La FIL celebra la curiosidad
La industria del libro muestra su pujanza en una cita protagonizada por el interés de los más jóvenes
Vista general de la Feria internacional del Libro se Guadalajara. ULISES RUIZ BASURTO (EFE)
Más allá de la exuberancia de los números —20.000 profesionales, 2.000 editoriales, 400.000 títulos, 700 autores de 21 países, un complejo de 34.000 metros cuadrados, 800.000 visitantes previstos—, lo que confirma cada nueva edición de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL), en México, es la potencia que sigue teniendo el libro: para generar complicidades, abrir nuevos mundos y propiciar los debates que exige una sociedad como la nuestra, atravesada por la incertidumbre e íntimamente afectada, en sus viejos valores y certezas, por los desafíos de la globalización y por el impacto de Internet.
La FIL, la segunda más importante del mundo después de la Feria de Fráncfort, ha mostrado también la fortaleza de la industria del libro, que ha conseguido sortear con entereza los cambios radicales que sigue sufriendo, y que proceden tanto de las formas de ocio generadas por las nuevas tecnologías como de la multitud de ofertas pedagógicas y de divulgación producidas en los soportes digitales. La FIL es, ante todo, una cita para hacer negocios y para soldar los contactos entre los dos lados del Atlántico, y puede decirse que el sector consigue conservar sus constantes vitales, y las industrias de la lengua del español reforzar su pujanza.
Pero hay un componente de la FIL que es el que, año tras año, termina por otorgarle sus verdaderas señas de identidad: la atmósfera de fiesta y de celebración de lo que significa la lectura y el contacto con los escritores. Los visitantes quieren participar y saber y preguntar y discutir. Y la gran mayoría de ellos son jóvenes. Jóvenes curiosos que convierten el libro en la herramienta esencial del conocimiento.
Este año ha sido Madrid la invitada especial de la FIL. El mensaje que ha llevado es el de una ciudad cosmopolita y abierta, plural, dinámica, libre de prejuicios. Todos caben bajo el cielo de Madrid, han dicho. Y en México les han respondido que todos son bienvenidos en Guadalajara.
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