miércoles, 19 de marzo de 2014

EL EXILIO DEL TESTIMONIO ▲ Desfallece el obelisco del faraón | Cultura | EL PAÍS

Desfallece el obelisco del faraón | Cultura | EL PAÍS



Desfallece el obelisco del faraón

Aumenta la presión para que el castigado monumento de Ramsés II, que preside la plaza de la Concorde de París, regrese junto a su pareja en Luxor



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Panorámica del obelisco. / ARNAUD CHICUREL


El traslado desde Egipto a París del gran obelisco faraónico que se alza en la plaza de la Concorde de París fue una gran aventura que requirió años (de 1831 a 1833) y una proeza de ingeniería. También un desvergonzado expolio a escala gigante. Y a tenor de lo que advierten algunos expertos, una sentencia de muerte para el monumento.
 El espigado bloque, de casi 25 metros (sin contar el pedestal) y 250 toneladas, proviene de la entrada del templo de Luxor, cuenta 3.300 años de antigüedad —de los que ha pasado apenas 178 en su actual emplazamiento parisino—, y tiene una pareja, que permanece en su lugar, de la que fue separado sin ninguna consideración histórica o artística (y no digamos ya sentimental).
Levantado con su hermano para cantar la gloria de Ramsés II, al que están dedicadas las inscripciones jeroglíficas que cubren sus cuatro caras, es uno de los más majestuosos y hermosos obeliscos construidos jamás por los antiguos egipcios. Y, según el prestigioso especialista en conservación Eduard Porta, sufre mucho, hasta el punto de que el experto lo califica de “enfermo terminal” que “debe volver a casa”.
La voz de Porta, químico y conservador de museos, coordinador de la restauración de la tumba de Nefertari en los años 1988 a 1992 y asesor del Museo Islámico de El Cairo, es la más reciente de las que se han elevado para advertir de que el obelisco egipcio desfallece en París y amenaza ruina; que el largo miembro de piedra se viene abajo vamos.
“Cuando los franceses se lo llevaron de Luxor estaba en un estado de conservación magnífico”, explica Porta, “pero las condiciones ambientales que viene sufriendo en París son las peores para su conservación, y ahora se encuentra en un estado terrible, muy degradado”.


Porta recuerda que el obelisco, construido en granito rosa de Asuán, es muy susceptible al clima de la capital francesa, letal, dice, para la conservación de la piedra. “El frío intenso, las largas heladas, la nieve, la alta pluviosidad, la contaminación y las vibraciones producidas por el tráfico de vehículos y el metro han provocado que se desarrollen profundas y largas grietas longitudinales”. Para el experto, no hay duda de que el obelisco “estaría mucho mejor en Luxor, ha sufrido muchísimo más en los 180 años desde que lo se lo llevaron que en los más de 3.000 años que pasó en su sitio”. Y añade: “Basta con compararlo con su pareja para darse cuenta del deterioro. El de París es de color gris sucio, manchado, oscuro, feo, mientras que el afortunado que se quedó en Luxor, donde la humedad es muy baja, el aire limpio y la lluvia muy escasa, es amarillo rosado y se conserva muy bien. Grietas, incluso pérdidas de material y demás degradaciones del granito son fácilmente visibles sobre las cuatro caras del obelisco de París”.
Uno de los fenómenos que más está actuando en la degradación de la piedra, detalla Porta, “es el aumento de volumen que se produce cuando el agua pasa de estado líquido al sólido; después de llover o peor, de nevar, si hay un descenso de temperatura por debajo de 0º el agua se congela y aumenta un 8% su volumen. Esa agua al helarse dentro de grietas y aberturas actúa abriendo aún más las fisuras y ensanchando los poros de la piedra lo que permite que entre más agua, y el ciclo continúa”. Hay más: “Cuando sale el sol, la piedra oscurecida por la suciedad y la contaminación empieza a calentarse muy rápidamente, pues el granito es muy buen conductor, el agua se evapora y sus restos concentran sales solubles ya sólidas que corroen el monumento. Otra fuente de daños son los hongos, algas y demás microorganismos”. Los responsables franceses de conservación son bien conscientes de los problemas y han dispuesto una serie de sensores sobre el obelisco, “pero es poco lo que se puede hacer”.
El especialista remarca que el obelisco no apareció en una excavación, sino que se encontraba en su emplazamiento original. “Arrancarlo de allí fue muy fuerte, una atrocidad, como llevarse porque sí una torre de la Sagrada Familia”. El retorno del obelisco se justifica no solo por su estado, subraya Porta, y porque trasladarlo fue un atentado al patrimonio, sino por el desaguisado causado en el aspecto del templo de Luxor al llevárselo. “Cuando miras el edificio es como mirar a alguien al que le falta un diente, da grima”, señala gráficamente.
Los franceses, que envidiaban a Roma, que tenía varios, se hicieron con el obelisco derecho del templo de Luxor como un regalo a su monarquía por parte de Mohamed Alí, virrey de Egipto nombrado por la Sublime Puerta, el Gobierno del imperio turco. “En puridad no podía regalarlo porque no era suyo”. A cambio, los franceses enviaron a los egipcios un reloj, emplazado en la ciudadela de El Cairo, que, recalca Porta, “no ha funcionado nunca”. El encargado del traslado del obelisco fue el ingeniero francés Jean-Baptiste Lebas, ingeniero de la Marina, un genio. La empresa fue muy compleja y requirió abatir el monumento, arrastrarlo hasta el Nilo, cargarlo en un barco especial que lo llevó hasta Alejandría y de allí en otro hasta Toulon, y desde el puerto transportarlo a París, adonde llegó, tras remontar el Sena en barcaza, en diciembre de 1833. Un viaje de 12.000 kilómetros. No fue plantado en la Concorde hasta el 25 de octubre de 1836, en un lugar en el que antes había estado instalada la guillotina, lo que no era un presagio esperanzador.
¿Podría buscarse alguna solución para conservar bien el obelisco en París? ¿Una gran caja transparente, por ejemplo? “¡Te imaginas el impacto visual! ¡Sería horroroso! Aparte de que construirle una vitrina no eliminaría los problemas de la vibración del tráfico, ni la condensación. También se ha hablado de desmontarlo y colocarlo en el interior del Louvre, lo que no parece realista. Lo mejor y lo más barato es pagarle el billete a Luxor”.
¿Hay alguna posibilidad real de que el obelisco vuelva a su casa? “Solo depende de que Francia quiera devolverlo, pero ya se sabe que devolviendo se pone uno muy malo. En realidad, desde el punto de vista técnico, sería muy sencillo transportarlo ahora. Nada que ver con la odisea que fue llevárselo. Bastaría con meterlo en un gran avión de transporte y en seis horas lo tienes en Luxor”. Estaría, claro, el problema de qué poner en su lugar. “Eso a mí no me importa, ¡que pongan una estatua de Carla Bruni!”.
Zahi Hawass, el exresponsable de antigüedades egipcio, ya inició una campaña para reclamar que se prestara un mayor cuidado a los obeliscos exiliados, recuerda Porta. Hawass exigió a EE UU que se restaurara el obelisco alejandrino que se alza desde 1880 en el Central Park de Nueva York, a su entender en un injustificable estado de abandono. Su caída (de Hawass) impidió el segundo paso que era reclamar el retorno del obelisco.

En el exilio

Hay ocho obeliscos egipcios de más de 20 metros repartidos por el mundo. Además del de la Concorde, figuran en la lista el del Central Park de Nueva York, el del muelle Victoria en Londres, el de Atmeidan en Estambul y los cuatro llevados a Roma (entre ellos, el del Vaticano). El único antecedente de devolución de un obelisco no es egipcio, sino etíope: el de Aksum, de 24 metros, arrebatado por Mussolini en 1937 y devuelto por Italia en 2005.
el dispensador dice: de haber podido, me hubiese quedado parado contemplando la obra, eternamente, porque a estas alturas de mi vida, y ya sin miedos de los ridículos propios de las ignorancias, puedo decirte que no tengo dudas de que dicho monumento es un testimonio sobre la conexión de la Tierra humana con otros mundos, muy lejanos, muy distantes, muy diferentes, posiblemente ubicados en las galaxias de la constelación de Orión... sí, estos obeliscos son algo semejante a antenas, que la humanidad olvidó, fundamentalismos mediante, cómo deben utilizarse para conectar los pensamientos, las almas, los espíritus, a través de umbrales que evaporan los espacios en el tiempo, y el tiempo en los espacios, haciendo que las realidades sean contiguas, inmediatas, vinculantes, paralelas...

luego de Petri, luego de Álvarez López, nadie ha pensado en lo "egipcio" como lo hacían los viejos egipcios, sus ancestros los nubios, y los anteriores al transplante de los humanos a la Tierra... después de arrasar Alejandría, los fundamentalismos cundieron de la mano de las ignorancias eclesiásticas, y más tarde el medioevo terminó de devorar los fundamentos del conocimiento como eje de las filosofías y las éticas, dando lugar a ciencias vacías que se compran y se venden según los intereses que hay en el medio, para someter y esclavizar las necesidades humanas... algo semejante a un reino de baratijas, donde el rey se cree dueño de los destinos de sus iguales, sus prójimos... 

parado justo delante del obelisco, he pensado en el exilio de la cultura egipcia, un exilio forzado por aventureros respaldados por un imperio insaciable que roba para luego exponer trofeos de cosas que sólo dejan en evidencia la incapacidad de una cultura para emular a otras superiores, mucho más antiguas, mucho más respetuosas del "todo" circundante, mucho más unida al universo de un creador desconocido, cuyo verbo retumba en cada uno de los rincones de un universo que no comienza ni termina en ninguna parte, del que el hombre es un "pobre" pasajero con pocas luces, que cree saber mucho, que dice saber más, pero que en el fondo no sabe nada de absolutamente nada... que no se asocie con la soberbia del poder...

parado justo delante del obelisco egipcio, me he sentido curiosamente conectado, enchufado a ancestros desconocidos, pero que al estar unido por sentimientos genuinos, sincroniza las sensaciones y los afectos, quebrando los espacios y evaporando los tiempos... algo así como un portal... pero si careces de sensibilidades, puedes estar frente a él horas y sólo verás una piedra descalza de sus raíces, algo que sucede en París con miles de millones de turistas que pasan por allí, sacan fotos, y se van para ver lo que sigue, contándoles a sus amistades la importancia de saberse "parisino" por adopción...

los obeliscos egipcios tenían el sentido de la conexión eterna... pero algo o alguien cortó la conexión y la misma se consumió entre soberbias, desprecios, y miserias humanas, cosas que hoy se exponen en museos que tergiversan las culturas originarias de cualquier parte, por simple asalto de poderes... omitiendo que los hechos del hombre guardan un sentido conectivo con el lugar donde fueron gestados y con quiénes fueron sus gestores... pero los apuros no dejan ver y mucho menos pensar en las importancias de los pasados pisados... y hoy... hoy mismo... las culturas genuinas están todas exiliadas, soportando las soberbias del poder que exhiben aquellos que se creen mucho más de lo que nunca fueron... 

pero... estos monumentos tienen una historia que la humanidad desconoce... tienen vida propia... pueden permanecer quietos por milenios, pueden permanecer en vida latente durante cientos de miles de años... pero un día... artilugios del destino mediante, tienen capacidad para mover las "intenciones ajenas", a efectos de regresar a donde pertenecen... un lugar de donde nunca debieron ser quitados...

Luxor reclama lo que le pertenece... porque la conexión ancestral por reencontrarse consigo misma... a pesar de las segundas intenciones del hombre y sus miserias.
MARZO 19, 2014.-

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