Mamá era una espía
Dos nuevos libros se acercan a la mítica figura del agente secreto comunista desde un punto de vista distinto, el de sus hijos
Madrid
Bruria Forgách y su hijo András, en Budapest 1975. IMAGEN CORTESÍA DE ANDRÁS FORGÀCH
Las complejas relaciones entre hijos y madres han producido a lo largo de la historia un inagotable catálogo de frutos literarios. Así que debe ser muy difícil para un autor resistirse a escribir sobre ello, si su madre, además, pertenece a esa mítica y fascinante estirpe que tiene su propio género, el de los espías. Si, por ejemplo, resguardada tras la apariencia de una ama de casa corriente, llegó a informar a las autoridades comunistas húngaras, incluso, de las actividades de su propio hijo; o si, retratada por algunos como una autentica Mata Hari, fue la primera esposa del más icónico de los agentes dobles de todos los tiempos: Kim Philby. En el primer caso, nació el libro El expediente de mi madre, del húngaro András Forgàch (Anagrama, 2019) y, en el segundo, Un capítulo de mi vida, escrito en 2004 por la alemana Barbara Honigmann, pero recién editado en español por Errata Naturae.
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Pasados los tormentosos tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la larga Guerra Fría, caído y casi olvidado el Muro de Berlín, la generación de los hijos de los protagonistas de todas aquellas historias de espías, incrustadas ya en el imaginario colectivo, decidieron empezar a contarlo desde su punto de vista. Overworld, de Larry J. Kolben (Penguin Random House, 2004), y Spies in the family, de Eva Dillon (Harper Collins, 2017) son dos ejemplos de la parte estadounidense del telón de acero, con agentes de inteligencia como protagonistas de unos libros firmados por sus hijos. El expediente de mi madre y Un capítulo de mi vida se sitúan en la Europa comunista, en unos ambientes opresivos y permanentemente cargados de recelos y sospechas.
A partir de ahí, sin embargo, cada uno de ellos se transita campos narrativos muy distintos. Si Forgách ha optado por indagar y rebuscar en la documentación para plasmarlo después en forma de novela, Honigmann decidió hacer un ensayo, un relato personal a partir, única y exclusivamente, de sus recuerdos. Lo reconoce al final del libro: “No fui ni viajé ni acudí a parte alguna. No busqué ni encontré ni vi documentos. No hablé con nadie ni le pregunté a persona alguna. Podría haberlo hecho, pero no lo hice”. Y lo explica por correo electrónico: “Escribí este libro más de 10 años después de la muerte de mi madre: necesité ese tiempo de gestación. Me sentía abrumada y a menudo exasperada por las tan numerosas publicaciones sobre el caso Philby y por la imagen que se había dado de mi madre, la de una bella y seductora judía. Así que he querido dar mi propia versión de la vida de esa mujer que se convirtió en mi madre y que me habló de su tiempo con Philby y de la implicación en los proyectos del KGB como ‘un capítulo de su vida”.
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