Foto: Carlos de Hita.
EL CORO DEL ALBA
Carlos de Hita
Suenan primero los últimos de la noche. Ulula un cárabo. Siguen los primeros del día que aún está por venir. Lo primero que oímos suele ser un chisporroteo, el reclamo de un petirrojo, que enlaza con su parloteo deslavazado. Despiertan a continuación las cornejas, las voces ásperas del alba. Reclama y canta un chochín, que hace dúo con un pinzón vulgar: dos torrentes de voz en la madrugada.
Empieza a clarear y el bosque se llena de luces, o lo que es lo mismo, de sonidos. Un zorzal charlo, los primeros vencejos, el relincho de un pito real, diferentes pájaros carpinteros. Todo se acelera y pronto se forma un barullo. El coro del alba es ahora una confusión de voces de la que destacan unos silbidos melódicos, potentes, muy articulados, con un sutil roce que les confiere personalidad. Amanece al fin y cantan los mirlos.
Este montaje es un resumen, un concentrado en pocos minutos de una larga secuencia en la naturaleza. Pero la secuencia grabada también es un resumen, un extracto de otra un poco más larga que, por unos días, no va a resonar entre las arboledas sino entre los muros de un museo. Lo abierto, encerrado. En Segovia, en las salas del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. El bosque donde cantan los mirlos sirve de banda sonora a la obra de los artistas.
el dispensador dice:
conciertos al alba,
aleteos que avanzan,
se rememoran los sueños,
por detrás van las calmas...
se repiten sonidos,
encuentro de bandas,
decibeles que suben,
perfumes que atrapan...
el día se asoma,
un nuevo mañana,
la esperanza lleva,
la aventura atrapa...
el bosque espera,
la selva es humana,
depredadores atentos,
vendedores de ilusiones se destapan...
la temperatura asciende,
las miradas engañan,
cortesías que mienten,
el atropello gana...
mientras el día crece,
el amanecer se pasa,
tricheras se cavan,
voluntades se apagan,
sobrevivir importa,
tal vez lo que siga... se repetirá mañana.
MAYO 12, 2013.-
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