Francisco Álvez Francese | ||
Profesor de Expresión Oral y Escrita en Universidad ORT Uruguay. Colaborador de la diaria. Es asistente honorario Escuela de cine Dodecá Arte y cultura. Contacto electrónico:francisco.alvez.francese@gmail.com | ||
ESPINA, EDUARDO - LA IMAGINACIÓN INVISIBLE -
La caza del snark*
Francisco Álvez Francese
Dice Espina: “El silencio se asoma a/ imaginar los mensajes/ dejados por el camino./ Hasta que ya no puede,/ y le dice a las palabras:/ ‘Llévenme con ustedes’”/, y habla de la creación poética, del acto creador y también del hombre que vuelve a la vida, al lenguaje. Lo patético, entonces, es sólo concebido como pie para arribar a la escritura. El sufrimiento es sólo el motivo que ilumina las palabras, pero aún, como ha dicho Amir Hamed, “cuando llegamos a leer, el deseo y el sentimiento ya han pasado”.
2015 viene siendo, en poesía y en Uruguay, de reflexión hacia atrás. Reediciones, antologías y obras completas han pautado la novedad de este año retrospectivo, o, incluso, introspectivo. El primer tomo de las poesías completas de Roberto Appratto, la tercera edición ampliada de las de Circe Maia y una amplia selección de poesía de Aldo Mazzucchelli han dado el tono. Si la escritura de Maia nace de una desconfianza radical del lenguaje, si Appratto funda su creación en un mirar que ahonda en la experimentación con el lenguaje llamado “poético” hasta su límite (y, en Cuerpos en pose, más allá de ese límite) y si Mazzucchelli superpone, como en el acto mágico, el nombre y la creación del objeto en la página, Eduardo Espina, que también ha editado este año una antología de su extensa obra poética, constituye la continuación de una tradición autorreflexiva que nace en este país con Julio Herrera y Reissig (más precisamente, tal vez, con la Tertulia lunática), que presupone un lenguaje traicionero y que se embarca en la aventura de buscar sus posibilidades expresivas, sin caer en la simplicidad falsa del sentido unívoco y reconocible por todos.
La imaginación invisible (que, curiosamente, toma el mismo período de tiempo que Mazzucchelli, de 1982 a 2015) abre con un estudio crítico y cierra con otro. Queda enmarcada así la antología entre dos abordajes teóricos, el prólogo de Jacobo Sefamí y el posfacio de Randolph D Pope, que ponen de relieve un elemento principal: la dureza, la dificultad que presenta al lector una obra que rehúye la interpretación, que escapa como una rana de la mano que busca abarcarla, cazarla. La comparación puede ser con el snark, también.
El snark (famosamente, un escurridizo animal mitad serpiente y mitad tiburón, fruto de la tormentosa imaginación de Lewis Carroll) es una figura apropiada por su triple condición de a) huidizo b) ambiguo c) mitológico. Así, la obra de Espina propone una búsqueda, una persecución, donde el sentido no es siempre la presa y donde el cazador es, a menudo, cazado
El lugar del amor, el lugar de la patria
Abre este libro, que toma poemas de apenas tres de sus poemarios ya editados e incluye dos nuevos y una entrevista (realizada por Romina Freschi y que debe considerarse más como parte de la obra que de la crítica), una selección de Valores Personales, de 1982. Cargado de referencias culturales que van desde Tristan Tzara a Greta Garbo, pasando por Marilyn Monroe y el Marqués de Sade, el libro comienza, en los primeros poemas aquí recogidos, con dos figuras: Francisco Pizarro de un lado y don Luis de Góngora del otro. Como si estableciera las coordenadas, Valores personales sitúa en un contexto histórico y en un contexto cultural la poesía que vendrá. La estética barroca se pone entonces como punto de partida en esa doble condición del conquistador y del poeta –uno desde España y el otro trayendo en un barco la peste, la cruz y los libros–; la condición para un continente cuyo descubrimiento puso en crisis las bases de la tradición occidental. Están, entonces, aún no nombrados pero ya pulsantes, los nombres de Juana Inés de la Cruz y de Carlos de Sigüenza y Góngora, pero también los de Rubén Darío y Julio Herrera y, luego, los de José Lezama Lima, Roberto Echavarren y Néstor Perlongher y el neobarroso. Allí donde el Renacimiento se quiebra (en crisis religiosa que deviene crisis artística) cuando la razón se fragmenta, nacen, como de la concha de la Venus de Botticelli, el barroco primero y después el rococó, esa “fiesta pagana de las formas” (dice Espina). Y allí donde comienza a deshilvanarse el proyecto moderno y positivo, nace, como en el imposible alumbramiento del huevo frito, el barrococó, nombre con el que Espina identifica su creación poética, aunando el barroco, el rococó y el sonido distorsionado del rock y del bar.
Fuera de la selección quedan varios poemarios y, por supuesto, libros de ensayo como el luminoso La condición Milli Vanilli o Julio Herrera y Reissig. Prohibida la entrada a los uruguayos. Las siguientes dos obras recogidas en la antología, entonces, son La caza nupcial, de 1992, y El cutis patrio, de 2006. En busca de una clave poética que abra un claro en la espesura de la poesía de Espina se puede seguir, por comenzar por algún sitio, el curso de una metáfora en nuestro idioma. WB Yeats ha escrito algo que en español suena más o menos así: “Pero el Amor ha levantado su casa en / el lugar del excremento” (Crazy Jane Talks with the Bishop). Juan Ramón Jiménez recoge ese verso en su poderoso poema “Espacio”, y Leopoldo María Panero retoma la doble cita en su “Homenaje a Catulo”. Este breve viaje encuentra justificación en La caza nupcial, obra de cargado lenguaje sexual, donde las primeras aproximaciones a Sade se verifican en un despliegue portentoso de arte amatoria, con deliberada obscenidad léxica (que dice No al sinónimo o al rodeo poético y nombra, cuando debe). En un quebrado estilo que prefiere la aliteración a la rima (y que se extiende por toda su obra) y que niega o dobla las palabras en sus formas, que se aproximan más por su significante que por sus “significados”, los poemas (de arte mayor en general, y verso blanco) cantan más que en cualquier otro de los libros que componen La imaginación invisible. A menudo el sentido, esquivo, se pierde en un verso de sonoridad impactante que pide una lectura en voz alta, que exige ser dicho, proclamado. Corresponden al modo en que Ezra Pound, escritor del siglo según MG Burello y principal influencia renovadora en nuestras letras, llamó melopeya, es decir, la clase de poesía en la que la música prima sobre las ideas y las imágenes.
Si con La caza nupcial Espina investiga el lugar del amor y del sexo entre Orfeo y Onán en un contexto plagado de humor (signo de toda su poesía) y en el marco de una tradición por demás púdica, El cutis patriosupone la creación literaria del país, desde un exilio que es un mirar frío y contemplativo pero empapado en un léxico acriollado, y que se detiene a cada momento a buscar la palabra justa, tanto por su definición como por su sonido, en una fascinación por los nombres que da origen a divagaciones y cavilaciones poéticas que buscan tras el ombú y la yarará (pero también tras el ibiscus y el cuis). Esa búsqueda no cancela otras ni termina, es en continua creación sin fin de sentido de nación, de ahondamiento “más allá de la epidermis”. Si la obra nace de la idea de vivir al margen de la patria, o de vivir en su superficie, su realización es la perforación de esa máscara o cara hacia la identidad evasiva y, a la vez, es un proceso de ocultamiento, de decoración en el ornamento. Los procesos que nombran y crean a una vez constituyen, entonces, todo el destino de estos versos, nacidos en un repliegue continuo del idioma que se quiere autónomo y se busca total.
“Difícil cantar todo”
Como ha dicho Eduardo Milán, “La poesía de Espina constituye un tour de force para escapar a una retórica poética que ya aparece como gastada: la vertiente que busca en el signo desnudo una descarga de sentidos. El sentido en Espina se dispara en distintos haces de sentidos y, del mismo modo, escapa de la univocidad del decir”. Siguiendo esta atinada lectura, los dos libros inéditos merecen especial atención. Si, según Borges (y no hay que creerle del todo en este caso), el barroco es “aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades”, Mañana la mente puede constituye el barroco del barrococó. Es la saturación y superación de un estilo y su arte poética. Si los primeros tres libros de los que se ocupa esta antología introducen un estilo y muestran dos de sus caras (el amor, la patria), el cuarto es la explosión de ese modo poético y su manual. A la cadencia musical de los versos, Espina intercala exclamaciones que fraccionan los ritmos y despiertan del encantamiento, alejando la ilusión de la mímesis que provoca la música que hacen las palabras. Los temas se reiteran (la creación literaria del país por un lado, la búsqueda del amor por otro) en pequeñas historias como fragmentos de imágenes, como paisajes vistos al vuelo. El poema, entonces, habla por sí mismo, como si se escribiera ante nosotros mediante una sintaxis que fragmenta y da la impresión de unir, de dar sentido mientras dispersa y multiplica, mientras se nos escapa.
Siguiendo en esa línea, si Mañana la mente puede es la superación de un molde (un molde que Espina se ha encargado de romper, una vez gastado), Todo lo que ha sido para siempre una sola vez es la apertura hacia nuevos horizontes poéticos, desde el fin. Escrito “a partir de la muerte del padre y de la madre” (como reza el subtítulo), son poemas que nacen de la muerte, de la inefable. Los versos aparecen curiosamente dispares, se agrupan en pocas palabras, enumeran, se buscan y se van creando (eligen, seleccionan modos del decir) ante nosotros, como para cubrir un silencio que es continuación inexorable del fin.
Un horror vacui dirige este libro. Es, sin embargo, un vacío que se teme y se respeta a la vez, que se va llenando de a poco, tímidamente. No hay la verborragia que es constitutiva de la poesía de Espina, sino una aproximación lenta, una exploración sosegada. Los títulos de los poemas, que siempre son dos (uno “oficial” en negrita y otro en itálica, optativo y entre paréntesis) y constituyen una marca de estilo, explican y postulan la doble faz de estos poemas. Casi con pudor, dice Espina: “El silencio se asoma a / imaginar los mensajes / dejados por el camino. / Hasta que ya no puede, / y le dice a las palabras: / ‘Llévenme con ustedes’”/, y habla de la creación poética, del acto creador y también del hombre que vuelve a la vida, al lenguaje. Lo patético, entonces, es sólo concebido como pie para arribar a la escritura. El sufrimiento es sólo el motivo que ilumina las palabras, pero aún, como ha dicho Amir Hamed, “cuando llegamos a leer, el deseo y el sentimiento ya han pasado”.
En el medio de Todo lo que ha sido para siempre una sola vez hay un poema de clara factura metaliteraria, desde el título “Encontrado entre los apuntes”, que recoge fragmentos a simple vista inconexos que aúnan versos propios y ajenos (de San Juan, una referencia constante) y pone en juicio el origen último de la poesía. ¿Quién escribió estas palabras?, se pregunta. Y, al no haber respuesta cierta, se responde “debo de haberlo escrito yo”. Está contenida ahí una idea de la creación poética y de la calidad de lo original como lo no-reclamado por nadie. Así, en una vuelta al génesis, tenemos al Poeta y al Conquistador, a la vez el que busca, el que descubre, el que toma posesión de la tierra y del lenguaje. La estrofa final cita y refiere a un poema de La caza nupcial que invita, por si no estaba claro, a que la vuelta se cumpla, a que la lectura no termine ni se agote.
Así, una vez que hemos surcado el libro de punta a punta y tenemos ya, victoriosos, el snark bien asido en la mano, una voz dice, como al final del poema de Carroll, despertándonos a nuestra desesperación: “el Snark no era un Snark, sino un Boojum”. Y la caza se nos revela infinita.
* Una versión de esta reseña apareció en la diaria el 16 de setiembre de 2015. La imaginación invisible, de Eduardo Espina. Seix Barral, Montevideo. 352 páginas.
el dispensador dice: el "para siempre" existe como utopía del deseo... pero no condice con ninguna realidad... porque "para siempre" se volatiliza un poco antes o un poco después del "para siempre", cuando el ser humano toma consciencia que los paralelos se cruzan, se cortan, se abruman, se nublan,
o simplemente explotan... porque así son las conductas donde prima la palabra por sobre las intenciones, ya que estas últimas guardan elucubraciones que disponen a tomar ventaja de cualquier circunstancia, quebrando el sentido del "para siempre"... entonces el todo se torna efímero y nunca llega siquiera a la mañana siguiente... a veces por desilusión... a veces por frustración... a veces por mentira... a veces por traición...
hay humanos que ven sus propias vidas como cotos de caza y a todo lo que hay en ella, pasible de ser cazado... léase, son humanos depredadores del todo incluyendo a ellos mismos, ya que de tanto cazar, suelen terminar siendo "presas" de sus propias cavilaciones, de sus propias dudas, y hasta de sus propios errores...
hay humanos que viven sus vidas como si se tratase de guerras, donde todo son botines, donde todo son asaltos, donde todo son objetivos, y donde el afán por el poder desenfrenado se los termina devorando, enseñándoles que el fracaso comienza cuando cada quien compite contra sí mismo... mucho más si lo hace contra los demás...
hay humanos que respiran mientras reparten culpas en espaldas ajenas, liberándose de sus hechos y ocultando y/o disimulando sus responsabilidades, para lo cual una mentira conduce a la siguiente y ésta a la que le sigue hasta conformar una cadena interminable de confusiones y tergiversaciones que se estrellan contra cualquier realidad hasta evaporarse... llevándose en ello el espíritu del "reclamante"... porque a pesar de sus reclamos, las realidades suelen dejar evidencia de "un todo lo contrario" a pesar de ellos mismos...
hay otros humanos que siembran conflictos para luego apoderarse de los residuos y de los remanentes... aseverando que los pertrechos en el campo de batalla no son patrimonio de nadie, y por lo tanto les pertenece por derecho de impiedad...
hay humanos que roban a otros para luego mostrarse "solidarios"...
hay humanos que destrozan a otro para luego autodeclararse como "misericordiosos"...
hay humanos que desprecian a sus prójimos para luego declamar estados de suprema "compasión"...
de allí que el "para siempre" o los "para siempre" sean en sí mismos paradojales de cualquier tiempo...
el ser humano suele negar a la consciencia porque dice no verla ni tampoco oirla... sin embargo, ella (consciencia) está allí... y es evidencia de existencia... desde la eternidad hasta la posteridad...
el ser humano suele negar a su ángel de la guarda, aduciendo no verlo, no sentirlo, no percibirlo... sin embargo, él (ángel) está por delante de sus hechos, dando testimonio de vida... un testimonio que se transforma en luz, justo cuando el alma deja el cuerpo y cruza su propio umbral...
finalmente... todo lo que cazas... te reclamará por su gracia y por su destino trunco... y deberás regresarle el tiempo que le hayas quitado o los hechos que le hayas restado... no sólo a él, sino a las circunstancias de los otros... que no debían ser tus prójimos. DICIEMBRE 02, 2015.-
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