miércoles, 15 de mayo de 2013

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CULTURA | Las palabras vacías

Maldita neolengua

Un fragmento de 'La Escuela de Atenas' de Rafael de Sanzio.Un fragmento de 'La Escuela de Atenas' de Rafael de Sanzio.
  • Palabras como libertad, bienestar o justicia se han vaciado de sentido
  • Cada persona que las emplea las dota de un significado distinto
  • ¿Afecta el 'relativismo semántico' a nuestra capacidad crítica?
E. Vasconcellos | Madrid
Actualizado miércoles 15/05/2013 09:50 horas
 
Las palabras vacías ('stop words' en inglés) son términos que carecen de significado por sí solos: artículos, pronombres, preposiciones. Fíjense por ejemplo en las palabras que Google filtra cuando realiza sus búsquedas: de, hasta, un, por. Ahora piensen en aquellos vocablos que abundan en el discurso político y que, cuanto más se utilizan, menos sentido parece que tienen: democracia, libertad, justicia, bienestar. Llamémoslas palabras 'vaciadas'. O agujeros negros del lenguaje: abismos que se tragan todo lo que encuentran a su paso.

Una cualidad de estas palabras es que, en ocasiones, sirven para nombrar una cosa y la contraria. 'Violencia', por ejemplo, ha sido empleada por Alberto Ruiz-Gallardón para defender la reforma de la Ley del aborto ("violencia estructural contra las mujeres"), pero también por los colectivos que se oponen a dicha reforma (la llaman "violencia de Estado"). Algo similar ocurre con 'igualdad' (en disputa con la 'discriminación positiva'), 'progreso' (tan ambiguo aquello de 'ir hacia adelante') y público (¿de todos o de ninguno?). De la 'legalidad' mejor ni hablamos.

Acudir al diccionario no ayuda. A base de estirarlas, las definiciones son al lenguaje lo que el molde al pastel: un recipiente que determina su forma pero no su contenido. "Sucede con algunas palabras que, una vez inventadas, quedan ahí, nombrando un vacío que nadie se atreve a rellenar de ideas: lo que interesa es precisamente ese hueco. Lejos de ser un absurdo, una torpeza o un error frecuente, eludir desde la actividad política la actualización de definiciones de conceptos como 'interés general', 'libertad' o 'democracia' es algo claramente premeditado".

La ambigüedad sirve para defender, bajo su abrigo, las más variadas prácticas sociales y políticas. Cualquier intento de definición será tachado de intolerante. Estas reflexiones, recogidas en el libro 'Cuando hablan de cultura' (2012), pertenecen al abogado y gestor cultural Ignacio Molano. "Es evidente que detrás de tales palabras debe haber una postura ideológica que les otorgue un contenido. Referirse a alguna de estas nociones sin previamente haber enunciado de dónde parte la interpretación equivale a hablar de dios sin ubicarse primero en una religión concreta".

Discurso político

El fenómeno del que habla Molano no es nuevo, se llama relativismo, pero en épocas convulsas las certezas se tambalean con más fuerza. Preguntamos a José Antonio Pascual, vicedirector de la Real Academia Española, si cree que la crisis ha vaciado el lenguaje: "Una crisis por sí misma no vacía de contenido las palabras. Sí las desnervan quienes, debiendo ayudarnos a salir de esa crisis, en vez de tratar de cambiar la realidad codo con codo con los demás, desconfían de nosotros y prefieren redefinir o, si se prefiere, disfrazar la realidad por medio de las palabras. Con lo que los ciudadanos pasamos de ser los protagonistas de la situación a ser los culpables de ella".

Juan M. Zafra, director de la consultora Análisis, Inteligencia y Comunicación, asegura: "No se puede decir que ese vaciamiento se deba a la crisis económica, sino que es la evidencia, el síntoma de una crisis propia de la política, y tiene que ver con la quiebra de los modelos tradicionales de hacer las cosas". Nuestros políticos, "incapaces de responder" a los cambios que ha desencadenado la crisis global, "se esconden en palabras huecas, que no suponen riesgo alguno, que ayudan a perpetuar posiciones tradicionales sin tener que enfrentarse cara a cara con las nuevas situaciones", añade.

Siguiente pregunta: ¿la comunicación institucionalizada (hecha en gabinetes profesionales) fomenta estas prácticas?. Contesta Zafra, también ex asesor de la Secretaría de Estado de Comunicación.
"Sinceramente, si es así es porque los dirigentes de esas instituciones -Gobierno, partidos, ministerios, empresas- lo permiten y se sienten cómodos con ello. Un auténtico líder no se siente cómodo en las tinieblas ni en la confusión". Y remata: "Con liderazgos fuertes, bien sustentados en valores, no tendríamos esos problemas con el lenguaje, la relación con los medios, las comparecencias parlamentarias....".

Desinterés, confusión, control

Con su 'Retórica', Aristóteles desarrolló una amplia teoría en torno al poder de persuasión de la palabra. La definía como "la facultad de considerar en cada caso lo que puede ser convincente", y se apoyaba en tres pilares: un emisor digno de crédito, un receptor que se mostrase favorable y un mensaje bien estructurado y presentado. 2.300 años después la confusión ha sustituido a la persuasión. Ejemplo de ello es la proliferación de eufemismos como 'desaceleración de la economía', 'préstamo en condiciones muy favorables', 'crecimiento negativo' o la siempre sorprendente 'indemnización en diferido' de Bárcenas.

Quien emplea este lenguaje, ¿qué pretende? "Anonadar y minar la capacidad de reacción de quienes, por ser culpables, no deberíamos poder reaccionar", responde Pascual, catedrático de Lengua española de la Universidad Carlos III de Madrid. Repetimos la pregunta a Zafra: "Desmotivar, perpetuar posiciones de poder basadas en visiones o métodos que se han visto superados por la evolución de la sociedad del conocimiento, la sociedad en red, la apertura, la participación y la transparencia. No es casualidad que España no tenga aún una ley de transparencia".

Para Ignacio Molano, el uso pérfido del lenguaje hace de la palabra "un instrumento para la sumisión" en lugar de un cómplice del conocimiento y la "emancipación" social. El ejemplo más célebre es la 'neolengua' inventada por George Orwell en su libro '1984'. El 'newspeak', una versión anoréxica del inglés, era una herramienta de control de un régimen autoritario ficticio. Además de adelgazar el idioma, el Estado eliminaba los significados 'peligrosos' de palabras como libertad. Y así, si no existían en las mentes, no podrían hacerlo en las calles.

Pedimos al vicedirector de la RAE que señale otro ejemplo de cómo el lenguaje se usa para controlar al ciudadano: "Bastaría con encender algunas televisiones hoy mismo, en este hermoso día del mes de mayo de 2013".

Y a Zafra le animamos a que nos dé ideas para combatir la neolengua: "Tenemos que reivindicar la palabra, la conversación. Cultivar el lenguaje -leer, escribir, hablar, escuchar-, el conocimiento colectivo, las relaciones y la forma en la que nos comunicamos. Y exigir a los políticos que lo hagan cada día más y no se parapeten tras palabras huecas, pantallas de plasma o barreras policiales".


el dispensador dice:
nos estamos acostumbrando,
a palabras vacías,
a discursos sin sentido,
a aseveraciones muertas,
a promesas desiertas,
a miradas inciertas,
a complicidades expertas,
en mentidas democracias,
que siempre desalientan,
que atrapan y frustran,
a sociedades enteras...
mientras los poderes disfrutan,
bienestares que humillan,
a todos aquellos que pasan por sus vidas,
sin disponer siquiera de una silla...

todo guarda un segundo sentido,
una intención oculta,
donde el poder insulta,
a necesidades sencillas,
de aquellas gentes sin sillas,
cuyas voces no suenan,
cuyos clamores no se atienden,
porque siempre se halla un argumento,
para despreciar los derechos,
de aquel que "no tiene"...

transitamos una tergiversación de los valores sociales... transitamos una circunstancia donde las palabras de las autoridades suenan a desprecios, a burlas, a atropellos, a violaciones de los derechos humanos y de las garantías ciudadanas de los simples mortales... transitamos un momento donde las palabras son "voladas" por los vientos, dejando vacíos que someten y esclavizan a "los buenos"... transitamos el doble mensaje de un poder soberbio y negligente, cuya única función es denigrar a sus propias gentes... en tal contexto... nada conserva su sentido, y toda palabra tiene doble vía... por ende lo que se dice produce efectos paradojales que terminan generando resultados inversos a los dichos y esperados... transitamos un momento donde el poder se ve ridículo y hace culto de ello, asegurando que el drama no es tal, que la crisis no es igual, que el caos apenas si es infernal... pero para ellos, los políticos, todo da igual... nada bien, nada mal...

debería crearse un diccionario de dobles intenciones, de peores elucubraciones, de desprecios y desatenciones... donde los sentidos son opuestos... y los destinos inciertos...

la Tierra es hoy un "infierno"... donde no guardan sentido los gobiernos... los estados son desiertos... y quienes dicen conducir... aún estando vivos, sólo demuestran estar muertos.
MAYO 15, 2013.-



 

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