sábado, 22 de octubre de 2011

SE ME ESTÁ QUEMANDO LA TARDE

el dispensador dice:
percibo que alguien me está mirando,
en verdad me está acompañando,
andamos por la vida conversando,
sabe que no puedo verlo,
pero siento sus sentimientos,
se me está quemando la tarde,
el molino está sonando,
engranajes oxidados,
serán recuerdos olvidados,
por los caminos andados,
a veces camino buscando,
las sombras que se van reflejando,
creo haber visto un destello,
sobre el costado derecho,
no sólo escucho su paso,
también sé que me está susurrando,
se han oxidado los engranajes,
el molino anda sonando...

se incendia el horizonte,
se me está quemando la tarde,
no recuerdo dónde fue,
que me estampé contra el arte,
veo pinturas en todas partes,
y todo parece llamarme,
los colores están vibrando,
separando sus paletas,
ando falto de tela,
no así de acuarelas,
mañana será otro día,
allí desplegaré las velas...

sin moverme de mi espacio,
he escalado hasta la veleta,
he subido despacio,
no quiero rasgar la tela,
no sé nada de pinturas,
algunos me dicen amargo,
pero cuando miro a la distancia,
veo ángeles flotando,
donde hay aire circulando,
habrá ánimas bailando,
aquello que te convoca,
es lo mismo que anda errado,
prefiero andar de a pié,
amo demasiado a los caballos...

el horizonte se ve inquietante,
de tan tranquilo anda errante,
cuántos soles habrán pasado,
para descansar el pasante,
los espíritus andan buscando,
perdidos entre soledades,
no sé qué color le han dado,
a la obra que se ha legado,
algunos aprovechan esfuerzos,
mientras se roban voluntades,
quien camina solo en la noche,
encubre sus ansiedades,
no alcanza acomodar ojos,
hace falta enfocar el alma...

he visto alguna nubosidad,
reflejando allá a la distancia,
ya no recuerdo mi nombre,
se me perdió con la estancia,
me guío por alambradas,
que son espejo de estrellas,
cuando aparece alguna tranquera,
la siento como barrera,
el que impide la visita,
desprecia al llamado cualquiera,
prefiero sentir el suelo,
que es donde laten las almas...

hay un nido de hornero,
sobre la mitad del molino,
sostiene largas conversas,
con los ruidos y los vientos,
a veces me convida un trino,
mientras persigue las palas,
raros ruidos que emanan,
en una tarde consumida,
ayer lo he visto pasar,
me dijo que no abandone,
que lo más colorido es la vida,
cuando das forma a la tela,
todo parece sonidos...

aquella tarde me dijo,
que no queden dudas ajenas,
lo que pintas en el día,
iluminará las gracias de vida,
mientras que si pintas de noche,
la imagen será derroche,
no se debe imaginar en luna llena,
porque no hay oscuridades serenas,
cuando se apela al instinto,
cuando lo que mira es el alma,
habrá cuartos de calmas,
buenos para buscar ideas,
aquel que te anda llamando,
es el que trae el poema,
no pretende que lo escribas,
apenas que lo vivas,
quien sabe de molinos,
discierne los sonidos,
algo estará oxidado,
te aseguro que es la vida...

tengo la visión pendiente,
de un molino en la llanura entrerriana,
se me ha escapado la tarde,
la tapera se siente vacía,
cuando sostenía la estampa,
de ella todos vivían,
ahora se han dispersado,
dicen que así es la vida,
uno va buscando espacios,
mientras otros andan caminos,
a veces se cruzan los puentes,
prefiero subir al molino,
sentado en el último peldaño,
miro al cielo estrellado,
dicen que fue un extraño,
me está alcanzando la mano,
las almas que sintonizan,
pasan por pitonizas,
cuando se te pierde el santuario,
cuando no hallas el oráculo,
allí en la noche cerrada,
sin luna y sin estocadas,
será suficiente alzar la mano,
para sentir su llegada,
el que sabe de los umbrales,
no necesita de ventanas.
Octubre 22, 2011.-

"... habiendo caído la tarde, entre olvidos y recuerdos, he perdido mis ausencias, ahora vivo de sueños."
dedicado a: los que han sido amigos del alma sin siquiera estrecharnos en un abrazo con o sin Andes del Sur. La vida ofrece extraños privilegios, valen más los anónimos desconocidos que aquellos otros que fueron elegidos para andar cruzando tu huella... el que abandona un afecto, el que reclama destino, asaltando de otro su tino, termina consumido por las ausencias que le impone el propio camino.

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