sábado, 26 de enero de 2019

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 A Pesar de su falta de estudios, Luisa Carnés (Madrid, 1905-México 1964) comenzó a destacar como escritora con tan solo 18 años, y luego como periodista en defensa de los derechos de la mujer y de la legalidad republicana. Durante la Guerra Civil, tuvo que exiliarse a México donde vivió hasta el final de sus días, fiel a su compromiso político en defensa de las clases sociales más desfavorecidas.
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Manu de Ordoñana
Donostia-San Sebastián
España




Luisa Carnés. Escritora, periodista y militante

Categoría (El libro y la lecturaEstafeta literariaGeneral) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-01-2019

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A inicios de este nuevo año, 2019, queremos venerar con estas líneas a una mujer del siglo pasado, Luisa Carnés (Madrid, 1905-México, 1964), y no nos faltan razones para ello: porque a pesar de su falta de estudios destacó en la literatura y en el periodismo, porque dejó testimonio de su trabajo y de su salida al exilio y también porque no cesó en su compromiso político ni en su lucha a favor de la mujer hasta el fin de sus días. Aunque ella vivió en los primeros sesenta años del siglo XX, reapareció después en varias ocasiones: en 1992 cuando se la rescató, y en 2014 y 2016 al ser publicados y reeditados sus libros.
He aquí su intensa vida: en el Madrid de 1905, en una familia humilde, Luisa llega a este mundo para ser la primera de cinco hermanos. Hecho que le condiciona: a los once años tiene que dejar de asistir al colegio y empezar a trabajar como aprendiza en un taller doméstico dedicado a la confección de sombreros. A este le siguen otros empleos, como el de mecanógrafa en la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), el gigante editorial español de la época. Aquí conoce a Ramón Puyol, quien se dedica a elaborar el material gráfico; entre sus diseños está el famoso cartel de “No pasarán”. Este hombre, comprometido políticamente, será el padre del único hijo de Luisa. En 1931, nacerá Ramón Puyol Carnés, su hijo, y perderá el trabajo. Por la situación de declive económico nacional e internacional llega la quiebra a la gran empresa y quedará desempleada. Abandonará Madrid con Ramón y el niño rumbo a Algeciras, donde reside la familia de él. Un año más tarde, sin ninguna oportunidad laboral, decide hacer su propia vida y regresa a Madrid únicamente con su hijo.
Para este momento, ya lleva editados varios textos, ya ha comenzado su papel de escritora. Su quehacer autodidacta le impulsó siempre a aprender a través de la lectura y la escritura. Con 18 años, en 1923, época en que prevalecía la lírica, ella escribe cuentos y los publica, por lo que comienza a darse a conocer. Tuvo la suerte desde un principio de ser aceptada tanto por la crítica como por el público. En 1928, aparece su primera obra impresa compuesta de tres relatos Peregrinos de calvario y dos años después, Natascha su primera novela lanzada por el grupo editorial donde trabaja y cuyo título se enlaza con la novela rusa que ella tanto admiraba; su protagonista es una muchacha trabajadora que lucha para salir de la pobreza.
Escribe ensayos, artículos, dramas… Consigue editarlo todo, incluso estrenar una obra de teatro. Pero como el dinero no le llega, acepta un empleo de camarera. Su experiencia la relatará en Tea Rooms, subtitulada Mujeres obreras (1934). Esta entretenida novela, donde el lector cuenta pasteles y se inmiscuye en las charlas entre las empleadas, supuso un salto de calidad y un posicionamiento cada vez más evidente en pro del compromiso social y personal de la autora a favor de la mujer trabajadora. Además, tuvo eco también su trabajo como periodista,colaboró en los principales medios de comunicación y en todos mostró una encendida defensa de la causa republicana.
Su compromiso político le lleva al exilio. En esta etapa de su vida conoce a su gran amor, el escritor y poeta Juan Rejano. El estallido de la Guerra situó a Luisa en el grupo de mujeres intelectuales que participó en tareas de propaganda política a través de su presencia en los medios de comunicación afines al PCE. Ellas se posicionaron a favor de la igualdad jurídica entre ambos sexos, de la reivindicación de la mujer como ser humano y respaldaron sin ambages la legalidad republicana. Por todo esto tuvo que abandonar el país: primero pasó unos meses en Francia y después fue seleccionada para formar parte de un destacado grupo de refugiados, compuesto por científicos e intelectuales de prestigio, que a bordo del transatlántico holandés Veendam llegaron a Nueva York y de allí en autobús hasta México. Estas vivencias las escribió posteriormente y aparecen recogidas, en capítulos breves que se leen gratamente, en el texto testimonial y autobiográfico, titulado De Barcelona a la Bretaña Francesa (Memorias)(2014).
Se instala en México con su familia. Allí continúa escribiendo y publicando. Adopta la nacionalidad en 1941, esto le ayuda para acceder a un empleo y para reanudar su compromiso con la causa antifascista. Fue una de las primeras mujeres que ejerció como periodista en México. Durante todo este periodo mantiene la actividad literaria. Las últimas obras que publicó en vida fueron: la biografía novelada de Rosalía de Castro, Rosalía (1945, 2018) y la novela Juan Caballero (1956), obra que enfatiza la acción guerrillera de los republicanos en la retaguardia del Estado franquista. En 1961, renuncia a sus incursiones periodísticas para dedicarse por entero a la literatura. Escribe cuentos y más novelas que permanecen inéditas, entre ellas Olor de santidad, dedicada al hermano de Ramón, Miguel Puyol, periodista fusilado tras la toma de Algeciras.
El 8 de marzo de 1964 llega su punto y final. Tras haber pronunciado un discurso por el Día de la Mujer para la colonia española exiliada en el país, sufre un accidente de coche del que Juan y su hijo salen ilesos mientras que ella pierde la vida.
Amaba tanto sus cuentos que al tener que abandonar su país, los lleva consigo. Se convirtió en una gran cuentista,tanto por su calidad como por su cantidad, así lo atestiguan los dos volúmenes Rojo y gris y Donde brota el laurel(2018) que los contienen. En ellos es capaz de presentar mediante anécdotas nimias, personajes con una profundidad abismal, diálogos fluidos, un lenguaje poético que transmite sensaciones, sentimientos y que alude al sentido del oído y del olfato para prender al lector y hacer que su corazón palpite como el de otro personaje más. Quien prologa el primer volumen, Francisca Montiel, (profesora de la Autónoma de Barcelona y miembro del Grupo de Estudios del Exilio Literario), menciona que ya el crítico Esteban Salazar Chapela la nominó la mejor narradora de finales de los años veinte y primeros del treinta.
Fue una gran mujer que simultaneó su capacidad de creación y su imparable actividad laboral. Además, en dos de sus libros aprovechó la contraportada interior para hacerse propaganda, mencionando sus futuras obras.
Escribe con una clara finalidad: dar a conocer a las clases populares la realidad social con el fin de que la transformen. Por este motivo trata temas como la maternidad, el divorcio, la educación, el matrimonio, el aborto, el sufragio femenino (en este aspecto apoyó abiertamente a Clara Campoamor).
Su temática y su sencillez consiguen que su obra siga vigente hoy en día, encandile a todos los públicos y a su vez resulte muy personal. En sus textos las mujeres se atirantan las medias, llevan labios pintados que hacen más graciosa y tentadora la curva de su boca perfecta y visten ligeros vestidillos que ciñen las curvas descaradas de los senos y la cintura. Asimismo, las parejas tienen los dedos trenzados, las madres forman un solo tronco con sus hijos y los chicos empuñan el timón. Sin olvidar su amplio vocabulario y el uso de los adjetivos por su originalidad, concreción: heterogéneo cuarto de aseo, hombre linfático, mesa cojitranca, manos liriales, ruido isócrono, aire cachazudo, pasos blandos, callejuela erizada de pedruscos, espetado pie, gazmoñería monjil, carnosa nuca, palabras deshilvanadas…
Pero unido irremediablemente a Luisa está otro nombre el de Antonio Plaza Plaza (Madrid, 1951), el docente e investigador que la descubrió para deleite de todos nosotros, incluidos los miembros de su familia, como dice su nieto Juan Ramón: “Era consciente de quién era ella cuando realmente ni los nietos nos lo planteábamos. Yo sabía que había tenido una abuela escritora y que había libros antiguos editados, pero ninguno de los nietos le dábamos el valor que tenía”. La gran labor de documentación de Antonio, insertada en las introducciones que forman parte de los últimos libros editados de Luisa, nos ha servido para complementar lo aquí expuesto.
Ojalá que con estas líneas hayamos conseguido que la voz de esta gran mujer retumbe en varias personas más y se entusiasmen con su buena escritura, esa que llega, que emociona y que, sobre todo, se disfruta.

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