AGUA DE MONTAÑAS
Carlos de Hita
del áspero Guadarrama.
Agua que brilla y no suena.
Antonio Machado
Como todo lo grande, también las montañas son la suma de muchas cosas pequeñas.
Cuando el eco del trueno se desvanece, el paisaje sonoro de una montaña se reduce a un murmullo profundo, un rumor que sube desde el fondo de los valles y se instala en las cumbres. Parece simple, pero este sonido es la suma de miles de detalles, de las aguas lejanas mezcladas con el viento, absorbidas por la vegetación, difuminadas por la distancia. De ese rumor vamos a extractar algunos de sus elementos.
Machado miraba de lejos, desde el valle, y veía el brillo de la nieve sin que le alcanzara su sonido. Desde arriba las cosas son muy distintas. El viento siempre está ahí, pero es el agua la gran escultora del paisaje sonoro. Los copos de nieve no suenan al caer, aunque la nieve al fundirse sí lo hace. Poco a poco y creciendo. Primero un goteo suave, que se congela en agujas agudas, en carámbanos que se chascan y caen con estrépito. Gota a gota se crean regatos de deshielo. Regato a regato los arroyos crecen. El agua cambia su tonalidad, suena hueca cuando corre bajo un puente de hielo.
En su caída valle abajo queda retenida en ibones y lagunas. Pero antes o después se liberará y acabará despeñándose con estrépito por una cascada. Y de ahí a las praderías alpinas, a los bosques de pinos y abetos, a los rumorosos cauces por hayedos, robledales y las fresnedas de los fondos de los valles.
Peñalara asoma tras las nubes. | Carlos de Hita.
Y todo esto a cuento de que el pasado 11 de diciembre se celebró el Día Internacional de las Montañas.
el dispensador dice:
aquí un ANDES llamado cordillera,
hablar con sus piedras,
no es para cualquiera,
hace falta espíritu libre,
para entender esta quimera,
de ascender alguna cuesta,
que nos observa,
nos espera,
revelando intenciones,
del contenido en cada huella...
andando vas de sorpresa en sorpresa,
ya que no sólo el aire es distinto,
sino que cambia según la sombra en sus laderas,
hay días que se flota sin velas,
hay otros en que algo te congela,
todo ello mientras contemplas,
qué majestuosa es cada cresta,
qué colores acuden a tu siesta...
justo allí, bajo las piedras,
un hilo de agua se acuesta,
buscando descender arrastrando penas,
que algunos humanos dejan,
subiendo entre dramas y tragedias,
entre miradas lentas,
muchos envueltos en pobrezas,
sin soltar la dignidad que los atraviesa,
en silencio... así como se sube una cuesta...
sí, suelo hablar con las piedras,
me entiendo bien con ellas,
sus energías no me sueltan,
no me empujan ni me alejan,
por el contrario me piden que les teja,
recuerdos de antiguas praderas,
de punas, pampas y cortaderas,
las soledades te juntan,
cuando desparramas vivencias sinceras...
se te ponen ásperas las manos,
el respirar te aqueja,
sientes ásperas las frentes,
y hasta los piés te pesan,
pero no quieres bajar,
porque las llanuras atrapan,
esperanzas que desesperan,
en cambio aquí en las alturas,
las soledades se hacen distancias,
que aman al que le llega,
buscando dejar atrás,
recuerdos de viejas penas...
ya no quiero bajar...
llevo en mi alma el espíritu de las piedras.
Diciembre 16, 2012.-
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