre el sevillano Juan de Castellanos Las auroras de sangre, en 1999, una especie de prefacio de esta trilogía a ojos de los vencidos.


El escritor ha invertido unos 20 años en su gran proyecto literario

Hasta entonces Ospina era uno de los más prestigiosos poetas y ensayistas colombianos. No había hecho incursión alguna en la narrativa, hasta que las historias poéticas de Castellanos le dejaron varios episodios en la cabeza: la vida de Ursúa y su viaje a las Indias, que dio como resultado su debut narrativo, en 2005, con un libro de guerras; la de Francisco de Orellana en busca del país de la canela por el río Amazonas que lo confirmó en 2007 como un gran contador de historias y aquí centrado en viajes de conquistadores, y con el cual obtuvo el premio Rómulo Gallegos; y de nuevo con la vida de Ursúa al ir en busca de El Dorado y seguir los pasos de Orellana, que lo arrastrarían hasta su asesinato en un complot liderado por Lope de Aguirre. Una obra con aires homéricos, espíritu shakespereano y aliento de cronistas de indias, bajo el influjo de tantos autores admirados por Ospina como Borges o Chesterton.

Guerras, viajes y amor. Tríptico de la conquista con aires épicos que rastrea de qué está hecha la gloria y la pasión, las pasiones de toda índole y de quienes cabalgan en ellas y bordean los precipicios. “La conquista de América es actual; hay amistad, amor, sed de riqueza, las preguntas por la ley y el orden de la civilización. Preguntas vivas desde siempre”, afirma William Ospina.

Y en La serpiente sin ojos, como así llaman los indígenas al río amazonas, fue clave que se preguntara por la conducta, la lucha de poder. Contar la historia de hombres blindados a la piedad pero no a la pasión, y a los desfiladeros del amor. Aquí, en esta historia de Pedro de Ursúa e Inés de Atienza, los sueños de aventura gloriosa y los sueños de amor son extremos de un mismo anillo que no se cierra, destinados a mirarse de frente; porque mientras el primero busca la conquista rápida, el segundo anhela la conquista eterna. Por eso, en sus páginas resuena el verso: “¿Comprendes esa historia que palpita en la luz?”.


el dispensador dice: América tenía una historia previa a la conquista... la misma podría ser calificada como una gesta heroica, a partir de linajes y herencias. La conquista medieval europea, transplantó a las Américas sus enfermedades, sus patologías mentales, sus mentiras, sus inquisiciones, sus hogueras, sus cazas de brujas, y toda la miseria humana que uno, cualquiera, podría imaginarse... a cambio, se llevaron oros, platas, piedras preciosas, monumentos, mujeres, sirvientes, esclavos, fabricando una historia a la medida de las necesidades de una sociedad enferma por excelencia... para ello arrasaron con las culturas y todas sus expresiones... y dieron lugar a la creencia que América estaba habitada por sociedades atrasadas, primitivas, pobres y vulgarmente caníbales. Los archivos de Indias son una clara muestra de cómo la humanidad inventa patrañas que justifican el "dominar al prójimo", al precio que sea. Desde el arribo de los españoles, América comenzó a padecer la barbarie de los ignorantes... luego se sumaron portugueses y el resto de un espectro de mezquindades representados por estrategias imperiales sustentadas en modelos piratas. Dicho modelo permanece vigente hasta hoy... y las Américas se han quedado, para dicha mentida historia, sin escritura, sin legados genuinos, llenas de indios atrasados, comprando a la Europa Medieval formas industriales de productos naturales de este continente, prolijamente capturados como botines de los reinos necesitados de títulos y honores saqueados a los "sanos". Se llevaron el chocolate, la papa, el maíz, y el oro del Cuzco... pero no pudieron hallar el reino de Vilcabamba... tampoco han logrado descubrir los sentidos del Tiahuanaco... mucho menos han sido capaces de comprender la dimensión del daño infrigido al quemar la Biblioteca de Honduras. El Paititi no fue hallado, tampoco El Dorado... ni siquiera las amazonas... porque las esencias han permanecido ocultas en salvaguarda de los ángulos de los suelos, esos que contienen las sangres derramadas, los destinos truncos, las almas consumidas, y los espíritus evaporados. Europa trajo a las Américas, un grupo de miserables ignorantes devenidos en "adelantados", "virreyes", y otros ladrones... que no agregaron valor cultural alguno al conjunto preexistente... sí, se llevaron todo... y se lo siguen llevando, empobreciendo a las gentes de aquí, y haciéndole creer historias fantásticas a las de allá. La historia americana es paradojal por excelencia, donde todo el primitivismo endilgado a los nativos de este lado del mundo, se da de bruces contra los monumentos y los escasos otros legados reconocidos. Como siempre ocurre, las hogueras consumen cuerpos... no espíritus... no ideas... no dones... no talentos... por ende, no gracias... dejando constancia que todas las barbaridades que comete el hombre, cercenando los tiempos de los vivos, habilitan a que los sacrificados regresen a cumplir con sus tareas tanto como con sus tiempos. Simultáneamente, aquellas gracias truncas, habilitan a que los victimarios, sacrificadores y esclavizadores, se consuman en sus propios infiernos. El hombre debe aprender que las culturas se comparten, ni se roban, ni se parten. MAYO 19, 2013.-   

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