miércoles, 12 de diciembre de 2012

DIFUMINADOS ▲ El sonido de la naturaleza | elmundo.es

El sonido de la naturaleza | elmundo.es

CAMPOS DIFUMINADOS


Carlos de Hita


La fórmula de la niebla podría ser ésta: cierre casi completo del horizonte a cuatrocientos o quinientos metros. Dentro de este espacio, visibilidad incierta con tendencia a la evaporación total, a la disolución de las formas más allá de la perspectiva cerrada. En estas condiciones se crea un paisaje de maravilla, de una fascinadora irrealidad, una pura ensoñación del espíritu.
Josep Pla, La lluvia, la niebla

La niebla cerrada anula las distancias. Envueltas en una luz mortecina, blanca y difusa, las formas se inmovilizan. La niebla detiene el paso del tiempo y acentúa el silencio. Sólo escuchamos lo muy lejano o aquello que aparece de repente ante nosotros. Se esfuma el término medio.

A primera hora de la tarde por los campos alrededor de Villafáfila, en Zamora. De diciembre a marzo los bancos de niebla son persistentes, borran el paisaje. Las célebres lagunas no deben estar muy lejos, pero no es fácil saber dónde. Las intuimos porque detrás del telón de niebla suenan mezcladas las voces de miles de grullas y gansos silvestres que, a estas horas, deben estar buscándolas para pasar la noche.

Los campos están encharcados. Por aquí la tierra es muy impermeable, y enseguida se forman unas bolas de barro pegajoso y resbaladizo en los pies, en las ruedas del coche. En los caminos, las roderas son charcos lineales en los que picotean las lavanderas blancas –los aguzanieves- y algunas avefrías.

Un espino se recorta fantasmagórico, negro contra el fondo blanco. Negra y blanca, una urraca gruñe subida a sus ramas. Crocita un cuervo. A pocos metros, en un majano, silba una alondra. Y una cogujada común lo hace desde el palo de una cerca. Un perdiz huye a ciegas, aletea ruidosamente y se diluye a pocos metros.

Foto
Una chaparra con niebla de fondo en Villafáfila. | Carlos de Hita.

No somos los únicos en perder el norte. A pocos metros por la vertical, pero seguramente por encima del banco de niebla, vuela un ganso silvestre; se ha separado de los suyos y grazna para encontrar a su bandada. Más bajas, pero igual de despistadas, aparecen unas grullas, cuatro o cinco.

Y un sonido extraño, sin ninguna forma que le acompañe, se acerca. Es un pisoteo sordo, sin voces..., hasta que un balido nos da la clave. Es el pisoteo de un rebaño mudo de ovejas, sin el alegre tintineo de las esquilas, que pasa de largo por un camino embarrado y se difumina en la niebla.


el dispensador dice:
¿qué árbol impide ver el bosque?,
¿qué bosque no deja abstraer al árbol?,
¿hay niebla en el entorno?,
¿o la niebla reina en el alma?,
¿qué sentidos se han extraviado entre las ramas?,
¿crujen los suelos?,
¿suenan las campanas?,
¿dónde está el árbol de la vida donde imperan las gracias?,
sabes que hay día cuando ves luz en tu ventana,
¿sabes dónde has dejado tu sueño, antes que llegue mañana?,
regresa a la niebla... espera envuelto en calma,
siempre habrá un ganso que te guíe con su grazna,
siempre habrá un ave que a tu paso canta...
siempre habrá alguien que juega a ser fantasma...
siempre habrá un ángel que viéndote perdido... 
te espera y te rescata.
Diciembre 12, 1012.-

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