Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
LA AVISPA
Caminar por senderos de montaña, arriba de los tres mil metros sobre el
nivel del mar… más tarde andar por otros senderos de montaña, arriba de los
cuatro mil metros sobre el nivel del mar… el ascenso debe ser lento, no más
rápido que el corazón… suave como el alma… esencial como el espíritu… siguiendo
el instinto que alimenta a la consciencia… paso a paso… paso obre paso… huella
sobre huella… estampa sobre estampa… llega un momento en que todo queda por
debajo de uno mismo… abundan las cimas y los nevados… debajo las nubes, arriba
uno mismo observando lo que ha quedado por detrás… por detrás… sucede que a esa
altura adquieres noción de lo que significa “pasado”… todo eso que fuiste pero
ya no existe… estás parado sobre un presente que te conecta con el cielo, o bien,
eres intermediario entre el cielo y el suelo… lo que has andado ya no significa
nada, es un recuerdo sumado a una experiencia… queda la actual estancia y al
mismo tiempo, estás en el techo del mundo… no hay más para seguir subiendo…
andar, sólo andar… aunque no lo creas esos ascensos nutren el alma y alimentan
el espíritu… allí te das cuenta que el ego no conduce a ninguna parte… allí
comprendes que la soberbia es propio de la densidad de los egos… allí entiendes
que la vanidad consume lo poco o lo mucho bueno que puede haber en tu esencia… allí
te enfrentas al peso del falso orgullo… definitivamente, eres tú frente a ti
mismo… el verdadero espejo… ése que no refleja el cuerpo sino el alma… no hace
falta agua… no hace falta una piedra mica… alcanza con despojarte del sí mismo,
elevarte por sobre el cuerpo y mirarte… no eres nada… allí no hay ni títulos ni
honores…
El rito se repite… ir y volver… subir, subir, subir, para luego bajar,
así de un saque… tratando de absorber lo más que se pueda del aire escondido…
de las fragancias perdidas… de los perfumes olvidados… aportar a la memoria de
los olores… ese extraño perfume a fresias que desciende desde el monte en la
montaña, o bien, ese raro aroma a no sé qué que aparece y desaparece con cada curva,
con cada giro, con cada momento en que uno expone el alma a la madre
naturaleza… la madre naturaleza es aquella que te contiene cuando ya nada lo
hace… eres la expresión genuina de la propia esencia y no más que eso…
El espíritu demanda reiterar la experiencia… tomar altura… mirar a la
distancia… sobre todo, tomar distancia y acariciar el cielo con la esencia del
uno mismo elevado… el camino se abre sobre la izquierda del río, ahora con poca
agua, en verano desbordante… tanto que su imponencia es de temer… a la otra
orilla los corrales de cabras… son unos quince kilómetros hasta las capillas de
un cementerio milenario escondido… nadie llega allí, nadie que no sea de los
parajes ocultos… habrá unas cincuenta tumbas… nadie molesta a nadie y los escasos
visitantes llegan con ofrendas visibles y se van con ofrendas intangibles… esa
es la ventaja de estar cobijado entre montañas… nadie sabe que estás allí,
nadie te ve… al frente una senda extensa que atraviesa un pequeño valle
encajado entre alturas infernales… luego, estás rodeado de soledad y el
singular silencio de la montaña… algunas piedras suenan al modo de un xilofón… si
sabes coordinar las notas, tienes tu propia música y los espíritus de los
ancestros lo agradecen… allí estás a mitad de camino entre los cuatro y los
cinco mil metros, pavada de altura… hay llamas, vicuñas, cabras, pero también
hay pumas invisibles y zorros que se dejan ver… hay flamencos que vienen por
las lagunas inaccesibles y hay lo que sea que encuentres… mucho más de lo que
imaginas… las huellas del puma se ven, y él te ve… tu no lo ves aunque lo
tengas cerca… es el juego de la danza de la vida en parajes remotos donde el
humano es algo semejante a una roca más… la naturaleza no te cobra impuestos,
te enseña a vivir… la política no sólo te cobra impuestos, también te saquea y
te despoja… ahí nadie quiere ir porque la vida es durísima y peligrosa… si algo
malo te ocurre no hay a quien acudir… atravesar una montaña pueden ser ocho o
doce horas de mula, siempre que la haya (mula)… caso contrario es necesario
recurrir a la Pachamama y orar para que bendiga tu hora… la gente no se queja…
habla poco… no hace falta pronunciar lo innecesario… si hablan en su lengua
originaria pasas a ser un paria porque además de extraño suenas a extranjero…
sucede en Tíbet como en el Atlas… sucede en Tanzania como en Santa Rosa… las
alturas te enseñan a entender que eres poca cosa… y que los orgullos puedes
meterlos allí donde te plazca… si es que te caben…
Aquel día sucedieron cosas curiosas. Todas encadenadas en alteraciones
cósmicas… tal te dije, el Tíbet llena el asombro y nutre la capacidad de
sorprenderse, luego esa experiencia se traslada a todas partes donde el paisaje
vibre de manera semejante… había regresado del centro de la ciudad, siempre
abandonado y rebosante de basura, justo para el turismo extranjero… ascendió
una escalera a cielo abierto que conducía a la parte de arriba de la casa donde
habita, en el medio de la subida algo se le metió en el pantalón corto… no supo
de qué se trataba… así es que abrió la puerta e ingresó a la cocina del primer
piso… iba en busca de una mermelada, un agua con gas y un agua mineral…
pertrechos para la noche calurosa… de pronto sintió un dolor intenso cerca de
la rodilla izquierda… parecía un aguijón… era un aguijón… se trataba de una
avispa que defendiéndose lo había picado… una picadura necesaria según su
ángel… dicha picadura le activaba el sistema inmune para esquivar un cáncer,
ralentizar un linfoma, salvarlo de una diabetes, o quizás para evitarle un paro
cardíaco… nunca se sabe… después de todo no era más que una avispa… si se
tratase de más de una estaríamos hablando de otra cosa, otro dolor, otro
problema… pero esa avispa lo había picado para salvarlo de algo… allí recordó
que varios años antes le había sucedido algo semejante en un estacionamiento
céntrico… seguramente aquella otra avispa había llegado a él con la misma
misión, salvarlo de algo… asintomático… insospechado… sólo la causalidad
descubre la cadena de los hechos… la medicina estudia mucho las consecuencias
pero muy poco las causas… y cuando de venenos se trata, hay algunos que ayudan
a superar la circunstancia y seguir, mientras que el veneno humano es casi
mortal, si no tienes con qué defenderte, simplemente te mata… no hay antídoto,
salvo que te des cuenta y huyas… así, de modo que el veneno quede en la persona
que pretendía envenenarte… cuando tomas consciencia de todos los venenos que
nos rodean, caes en la conclusión que el más peligroso es el veneno humano, sea
producto de la envidia o sea producto del odio… sólo que el humano no necesita
morder para liquidarte, alcanza con manipular tus circunstancias para
encadenarte a la roca haciéndote ver que tu hígado está siendo devorado por un
águila, cuando en verdad lo que te está pulverizando es el ego ajeno y
malintencionado… tal vez allí radique la importancia de la avispa… el ángel que
conoce el destino estaba feliz, la circunstancia se había desarrollado tal como
te tenía que suceder… no era ni un mosquito ni una abeja, se trataba de una
avispa…
Dicha avispa tenía ancestros en Asia… nadie sabe cómo llegó hasta la
América del Sur… nadie sabe cuántas generaciones de avispas mediaron para que
una naciera en estos suelos… pero el encuentro ya estaba escrito en el libro de
la vida y estaba inscrito en el árbol de la vida… después de todo, el árbol de
la vida suele juntar insectos de diversas especies, y bueno es aprender a
reconocerlos…
Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
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