“Ofendiditos”: la nueva ola contra las “feminazis”
Lucía Lijtmaer publica un ensayo breve “sobre la criminalización de la protesta”
Madrid
Lucía Lijtmaer durante la entrevista, en un local del centro de Madrid. ÁLVARO GARCÍA
La avanzadilla retrógrada ha encontrado un término perfecto para justificar sus desmanes contrarreformistas: “ofendiditos”. Con esta palabra tratan de tachar a quienes les afean su conducta anacrónica cuando desde sus tribunas se enfrentan a la emergencia feminista —”feminazis”, dicen— y a los cambios que provoca una sociedad en lucha por sus libertades y derechos. “Los ofendiditosson una invención conservadora”, asegura Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977), que publica en Anagrama un ensayo de urgencia “sobre la criminalización de la protesta”.
“Han conseguido apagar el foco de la denuncia y ponerlo sobre quienes les critican. Lo grave es que no arremeten contra el poder, sino contra los ciudadanos que se atreven a cuestionarles. Prefieren encararse a los que protestan contra sus consideraciones”, cuenta a este periódico la autora de Ofendiditos. Lijtmaer no ha escrito un libro moralista, como tampoco lo hizo el filósofo Santiago Gerchunoff en Ironía on. Una defensa de la conversación pública de masas. Constata que a los conservadores les resulta chocante este nuevo mundo y al nuevo mundo que existan estos neoconservadores.
Lo grave es que no arremeten contra el poder, sino contra los ciudadanos que se atreven a cuestionarles
Así que los desaires de estos “Fieros Analistas” —opinadores cuyo cometido es acaparar el relato tal y como los define la autora en el ensayo— son contestados y rebatidos en las redes sociales. Ya sea por un chiste sobre gitanos o por reprimir el empleo del lenguaje inclusivo. Ahora el ciudadano puede hacerlo de manera inmediata —y masiva—, porque tiene la herramienta con la que criticar la voz que antes era, además de hegemónica, intocable. Y eso ofende, al parecer, porque estos Fieros Analistas ya no son inviolables: las redes sociales han traído –en el mejor de los casos– réplica y debate y eso molesta. Y como escuece lo llaman “linchamiento digital”, a pesar de la contradicción: “ellos tienen las audiencias de miles y millones de personas y se quejan de ser silenciados”, comenta la autora.
Los falsos incorrectos
Es una pelea cultural por la apropiación de la bandera de la intolerancia. Los falsos outsiders o outsiders tradicionalistas la abrazan para erigirse en víctimas. Y, como víctimas, sentirse ofendidos por los ofendiditos. Acusan a la corrección política —intolerante— de no permitir que ciertos discursos sean populares. Ya saben que según esta leyenda el incorrecto es un valiente que se atreve a decir lo que nadie se atreve.
“El Fiero Analista ofendido no busca otra cosa que recuperar su centralidad perdida en el discurso dominante y reafirmar aquello que conforma el “buen gusto”, determinar de qué se habla y de qué no y, sobre todo, cómo se habla de ello. Desde su tribuna, todo lo diverso es histérico y por lo tanto impugnable”, escribe Lijtmaer. El verdadero problema, explica la autora, que generan estos adalides de la libertad de expresión —a los que no se les puede afear la conducta, porque se ofenden— es que enmascaran los verdaderos problemas de libertad de expresión ante el advenimiento del fascismo.
Hacer chistes sobre gitanos no es una inmolación a favor de la libertad de expresión
A estas alturas ya habrán entendido que, en realidad, los ofendiditos no son los que se revuelven contra un chiste que denigra a una minoría, sino los que se ofenden por ser replicados. Mejor: los ofendiditos son los que están dentro de aquella tienda de los chistes, la del anuncio navideño de la multinacional del fiambre. Los ofendiditos son la avanzadilla retrógrada, que arman tanto ruido que “no se cuestiona al poder represor”. “Hacer chistes sobre gitanos no es una inmolación a favor de la libertad de expresión. Realmente, no sé cuál puede ser el objetivo. Es una involución. Además, no es que no comprendamos ese tipo de chistes, es que no nos hacen gracia”, dice la escritora y periodista, autora de Yo también soy una chica lista.
Regresión publicada
Cree Lijtmaer que hemos llegado a este punto después de consumar la Transición en 2008, cuando la crisis financiera arrastra a la sociedad a una crisis económica y a una crisis de valores políticos. Con el surgimiento del 15-M y la vuelta del PP más conservador —aprobando la ley mordaza— arribamos, explica, a “un Estado represor y un estado de regresión”. El libro ofrece las señales de la involución que atraviesa la opinión publicada, aunque prefiere dar los nombres justos para no distraer el debate.
No pretende esta obra libro poner límites a la libertad de expresión, pero sí desenmascarar a los que se consideran víctimas del “buenismo” y de la corrección política. Son los mismos que se disfrazan de “incorrectos” para defender ideas trasnochadas. “Llevan la misma estrategia que Vox, al introducir cuestiones que en este país ya han sido superadas”, dice. Los Fieros Analistas se autodenominan “políticamente incorrectos”, como si fuera un pasaporte con el que se puede trasgredir la educación, la elegancia y el respeto. No hay discurso más hegemónico que la incorrección política. Por eso no extraña que una revista satírica represente el colmo del conservadurismo.
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