miradas de BUHO
el dispensador dice: si bien cuando era niño la oscuridad me inspiraba cierto temor, poco a poco, en los campos abiertos de Hinojos le fui ganando confianza hasta alcanzar el punto de amar el caminar en la noche cerrada... a lo largo de los años, cambiando los paisajes según los designios de la vida, tuve oportunidad de seguir experimentando las sensaciones que imprime el acostumbrar los ojos a la oscuridad amplia, muy distinto a la eventual que proporcionan los contraluces de las ciudades. He caminado a campo abierto en muchos lugares del mundo y seguramente, no faltará quien observándome haya pensado que estaba loco y... nada más cierto... pero he aprendido a disfrutar los sonidos de la noche y descubrir, miradas atentas mediante, las cosas trascendentes que nos perdemos lo humanos. Esa experiencia te enseña a pisar y a sentir los pies, aspecto en el que usualmente no reparamos... por otra parte, no es lo mismo transitar bajo la luz de las estrellas por un camino asfaltado que hacerlo a campo traviesa... los sentimientos caen en cascada y las sensaciones te atropellan el alma. Ver dormir a las aves, es para mí una gracia... y encontrarme con la mirada sabia de un buho, que me habla con sonidos inteligibles, más aún. Hoy, con la vida caminada, sucede que muchas veces me tildo contemplando el vuelo de las águilas en la Cordillera de los Andes... y sigo atentamente sus juegos con las térmicas, capacidades desconocidas para los humanos. A veces pasan haciendo círculos por el lugar donde vivo y me quedo en el jardín con la vista clavada en sus piruetas... Otras veces, aves se acercan a la ventana de la habitación que ocupo como mi estudio o bien se detienen en las ramas de la Santa Rita (contigua a la ventana) para mirarme y hasta acercarse al vidrio... en alguna ocasión han entrado al estudio para buscar vaya a saber qué y luego irse dejándome su canto o al menos un silbido de complacencia. Hemos establecido un pacto. Cuando estoy, les proporciono migas de pan por la mañana y por la tarde... y ellos se han acostumbrado al rito... pero cuando no salgo a cumplir con mi parte, me llaman. Salvo a las palomas, no los identifico... pero ya van varias generaciones aladas que se llegan a mi alma para traerme la paz que les he pedido. Enero 24, 2010.- DEDICADO A: mis pájaros de los jardines en altura del Santuario de Schoenstatt... a quienes me acompañan en mis atrevidos vuelos.
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