domingo, 9 de octubre de 2016

ALGUIEN SE ROBÓ EL PASADO ► [Henciclo] interruptor - ¿De veras, de nuevo la cuestión generacional? - la columna de H enciclopedia

interruptor_¿De veras, de nuevo la cuestión generacional?





POLÍTICAS DE DIVERSIDAD: EL AFANE CATEGORIAL

¿De veras, de nuevo la cuestión generacional?

Aldo Mazzucchelli



El mundo en que nos vemos
instalados, postmarxista, puede entenderse tal desde un marxismo fantasmático. La relación entre tu lugar en las relaciones de producción y tu cabeza/ideología lo explica aún bastante decentemente. Pero la articulación de virtud y conciencia, uno de los puntos clave en que el marxismo histórico quiso solucionar la pérdida de lo consagrado, ya hace demasiado ruido. El mundo posmarxista vuelve pues, razonablemente, a la religiosidad. Entiendo perfectamente desde qué supuestos, propios de los tiempos del marxismo clásico y la secularización, se puede criticar esto. El problema es ¿tiene legitimidad ese punto de vista crítico? ¿Cuál es esa legitimidad---o mejor dicho, en nombre de qué proclama su viabilidad simbólica? ¿Ha demostrado la capacidad de cambiar el mundo de las relaciones de producción en dirección a la virtud, a la humanización de la humanidad, como para que le demos esa legitimidad? ¿No ha sido uno de los constructores de los muchos horrores humanos de la modernidad, culminando en este estado de reactividad objetual sin sujetos en el que nos instalamos?

Llegamos, con una cosecha de desastres que tiene mucho que ver con la acción práctica y política mancomunada del marxismo y el liberalismo, a la situación actual. La caracterizo brevemente: es un tiempo en que las identidades colectivas definidas en términos de la relación con las relaciones de producción (obreros, campesinos, artesanos, propietarios de medios de producción, etc.) y de las relaciones situacionales respecto del poder efectivo (intermediarios, comunicadores/legitimadores, críticos, burócratas, funcionarios, etc.) se sustituyen por identidades basadas en la pertenencia a grupos conductuales vinculados sobre todo a la biología. Los proyectos nacionales desaparecen pues se empuja ideológicamente el proyecto de mundialización; las comunidades, las subculturas, toda la riqueza efectiva de la humanidad en términos simbólicos, se desintegra en grupos desconfiados de todos los demás grupos, armándose para una confrontación de baja o mediana intensidad sin horizonte de finalización. Desaparece la dialéctica, el intercambio entre seres humanos basada en un pensamiento que supo ser crítico de sus propias categorías, y surge en sustitución una dialéctica de la diferenciación publicitaria. Uno llega a ver más o menos hasta donde su eros y su thanatos, o más llanamente su deseo y su miedo, se lo permiten, y todo lo demás queda obturado en anatema e insulto. Los grupos deben ser cerrados y autoconfirmatorios. Pertenecer a un grupo nunca es, ya, pensar: es aceptar una retórica y un sistema de acusaciones y derechos reclamados. La teoría, como proyecto de opacidad categorial utilitaria a poderes parciales, ha sustituido a la filosofía como proyecto del pensar radical. El mecanismo de la autovictimización soft, la ofensa, o aun la hipersensibilidad ofendida, sustituye a la utopía social, en tanto ambas son políticas de la insatisfacción blindada: ni el reino que imaginaba Tomás Moro ni la justicia completa, final y perfecta que imaginan los ofendidos de hoy es lugar alcanzable, lo que asegura que el mientras tanto se blindará de autojustificación.

Las categorías de la victimización se vinculan, decía, a la biología. La genética es hoy la ciencia de la utopía; se escriben libros que seriamente contemplan la muerte de la muerte, mientras que la economía se vuelve instrumental, bypasable, antigua. Como si el cuerpo ya no necesitase preocuparse de su subsistencia, que parece asegurada, ni del rumbo político del mundo, que parece demasiado complejo como para ser pensado siquiera. No habiendo más proyectos nacionales, pues todos van disolviéndose a toda velocidad en el turismo (del presente y del pasado: agencias de viajes o días del patrimonio y comercialización masiva del museísmo), lo que queda es un repertorio de delicadezas solipsistas, privadas y privadas de política. Pero esto sólo puede hacerse si uno escamotea la política, y el gran invento de la época es haberla escamoteado antes de que aparezca. Es decir, haberla escamoteado a nivel de las categorías, en lugar de intentar ocultarla de otros modos más onerosos para el pensar. El afane categorial es masivo, y el ciudadano consumidor modelo contemporáneo es obediente, y se afana en ello.

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Pues se nos habla de que mi generación y las generaciones más viejas que la mía no entendemos cómo la "izquierda" ha transmigrado a los movimientos pro diversidad y pro corrección política, yo respondo que ese es, una vez más, un argumento basado en un escamoteo categorial. Primero se deja sin definir qué relevancia tiene la edad para lo que se está considerando, y a continuación se usa la edad como arma arrojadiza---lo generacional, en una maniobra clásica de todo progresismo mental, es el presupuesto de que cuanto más joven es alguien, más progresista, cosa que queda sin demostrar: se ha escondido la demostración política al nivel de la categoría: "joven" versus "no joven" alcanza y sobra, en el caso, para no pensar, pues funciona a nivel de algún marketing ideológico conectado, hoy y en el Uruguay, a los más que concretos beneficios reales de tener el poder del Estado. Desde este punto de vista, del posmarxismo y el escamoteo categorial, la "agenda de derechos" está, como cualquier otra agenda, construida sobre la base de un sistema semiótico, un sistema representacional. ¿Cómo es este sistema? ¿Puede intentarse algún vislumbre del mismo que devuelva cierta capacidad de acción política al respecto, o hay que resignarse a aceptarlo en el paquete cerrado en el que se nos hace presente?

Las categorías de género, como las de raza, como las de victimización (chorros, asesinos, víctimas de los chorros y los asesinos, presos, familias de los presos, familias de las víctimas de los presos, víctimas del narcotráfico, narcotraficantes a los que la sociedad no quiere dar legitimidad, víctimas del terrorismo de Estado de hace casi medio siglo ya, descendientes de las víctimas de la guerra del Paraguay, víctimas de los nazis, nietos de los nazis a los que aun nos resistimos a integrar como gente, grupos étnicos extinguidos que renacen por arte de la voluntad...) son uno más de los productos de un proceso de diferenciación y atribución de valor, guiados por un mecanismo general legitimador: el dinero, la concurrencia en el mercado. El mercado puede ser de bienes, de servicios, pero todos sabemos que también puede ser simbólico. Y así como las commodities obtienen una serie de valores en el mercado correspondiente, en el mercado simbólico las categorías adquieren su valor, lo ganan, lo pierden, suben y bajan.
Pues bien, en el mundo presente, esa opacidad ha pasado a estar prevista a nivel del juego categorial mismo. Vivimos en un mundo no posmarxista, sino de pospensamiento, en el sentido que lo único no permitido, el tabú final que organiza todos los demás, es ejercer la crítica a nivel categorial. Y para obturar ese ejercicio, hay que destruir un lugar del pensar: el lugar del sujeto independiente que piensa con independencia de su pertenencia a cualquier grupo de interés. Podemos intentar detectar hoy aun la diferencia entre uno que piensa y uno que no: observemos, para ello, si las categorías que usa reclaman una viabilidad FUERA de una atmósfera cerrada de referencia, o no. ¿Son conceptos empleables por cualquiera de buena fe, o sólo están permitidos dentro de una pandilla autoconfirmatoria?

No se puede permitir, pues, que se discuta cómo, en virtud de qué, una categoría es acuñada y empieza a circular. Así, cuando uno plantea que el concepto de "raza" es una pésima categoría para pensar la agrupación de seres humanos dentro del tejido social, el problema permanece virtualmente invisible. No es que la gente que reivindica "su raza" reaccione en contra: ni siquiera se les ocurre considerar lo que significa, como maniobra de pre-pensamiento, que un rasgo u otro, un origen u otro, sean conectados en proposiciones del lenguaje con juicios de valor que se pretende político o histórico. Que se diga "los afrouruguayos están marginalizados económicamente" implica ya haber atribuido, al finalizar la frase, un poder de marginación al color de la piel, en lugar de atribuir ese poder a elementos ideológicos, culturales, que hayan provocado esa marginación (y automarginación) en primer lugar.

Algo similar ocurre cuando el escamoteo categorial ocurre a nivel de la sexualidad y su práctica. Cosa tan fluida como el deseo se clavetea en una serie de categorías que, como desesperan de su legitimidad, reaccionan intentando una impracticable exhaustividad. Es como si una gramática quisiese definir, no los adjetivos, sino cada adjetivo como una categoría diferente a cada uno de los demás adjetivos. Evidentemente, el resultado que tendríamos es, desde el punto de vista del pensamiento sobre el lenguaje, desastroso. La gracia de las categorías generales, lo único que les da algún poder en el nivel del pensamiento, es precisamente su generalidad. Pero cuando uno tiene la supercategoría egoica de la victimización como guía, toda subcategoría estable se convierte en una semilla de fascismo. Toda generalización es leída como atentado contra los derechos, y una nueva víctima ha nacido. Y es justo lo que se busca, pues ese ejercicio de categorizaciónad nauseam lo que busca es, no pensar, sino diferenciarse para reclamar (y para que circule el dinero). Esa es su esencia. ¿Y qué es el reclamo? Es la forma que, en un mundo atosigado de relaciones basadas exclusivamente en el valor de mercado, toma la estrategia de diferenciación de mi producto. Luis XIV pudo gritar "el Estado soy yo". En una era de igualitarismo bobo, todos podemos gritar, a lo sumo: "el producto soy yo".

La relación de ese yo con las relaciones de producción ha quedado finalmente escamoteada. Todo es muy suave y corre bien, dentro de un mundo de conexiones humanas finalmente impracticables. No es la gente la que conversa, son sus autodefiniciones, sus categorías, sus miedos a la desaparición que espolean una subdivisión más, una metonimia más allá. Lo que se ve es que el mercado escupe más productos y la satisfacción de más necesidades, y que el cuerpo se acopla con ese funcionamiento devolviendo una autoconciencia obsesionada con las estrategias de subdiferenciación categorial, como en una cinta sin fin de la zona de descargas de un shopping center. Si alguien sugiere que la relación del sujeto con el mundo de la producción sería importante a la hora de restituir la política, se le contestará a partir de la angustia que el alma pronuncia, porque el "sujeto" posmarxista, que no es sujeto porque no es moderno, y no es posmarxista porque no sabe nada de historia de la filosofía, vive en un mundo de categorías predefinidas. Y en un mundo de categorías predefinidas que se ofrecen en el mercado, está prohibido pensar. ¿Cómo se puede vivir reclamando sin pensar? No me lo pregunten a mí. Todo va en esa dirección, empezando por la reforma educativa en curso, que busca una miríada de maniobras para transformar al sistema de educar en el pensamiento en un sistema de educar en la subdiferenciación con fines de autovictimización con fines de insertarse en el mercado del reclamo. Reclamo, "reclame", como le decían los abuelos a la publicidad, he ahí la esencia final del juego de no pensar en el mundo posmarxista y posliberal, y sobre todo, poscategorial. La implosión del pensar es la imposibilidad de categorizar. Pensar es generalizar, como lo observa el narrador de "Funes, el memorioso". Una mente que ha claudicado su pensar a cambio de fluir en un presente continuo sin necesidad de memorizar o abstraer, pues todo lo que precisa se lo hace presente google cuando lo precise, es como Funes. Entretenerse hasta morir hace rato es la consigna, bailando el bailecito de la hiperdiferenciación. La utopía final es simple, y ya ha sido formulada: el individuo debe conseguir ser su propia minoría, la minoría compuesta del sí mismo, pura, incontaminada, asocial. Despojada de absolutamente cualquier lasca de política como conversación de la ciudad, y como arte de la negociación que habría hecho surgir el valor de la especie por encima del llantito del individuo consumidor. El cual fluye, desgajado hasta el final de cualquier conexión con la producción. Los que la controlan van por otro lado, y por cierto, financian las políticas de identidad y diversidad, mal que le pese a quienes toman su dinero para esto.
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el dispensador dice: cada individuo, ser humano, persona, debe conseguir ser su propia minoría, su propio representante, su propia voz, su propio voto, su propio candidato, puro de ideas y genuino de ideologías... transparente consigo mismo... libre de mentiras... libre de engaños... libre de traiciones... apto y consciente de consciencia... con suficiente razonamiento crítico prudente para poder "darse cuenta" sin necesidad de que le "cuenten"... cada individuo, ser humano, persona debe ser artífice de su destino, defendiendo sus derechos humanos tanto como sus derechos ciudadanos... siendo actor de sus circunstancias y no espectador de las mismas... siendo artista de su propio arte y siendo protagonista de su propia obra de teatro, sea comedia, sea tragedia, sea entelequia... la historia, ése compuesto de huella y sombra, se hace caminando la propia experiencia, ya que nadie te puede decir cómo debes interpretar tu tiempo como así tampoco te puede decir qué hacer con tu presente, ya que nadie está en tus zapatos, nadie camina tu camino, y finalmente sólo te perteneces a tí mismo, mal que le pese a aquellos que entienden que eres su esclavo o que potencialmente, puedes serles útil para sus fines non sanctos... 

Marx, socialmente hablando, pasó tanto como su tiempo... hoy, en este concierto desconcertante de crisis y lavaderos de monedas y otras estafas e hipotecas, su pensamiento es inviable... pero desde luego, no es el único que ha sido víctima de este mundo de imperio de deudas jamás contraídas... de pronto todo el pensamiento iluminista enfocado en crear una sociedad equitativa y equivalente, ha sucumbido ante la miseria humana encaramada en el uso y el abuso del poder, ya no sólo desde lo político, sino desde lo corporativo... un poder que necesita del peor de los oscurantismos para sostener su vigencia nazi-sionista a como sea... de allí que se haya regresado al medievalismo imperial europeo como mecanismo de condicionamiento y atropello... porque en dicho seno reside la máquina de impedir, ésa misma que crea los escenarios adecuados a los intereses y conveniencias que dicen defender, hasta que cambia el viento, y al hacerlo, cambian también los escenarios y los intereses y las conveniencias a defender, las que siempre pertenecen al mismo patrón bíblico, tanto nazi como sionista, donde hay un protagonismo de la propia iglesia católica así como del sionismo oculto contenedor de todos los males, en los que curiosamente no encaja ni el judaísmo ni tampoco el pensamiento heterogéneo del mundo judío... ya que el sionismo es una excusa del desprecio propio del poder que no tiene ni idea, ni creencia, ni filosofía ni sapiencia, ya que se concentra en el dinero como único valor posible, asumiéndose (antes de ello) como inmortal frente a los "mortales", condenados a nacer y morir con las manos vacías...

el nazismo traduce el lado intolerante del sionismo, por ende infecta a las creencias por igual, cualquiera de ellas... vendiéndoles ilusionismos de poder en cuotas, de poder por un rato, de poder en hipoteca, de poder a préstamo... donde los bienestares son de corto vuelo, consumiéndose antes de tomar entidad social, porque la misma es en esencia peligrosa para el poder supremo del imperio feudal y negador de las evidencias... de allí que todas las estrategias otrora nazis y otrora sionistas, hayan sido asumidas de buen grado por los aliados que ya eran nazis y sionistas antes de bombardear Berlín... Hiroshima... Nagasaki... y Tokio... y Hanoi... y todo lo que se te ocurra o pueda ocurrir, porque el financiamiento de los conflictos humanos, así como sus guiones teatrales, siempre han salido de la cuna de Bruselas, un lugar donde se ubica el lado oscuro de la existencia desde mucho antes que la inquisición tomara funcionalidad de hoguera y persecutoria de brujas y hechiceros...

el problema humano del SIGLO XXI es que el infierno del Dante se ha instalado en la Tierra, ha capturado al poder político transformándolo en felpudo del verdadero poder de las corporaciones diversificadas en muchos nombres que pertenecen a un solo dueño exterminador, en esencia genocida, propiciador de sacrificios humanos a gran escala con forma de holocaustos... al que no le interesa si en sus hornos caen judíos, cristianos, musulmanes, budistas, shintoistas, o lo que se te pueda ocurrir, ya que todo sirve a su objetivo... más global que globalizado... más universal que mundial... 

el ser humano no es nada sin un padre y sin un hijo emanado de sí mismo... por ende el ser humano no es nada sin su pertenencia a la raza humana, así como tampoco lo es si no hay una pertenencia social a su propia tribu... algo que el nazi-sionismo ha logrado diluir hasta hacer creer a la humanidad toda que se puede vivir sin un futuro potencial y/o sin un mañana necesario y/o sin esperanzas y/o sin expectativas... de allí que reine el desconcierto que aturde sin dejarte entender qué mierda está sucediendo... sin comprender el por qué del estado de indefensión que te envuelve... el por qué de la soledad... y el por qué del aislamiento creciente que está conduciendo a la cultura humana hacia su hora más trágica, sin llegar a descifrar dónde ser ubican los males y dónde han ido a parar los valores y las éticas...

al nazi-sionismo le conviene la competencia descarnada... mujer contra mujer... violencia contra violencia... envidia contra envidia... codicia contra codicia... avaricia contra avaricia... angurria contra angurria... pero también, soberbia contra soberbia... cinismo contra cinismo... hipocresía contra hipocresía... pobreza contra pobreza... marginación contra marginación... indigencia contra indigencia... miseria humana contra miseria humana... mezquindad contra mezquindad... porque es la forma de entretener al desprevenido para que nunca logre hacer foco en los verdaderos males, infectando las inocencias, descalificando las sapiencias... allí está la grieta tan temida... competir, ¿para qué?... ¿con qué fin?... ¿para lograr qué?... 

empezá por pensar qué quieres de tu propio mundo... de ése mundo al que sólo tu perteneces... mientras no conozcas dónde estás parado, mucho menos podrás reconocer tu camino ni hacia dónde te diriges... y de ser así, el pasado que fabricas, ni siquiera existe para ser parte de eso que llamas destino. OCTUBRE 09, 2016.-

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