CARTA AL CIELO
El dispensador dice: quizás las personas no se dan cuenta que tu incluyes el todo de las existencias. Estás arriba sí, pero en realidad te extiendes desde donde concluye el suelo que se pisa, ese que se conjuga con las plantas de cada quién, llenando sus huellas de aire y grabando las sendas en estelas invisibles que permanecen en la eternidad una vez que se van impregnando en los aires y tiempos respirables, en esta dimensión de las tangibilidades y las limitaciones de sentidos acotados. Suelo contemplarte con admiración y respeto. Me llenas el alma cuando te expresas en azul celeste eléctrico, casi nuclear y radiante, y mi espíritu se siente completo... sin embargo observo que dicha conducta tuya se limita sólo a ciertos lugares, ya que sólo te he apreciado en ciertos días de Santa Rosa de Tastil o de Cafayate, dependiendo de quien comparta el momento. No sé cómo lo haces pero también he presenciado que a veces me acompañas en mis viajes y tengo en mi alma tu presencia puntual y distintiva sobre mi cabeza en algunos lugares de esta Tierra por donde he pasado. Siempre me digo a mi mismo que por algo será, y jamás me pregunto sobre la razón de semejante bendición. Más aún cuando pintando tu imagen te acompañas con nubes iridiscentes que despliegan bendiciones sobre aquellos que las admiran en silencio, interpretando un mensaje de universalidad cosmogónica donde Dios comienza y termina en uno mismo, en la gracia de haber nacido para cumplimentar una razón divina que excede al imaginario colectivo. Verte a ti me libera de altares e imágenes de mármol y me has hecho comprender que estar cubierto por tu azul brillante o tu negro azabache es parte de la consubstanciación del espíritu humano con su creador, único hilo de plata que revela la gracia de la vida, la gracia del sueño y el culto genuino a la esperanza de un mañana necesario, en el que uno puede o no estar incluido pero del que formará parte según su obra y los legados impregnados de humildad y certidumbre, traducidos, cobijados, protegidos por la FE, único motor que impulsa al mundo. Debo decirte que me subyugas en las noches estrelladas donde la oscuridad, la tuya, es luz... y donde todo aquello que compone este lado del universo, el visible por el pobre ojo humano, se muestra destellante, pleno de energías que percibo con claridad meridiana, traduciendo un mensaje que se sitúa mucho más allá de las inteligencias de la condición humana. No obstante, al sentirme parte tuya, me elevo hasta los confines del espacio, buscando la paz que sólo mora en las almas de la luz, que prescinde de utilitarismos y lanzas que pretenden dominar espacios para apropiarse de las intenciones y los esfuerzos ajenos, sosteniendo cánticos de alabanzas al espíritu universal. Gracias por traerme cada día para enseñarme aquello que comprendes, visible en el vuelo de un ave majestuosa o vibrando en una luciérnaga curiosa, desplegando alas a través de mariposas o mostrando sentimientos en las fragancias de una rosa. A lo largo de esta vida que me ha sido concedida, he tenido la gracia de estar protegido por tu inmensidad durante un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo y he compartido contigo mi senda, por lo que eres testigo de ella para los aires por venir. Por favor, guarda mi sombra y hazla tuya según el dogma del verbo de la creación. Gracias por tu música y tu coro de silencios intensos... te escucho con admiración y reverencia. El hombre se volverá espíritu cuando interprete que el verbo es silencio expresado en el acto de crear sin prescindir de nada, incluyendo el todo. Simplemente gracias, tu presencia es mi bendición. Agosto 31, 2010.-
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