ENTREVISTA A GABRIELA MASSUH
"La globalización consiste en arrasar todo lo que formaba parte de nuestra identidad"
La escritora tucumana habla sobre La Omisión, una novela en la que la protagonista se entera, después de que ha muerto, que su marido tenía SIDA. También habla acerca de su labor como editora. "La nuestra es una función suicida, pero es noble", afirma. Sostiene, además, que hay mucha y buena literatura joven sobre la nada, "en un mundo donde pasa de todo".
SUSTANCIAL DIFERENCIA. "Esto, que muchos confunden con progreso, es simplemente acumulación por desposesión", define Massuh. | Ampliar (1 de 2 fotos)
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- Para responder a esa pregunta tendría que escribir un libro; no sólo por la dificultad de la materia, sino porque a lo largo de la vida una se va acomodando a esa situación de muy diferentes maneras. En el hecho de tener un padre como figura pública nunca hay neutralidad, menos cuando se está en disciplinas afines: él, más allá de ser un filósofo, era un brillante escritor y seguramente, por ósmosis, se habrá filtrado en mi estilo algo de su tendencia a la musicalidad, al exceso de adjetivos y, a veces, al abuso de una retórica un tanto enjundiosa. Yo siempre le decía que había que tener cuidado con los adjetivos porque envejecen rápido; ahora cometo el mismo error. Él tenía la tendencia a ser un poco Beethoveniano, sobre todo en el coqueteo con los finales apoteósicos; y ahora yo me cuido mucho de eso… Más allá de esto y a pesar de que él siempre me decía que tenía que ser escritora, yo publiqué mi primera novela dos meses antes de que muriera. Él estaba muy debilitado y, para ese momento, casi no podía salir de la cama. Después de muerto, encontré mi novela sobre los libros que tenía apilados en su mesa de luz. Si no me equivoco, había llegado hasta la mitad y, como siempre solía hacer, había subrayado ciertos párrafos. No me pregunte cuáles fueron porque no lo sé: abrir ese libro con sus marcas me da mucha tristeza.
- La novela parece tener mucho de autobiográfico, digo por el tema de las sucesiones, los duelos que le tocaron de cerca y tan seguido en la vida real. ¿Es así?
- La Intemperie, mi primera novela, sí es autobiográfica. La Omisión tiene de autobiografía lo que puede tener cualquier novela contemporánea. Las principales protagonistas del libro, Matilde y Sara, son personajes de ficción y, seguramente, hay partes mías en las dos, sobre todo en la manera de sentir el mundo, pero no en el carácter ni en las formas de reaccionar. Lo autobiográfico en la novela es mucho más abstracto: se trata de conjurar el paso del tiempo, de bucear en la pérdida personal y en las pérdidas compartidas que impone eso que ha dado en llamarse "globalización", que consiste en arrasar estrepitosamente con los barrios, los lugares públicos, la naturaleza, los paisajes de la infancia y todo eso que formaba parte de nuestra identidad como argentinos, tucumanos o porteños: los patios de baldosas, las parras, los atardeceres en familia, las higueras en el fondo de la casa, los aljibes, las plazas con azahares y lapachos, los alfeñiques… en fin, todo eso que hoy es sustituido por los shoppings y los barrios privados rodeados de una miseria portentosa que nadie mira. Esto, que muchos confunden con progreso, es simplemente acumulación por desposesión.
- ¿Tener una editorial independiente es un mayor desafío ahora que en otras décadas?
- Una editorial independiente es un acto de resistencia y un gigantesco motor para perder plata, porque los gastos jamás se recuperan y se tardan 10 años en llegar a eso que se llama "punto de flotación", es decir, ese momento en el que los ingresos cubren los gastos. Tampoco sabemos si de aquí a 10 años existirán los libros en papel o si todo será digital; estamos en un momento de enorme incertidumbre, no solamente desde el punto de vista editorial. Hoy en día, más del 25% del mercado editorial mundial es manejado por un solo holding (Penguin, Bertelsmann, Random House), representado aquí por Sudamericana. Eso significa una enorme, inimaginable reducción de la multiplicidad de la oferta, ya que los holdings no van a seguir editando autores que no reditúen. Entonces puede ser que desaparezcan Borges, Voltaire, Flaubert o Böll si están en esas editoriales porque nunca llegarán a vender tanto como un best seller. Son grandes desafíos del mundo contemporáneo, a veces tristes desafíos, pero dentro de este panorama las editoriales pequeñas, pequeñísimas como la nuestra, tienen algo así como la función de preservar la biodiversidad. Y yo creo que la nuestra es una función suicida, pero es noble.
- Generalmente, al público lector "promedio" de novelas no le agradan los temas álgidos, las enfermedades incurables. Buscan en una novela el entretenimiento, una de las funciones de la literatura. Aunque fuese ficción, ¿no lo tomó en cuenta como factor de ventas más allá de escribir lo que le agradó, le surgió o necesitó como catarsis?
- La verdad, no sé qué le interesa al público lector "promedio"; intuyo que satisfacer a ese hipotético lector tiene que tener en cuenta tantos factores como lectores. Hoy por hoy, la mitad del éxito de un libro forma parte de una maquinaria publicitaria que no posee ninguna de las editoriales en las que a mí me interesaría publicar. Más allá de esto, lo que usted me está diciendo es que no hay que tirarle tantas pálidas a la gente. Puede que tenga razón, pero yo quiero que mis libros consuelen, es decir, que los lectores se vean acompañados en sus alegrías y sus tristezas, que se entretengan porque se reconocen en los personajes, porque esos personajes los asombran, le aportan algo nuevo y, a su vez, le hablan de un mundo que conoce. Yo no quiero entristecer al lector, a las lectoras (quienes más leen son mujeres) sino ser solidaria con ellos, que por favor no se aburran, que se sientan interpelados por los personajes. La tristeza despareció de la literatura argentina por prejuicio: nuestros autores jóvenes están peleados con sus padres setentistas y por eso le tienen terror a lo que puede sonar terrible, desmesurado, triste o político. Por eso hay mucha y buena literatura joven sobre la nada, precisamente en un mundo donde pasa de todo. Si yo necesito contar algo triste nunca dejaré de hacerlo por pensar que eso puede disminuir la venta del libro. La venta del libro, como le dije, es parte de otra maquinaria.
- ¿Tuvo en mente desde el comienzo el argumento completo -y hasta el final de la novela- o "se fue haciendo camino al andar", fue fluyendo?
- El argumento de la novela estuvo desde el principio en líneas muy generales: señora de clase media alta porteña queda viuda y se entera, después de muerto, que su marido tenía sida. Eso era lo único que estaba claro desde un principio. Todo el resto, los personajes, los hijos, la amiga Sara, el ex amante del marido, lo que hacen o dejan de hacer va surgiendo después para sostener la tensión de lo narrado. Pero nada de eso es aleatorio, yo no me siento a escribir para ver qué sale, sino que llevo a los personajes dentro mío durante todo el tiempo, mientras me ducho, cocino, trabajo, viajo en colectivo y así. De modo que en el momento de escribir existe previamente una estructura que no es para nada aleatoria.
- ¿Tiene en mente otra novela, está pensando en algo definido, tiene proyectos rondándole?
- Sí, una novela. Precisamente sobre una mujer que se llama Catalina a quien los diarios nunca quieren publicarle las historias que propone… porque son muy tristes.
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PERFIL
Gabriela Massuh nació en Tucumán. Es hija del destacado filósofo Víctor Massuh. Cursó la licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo su doctorado en Filología en la Universidad de Erlangen-Nürenberg. Fue docente universitaria, periodista en temas culturales y traductora. Dirigió el Departamento de cultura del Instituto Göethe de Buenos Aires durante más de dos décadas, transformándolo en un centro de intercambio y reflexión sobre temas político-culturales. Publicó, entre otras obras, Borges: una estética del silencio; La intemperie y Formas no políticas del autoritarismo, en coautoría con Simón Feldman.
Lo que no vivimos
Novela La Omisión Gabriela Massuh (Adriana Hidalgo - Buenos Aires)
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Estructuralmente, la linealidad absoluta de su narrativa contribuye a una lectura casi sin pausas. Ambientada en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires en su mayor parte, la autora cuidó hasta en los detalles mínimos la veracidad de la "escenografía" o infraestructura de la obra: desde los recorridos de un ómnibus o el conocimiento de calles, lugares, situaciones, circunstancias hasta el nombre botánico, en latín, de los árboles -por solamente mencionar detalles menores- que consolidan la credibilidad de la novela.
El argumento básico gira en torno a la viudez de Matilde Viale, una señora de clase media alta de origen cordobés y educación porteña. Al ponerse de manifiesto el origen de la enfermedad de su marido y su doble vida, Matilde se replanteará qué hizo con la suya, cuánto dejó de hacer. La omisión no será entonces lo que no le dijeron o le ocultaron, sino todo aquello a lo que la protagonista renunció por temor o inercia: el disfrute de su juventud, la amistad con su amiga Sara Fiorito, su disponibilidad de ánimo abierto a la política y a atreverse, a lanzarse a la vida que no vivió.
De allí en más la trama de la novela se sostiene en la amistad de Matilde y Sara en un marco político y existencial. Con ello la autora construye una historia que no se queda en la cáscara de un libro voluminoso, sino que indaga entre antagonismos e igualdades. Lo que quedó pendiente, lo que hubiese podido ser y no fue. Y un proyecto ideal en común: tratar de recobrar al menos algo de todo lo que la mentada globalización nos arrancó, abjurando de esa manera el transcurrir del tiempo.
Parafraseando a Shakespeare, diré que no hay historias nuevas, sólo difieren en la forma de contarlas. Allí está el germen de la genialidad. Por ello, quizás, las mayores cualidades de La Omisión son una narrativa fuerte, comprometida con la realidad, erudita, que evidencia en ciertos momentos ribetes poéticos y que incursiona en las pérdidas pero que, en su mensaje final, sugiere que, quizás -aunque parezca paradójico-, la mejor manera de progresar puede consistir en conservar el pasado.
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Horacio Semeraro
el dispensador dice:
¿qué cosa has omitido?,
¿qué no has sabido?,
¿qué otra cosa no has sentido?,
¿qué fue lo que echaste al olvido?,
¿qué recuerdos te han herido?,
¿qué fue aquello que te ha afligido?,
¿dónde quedaron los sentimientos,
y qué fue de los sentidos?,
¿qué fue de la negación de lo querido?,
¿qué fue de las palabras dichas sin contenidos?,
¿para qué hubo un ayer si el mañana no vino?,
¿por qué no hubo tiempo para vivir lo vivido?,
¿por qué al morir tu lápida viajó contigo?,
¿qué dejaste atrás, antes de caminar tu camino?,
¿qué no volviste a encontrar, luego de haberte ido?,
¿dónde quedó el huerto que sembraste en soledad y sin abrigo?,
¿quién se robó las semillas en los surcos hendidos?,
¿dónde quedaron tus testigos?,
¿te das cuenta ahora, que fuiste tu propio enemigo?,
¿que no querías oir a la consciencia que se anunció y te dijo?,
¿por qué negaste a tu ángel y su tino?,
¿por qué dijiste que lo de los duendes es un cuento chino?,
¿dónde abandonaste a tu gracia, el don, el talento y tu destino?,
¿cómo justificarás el haberlos omitido?,
¿cómo podrás ocultar las intenciones que por segundas has tejido?,
¿cómo harás para apagar de las palabras sus sonidos?...
entonces verás...
que no podrás... que no has podido...
que la omisión no implica borrar,
tus huellas y sus sentidos,
porque lo que en la estela de vida se impregna,
será tu eterno testigo.
Diciembre 16, 2012.-
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