FOTOGRAFÍA
Rineke Dijkstra: “Un ‘selfie’ es una imagen idealizada, un cliché”
Una exposición recorre la obra de la fotógrafa holandesa galardonada con el premio Hasselblad de este año. Una revisión contemporánea del género del retrato
Vondelpark, Amsterdam, junio 10, 2005. RINEKE DIJKSTRA
Lleva casi 30 años haciendo retratos. Para ello se sirve tanto del vídeo como de la fotografía. Sus obras exploran la vulnerabilidad, así como la naturaleza transitoria del ser en un intercambio que se establece entre el fotógrafo, el retratado y el espectador. Rineke Dijkstra (Sittard, Paises Bajos, 1959) indaga en lo que supone ser humano. Desde que hace 20 años irrumpió con fuerza en el panorama internacional, cuando expuso en la Bienal de Venecia, la artista no ha dejado de provocar alabanzas. Galardonada este año con el premio Hasselblad, uno de los más prestigiosos de la escena fotográfica, su obra subraya y actualiza el potencial del género del retrato en tiempos del impostado selfie, buscando en cada una de sus imágenes las grietas que la compostura no consigue tapar.
“Un selfie es una imagen ‘controlada’, normalmente son imágenes idealizadas de cómo le gustaría verse a su autor/sujeto. Es como un cliché”, apunta la fotógrafa holandesa. “Un buen retrato siempre muestra distintos aspectos de la personalidad y nunca es inequívoco”. Reconoce que la actitud del retratado ha cambiado en los últimos tiempos y que la gente hoy en día es más consciente de la autorrepresentación, pero aun así, “uno nunca puede realmente tener control de su propia imagen, cuando es otro el que toma la fotografía”.
La obra de Dijkstra es una ventana al individuo, a su dignidad y a sus flaquezas, pero cuando cuelga en las paredes de una sala o se yuxtapone en un libro, también habla del colectivo. Así lo hace en el Museo Louisiana, donde se exhiben 80 de sus obras bajo el título Rineke Dikstra. The one and the many. “He intentado capturar algo de la personalidad de estas personas”, explica la autora, “pero al mismo tiempo extraer algo universal que se relacione con la humanidad en general. Tiene que quedar suficiente espacio para que uno pueda componer su propia historia; interpretar una fotografía de la forma que uno quiera”. “Sus obras activan nuestras propias experiencias de observar a la gente y ser observados”, escribe Poul Erik Tøjner en el catálogo que acompaña a la muestra. “Se basan en dos verdades fundamentales: que no estamos solos en el mundo, y que como seres humanos somos tan similares como totalmente distintos, de ahí el título”.
Sus retratos frontales y de cuerpo entero, tan naturales como posados, se convirtieron en su sello de identidad con la serie Beach Portraits (1992- 2002), con la que alcanzó la fama. Adolescentes de imperfecta belleza y de distintos lugares del mundo posaron para ella derrochando la misma intensidad psicológica que los retratos holandeses del siglo XVII. Los críticos han destacado la influencia de August Sander y de Thomas Ruff, en su fría ejecución casi científica, así como su similitud con Diane Arbus, en la capacidad de empatía y penetración psicológica.
En la sobrecogedora serie Mother,sobre las madres recién salidas del parto, la artista se pregunta sobre las distintas y contradictorias emociones que experimenta una persona al mismo tiempo. A esta le siguió una serie de toreros a los que los retrata exhaustos, justo después del ruedo, dejando poco espacio a la estereotipada imagen del hombre arrojado y sin temores. “Lo inesperado y lo accidental desempeña un lugar importante en mi trabajo”, señala la fotógrafa. “Debe ocurrir algo extra, podría ser un gesto o una postura inesperada que se salga de alguna forma de mi control. Esto hace que la imagen sea más veraz y le dé otro tipo de tensión. Cuando hago un retrato, este siempre trata de la dinámica que se establece entre el modelo y el fotógrafo, es como un encuentro. No necesito saber cosas de antemano sobre el modelo para conseguir un buen retrato y capturar la esencia de su personalidad. Se trata de interactuar y observar”.
Le gusta trabajar en series, y en proyectos de larga duración. El tiempo está presente en la obra de la artista holandesa como una dimensión que nos afecta. Así, la serie Almerisa comienza con una única foto de una niña bosnia refugiada y continua con los retratos posados a lo largo de más de una década, donde aparece convertida en madre y reflejan su gradual integración en la sociedad holandesa. Llama la atención que la mayoría de los retratos de Dijkstra están enmarcados en fondos que no aportan nada a la psicología del personaje. Solo en Park Portraits (2003-2006) opta por dar más importancia al entorno, y por trabajar en formatos horizontales. “Aislando a los sujetos del medio en que se encuentran, adquieren un carácter más simbólico, y por tanto se hacen más abstractos”, apunta la artista. “Me gusta dar pistas sobre el fondo, pero no pretendo revelar nada. Es importante dejar las cosas abiertas a la imaginación y a las posibles interpretaciones”.
En 1995, al fotografiar a los adolescentes asiduos al The Buzz Club de Liverpool, sintió que allí ocurrían tantas cosas que no era posible captarlas en una imagen estática. Desde entonces compagina la fotografía con el vídeo. “Me percaté de que en las imágenes en movimiento podría descubrir otros elementos; el movimiento y el tiempo, y también que el sonido ofrecía nuevas posibilidades”, recuerda Dijkstra. “Más adelante la edición cobró mucho significado: cómo contar una historia y cómo ordenar el material filmado”. Así lo demuestra The Krazyhouse (Megan, Simon, Nicky, Philip, Dee) (2009), donde observamos a cinco jóvenes bailando solos y aislados sobre un fondo blanco, filmados en un estudio improvisado dentro del club, ajenos a cualquier tipo de intercambio social. Sus videoinstalaciones adquieren el carácter de una fotografía en movimiento, y diluyen las barreras entre la imagen estática y el vídeo.
La economía visual es otra de las características de la artista, quien nunca se recrea en aparatosas escenas. Aun así, consigue ofrecer todo un mundo visual al forzarnos a navegar entre la imaginación y la observación.
Rineke Dijkstra, The one and the many. Louisiana Museum. Humlebaek. Dinamarca. Hasta el 12 de diciembre.
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