domingo, 9 de diciembre de 2012

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Vitoria, capital de la ornitología española

Joaquín Araújo | Madrid
Las aves son el cordón umbilical que une a la Tierra con su bóveda. Vitoria acoge hasta el domingo el XXI congreso de ornitólogos.






Ornitólogos


Basta un roce ocasional, entre tus ojos y sus alas, para que tu mirada sea raptada por la levedad de un vuelo de ave rapaz. Seguramente de tan feliz imprevisto nació una de las más practicadas formas de acercarse a la vida espontánea. La admiración y, claro, el asombro no han dejado de sostener, desde casi siempre, el privilegiado lugar que las aves tienen en muchos ámbitos del conocimiento y el arte de los humanos. No en vano ellas son dueñas de lo inalcanzable. Incluso de algo más y todavía no del todo definido. Porque justo es reconocer que ni nuestra imaginación es suficiente para dibujar en las neuronas la proeza de recorrer, sin jamás perderse, hasta un millón de kilómetros a lo largo de una corta vida.  Es más, nuestra sabiduría debe aceptar que algunas de las principales destrezas que nos definen comenzaron en los picos de los pájaros.

Acaso por todo eso, y mucho más que aquí no cabe, no hay una disciplina científica con un mayor número de practicantes, casi todos ellos aficionados. Pero no quedan las secuelas positivas de la observación de los pájaros en los muchos e inmediatos disfrutes que nos obsequian. Hay mucha ética y estética brotando del placer de seguir altos vuelos. Porque buena parte del compromiso para la defensa de la vivacidad se formalizó en los ámbitos de lo pajaril.  Poco, o nada, del movimiento mundial a favor de la conservación de la Natura puede explicarse sin las iniciativas de los ornitólogos. De hecho la SEO-BirdLife, es decir la ONG que a la observación y defensa de las aves se dedica, es – nació en 1954 –   la más veterana asociación conservacionista de cuantas existen en nuestro país. A lo que debe sumarse, siempre, que  la mayor parte de la literatura, especialmente la poesía, pintura, cine y hasta la escultura, de corte naturalista hayan tenido a  las aves como manantial.

Acaso lo demuestre uno de mis últimos aforismos colgados en Twitter:

Las aves son el cordón umbilical que une a la Tierra con su bóveda.
 O, este haiku de mi libro Arte del Aire, poemario íntegramente dedicado a las aves.
No olvidemos / que nadie levantó tan / alta a la vida.

Este recordar a los ornitólogos, de las aves nunca nos olvidamos, se debe al hecho de que en Vitoria, nuestra querida verde capital, se está celebrando, ahora mismo y hasta el próximo domingo, el XXI congreso de los ornitólogos españoles.

GRACIAS Y QUE LAS AVES OS ATALANTEN COMO A MI VIENEN HACIÉNDOLO DESDE HACE 45 AÑOS.


el dispensador dice: ... vengo viajando desde Santiago del Estero... dormito entrecortado porque el cansancio me envuelve... ocupo una butaca del lado derecho del ómnibus, abajo, al fondo, individual, cómoda, lo suficiente como para desparramar mis viejos huesos, doloridos, demasiado doloridos... me complace despertar de a ratos y apreciar los verdes que proporciona el paisaje que vamos atravesando kilómetro tras kilómetro, en un rito que se inicia los lunes desde Salta, y se revierte los jueves desde Santiago, ese lugar al que muchos le huyen por el intenso calor, pero que atesora almas vagantes entre sus esteros... las distancias son largas, sus sombras también, y las horas se gastan observando pasar la vida a través de la ventanilla de un micro que avanza a medida que la tarde se agota... de pronto descubro golondrinas jugueteando entre los vientos, miles que suben y bajan sin cesar, incansablemente, haciendo sinfonía de sus alas y concierto de habilidades... más adelante aguiluchos de porte giran en lo alto, muy alto, dejándose llevar por las térmicas sin siquiera agitar las alas, admirando la lejanía con un mundo revuelto por humanos desconciertos... uno, dos, tres... diez y más, hoy, ayer, siempre, y ellos saben de mi admiración y me complace admirarlos, por momentos siento que los acompaño en sus espirales, por momentos siento que me buscan para enseñarme las significancias de la majestuosidad de sus vuelos... estoicos... muy por debajo vuelan desordenadamente palomas, que vienen de depredar sembradíos, descansando a la vera del camino, tentando a la suerte que las expone a las velocidades y apuros de los vehículos que transitan la ruta. Las miradas se cruzan con todo tipo de aves, desconozco sus nombres pero amo verlas... el sonido de motores y fricciones de ruedas sobre el pavimento apaga cualquier otro sonido... alguien habla algunos asientos más adelante, pero insisto en abstraerme en los vuelos... nada sé de ellos... pero algo nos une en sentimientos. La llave reside en mirar lejos, beber de los horizontes intangibles, sumarse a los vuelos imposibles, esos que visten sueños, esperanzas, ilusiones que ocupan los mañanas necesarios que alientan a andar, siguiendo la huella de las fuentes. En verdad, las aves no tienen nombres y sus especies son según los designios de la creación... el hombre les proporciona nombres al sólo efecto de sentirse superior ante toda criatura no humana, e incluso de esta, asumiéndose como propietario oportunista de todo lo creado. Más allá de los individualismos, que los hay, los personalismos, que los hay... la creación ha dado lugar a un concierto de existencias donde las convergencias se miden por la capacidad de sus vuelos... o lo que es lo mismo... de sus sueños. Tener los pies en la tierra, sólo es indicativo del peso de las almas... Diciembre 09, 2012.- 

poco a poco me he ido quedando sin nada,
ando por la vida con la espalda descargada,
contemplo los cielos y las sombras largas,
admiro los vuelos de las vidas pasadas,
no importan los nombres, cóndores o águilas,
visiones de alturas, ayeres y mañanas,
algo une a los afectos a sus ramas,
no tengo nido, sólo porto mi llama,
alguna vez me dijeron... no traigas nada,
cultiva la paz que hay en tu alma,
si la descubres y atesoras su calma,
lo que reflejes iluminará tu aura,
vuela, vuela, vuela, vuela, vuela,
la vida es una oración a la esperanza.

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