miércoles, 11 de marzo de 2020

DESVARÍOS® by Cerasale Morteo, Víctor Norberto. 2020 Febrero. [18]

La imagen puede contener: árbol, cielo, planta, exterior y naturaleza
Carmen Conde Sedemiuqse Esquimedes
LA AVISPA

Caminar por senderos de montaña, arriba de los tres mil metros sobre el nivel del mar… más tarde andar por otros senderos de montaña, arriba de los cuatro mil metros sobre el nivel del mar… el ascenso debe ser lento, no más rápido que el corazón… suave como el alma… esencial como el espíritu… siguiendo el instinto que alimenta a la consciencia… paso a paso… paso obre paso… huella sobre huella… estampa sobre estampa… llega un momento en que todo queda por debajo de uno mismo… abundan las cimas y los nevados… debajo las nubes, arriba uno mismo observando lo que ha quedado por detrás… por detrás… sucede que a esa altura adquieres noción de lo que significa “pasado”… todo eso que fuiste pero ya no existe… estás parado sobre un presente que te conecta con el cielo, o bien, eres intermediario entre el cielo y el suelo… lo que has andado ya no significa nada, es un recuerdo sumado a una experiencia… queda la actual estancia y al mismo tiempo, estás en el techo del mundo… no hay más para seguir subiendo… andar, sólo andar… aunque no lo creas esos ascensos nutren el alma y alimentan el espíritu… allí te das cuenta que el ego no conduce a ninguna parte… allí comprendes que la soberbia es propio de la densidad de los egos… allí entiendes que la vanidad consume lo poco o lo mucho bueno que puede haber en tu esencia… allí te enfrentas al peso del falso orgullo… definitivamente, eres tú frente a ti mismo… el verdadero espejo… ése que no refleja el cuerpo sino el alma… no hace falta agua… no hace falta una piedra mica… alcanza con despojarte del sí mismo, elevarte por sobre el cuerpo y mirarte… no eres nada… allí no hay ni títulos ni honores…  

El rito se repite… ir y volver… subir, subir, subir, para luego bajar, así de un saque… tratando de absorber lo más que se pueda del aire escondido… de las fragancias perdidas… de los perfumes olvidados… aportar a la memoria de los olores… ese extraño perfume a fresias que desciende desde el monte en la montaña, o bien, ese raro aroma a no sé qué que aparece y desaparece con cada curva, con cada giro, con cada momento en que uno expone el alma a la madre naturaleza… la madre naturaleza es aquella que te contiene cuando ya nada lo hace… eres la expresión genuina de la propia esencia y no más que eso…

El espíritu demanda reiterar la experiencia… tomar altura… mirar a la distancia… sobre todo, tomar distancia y acariciar el cielo con la esencia del uno mismo elevado… el camino se abre sobre la izquierda del río, ahora con poca agua, en verano desbordante… tanto que su imponencia es de temer… a la otra orilla los corrales de cabras… son unos quince kilómetros hasta las capillas de un cementerio milenario escondido… nadie llega allí, nadie que no sea de los parajes ocultos… habrá unas cincuenta tumbas… nadie molesta a nadie y los escasos visitantes llegan con ofrendas visibles y se van con ofrendas intangibles… esa es la ventaja de estar cobijado entre montañas… nadie sabe que estás allí, nadie te ve… al frente una senda extensa que atraviesa un pequeño valle encajado entre alturas infernales… luego, estás rodeado de soledad y el singular silencio de la montaña… algunas piedras suenan al modo de un xilofón… si sabes coordinar las notas, tienes tu propia música y los espíritus de los ancestros lo agradecen… allí estás a mitad de camino entre los cuatro y los cinco mil metros, pavada de altura… hay llamas, vicuñas, cabras, pero también hay pumas invisibles y zorros que se dejan ver… hay flamencos que vienen por las lagunas inaccesibles y hay lo que sea que encuentres… mucho más de lo que imaginas… las huellas del puma se ven, y él te ve… tu no lo ves aunque lo tengas cerca… es el juego de la danza de la vida en parajes remotos donde el humano es algo semejante a una roca más… la naturaleza no te cobra impuestos, te enseña a vivir… la política no sólo te cobra impuestos, también te saquea y te despoja… ahí nadie quiere ir porque la vida es durísima y peligrosa… si algo malo te ocurre no hay a quien acudir… atravesar una montaña pueden ser ocho o doce horas de mula, siempre que la haya (mula)… caso contrario es necesario recurrir a la Pachamama y orar para que bendiga tu hora… la gente no se queja… habla poco… no hace falta pronunciar lo innecesario… si hablan en su lengua originaria pasas a ser un paria porque además de extraño suenas a extranjero… sucede en Tíbet como en el Atlas… sucede en Tanzania como en Santa Rosa… las alturas te enseñan a entender que eres poca cosa… y que los orgullos puedes meterlos allí donde te plazca… si es que te caben…

Aquel día sucedieron cosas curiosas. Todas encadenadas en alteraciones cósmicas… tal te dije, el Tíbet llena el asombro y nutre la capacidad de sorprenderse, luego esa experiencia se traslada a todas partes donde el paisaje vibre de manera semejante… había regresado del centro de la ciudad, siempre abandonado y rebosante de basura, justo para el turismo extranjero… ascendió una escalera a cielo abierto que conducía a la parte de arriba de la casa donde habita, en el medio de la subida algo se le metió en el pantalón corto… no supo de qué se trataba… así es que abrió la puerta e ingresó a la cocina del primer piso… iba en busca de una mermelada, un agua con gas y un agua mineral… pertrechos para la noche calurosa… de pronto sintió un dolor intenso cerca de la rodilla izquierda… parecía un aguijón… era un aguijón… se trataba de una avispa que defendiéndose lo había picado… una picadura necesaria según su ángel… dicha picadura le activaba el sistema inmune para esquivar un cáncer, ralentizar un linfoma, salvarlo de una diabetes, o quizás para evitarle un paro cardíaco… nunca se sabe… después de todo no era más que una avispa… si se tratase de más de una estaríamos hablando de otra cosa, otro dolor, otro problema… pero esa avispa lo había picado para salvarlo de algo… allí recordó que varios años antes le había sucedido algo semejante en un estacionamiento céntrico… seguramente aquella otra avispa había llegado a él con la misma misión, salvarlo de algo… asintomático… insospechado… sólo la causalidad descubre la cadena de los hechos… la medicina estudia mucho las consecuencias pero muy poco las causas… y cuando de venenos se trata, hay algunos que ayudan a superar la circunstancia y seguir, mientras que el veneno humano es casi mortal, si no tienes con qué defenderte, simplemente te mata… no hay antídoto, salvo que te des cuenta y huyas… así, de modo que el veneno quede en la persona que pretendía envenenarte… cuando tomas consciencia de todos los venenos que nos rodean, caes en la conclusión que el más peligroso es el veneno humano, sea producto de la envidia o sea producto del odio… sólo que el humano no necesita morder para liquidarte, alcanza con manipular tus circunstancias para encadenarte a la roca haciéndote ver que tu hígado está siendo devorado por un águila, cuando en verdad lo que te está pulverizando es el ego ajeno y malintencionado… tal vez allí radique la importancia de la avispa… el ángel que conoce el destino estaba feliz, la circunstancia se había desarrollado tal como te tenía que suceder… no era ni un mosquito ni una abeja, se trataba de una avispa…

Dicha avispa tenía ancestros en Asia… nadie sabe cómo llegó hasta la América del Sur… nadie sabe cuántas generaciones de avispas mediaron para que una naciera en estos suelos… pero el encuentro ya estaba escrito en el libro de la vida y estaba inscrito en el árbol de la vida… después de todo, el árbol de la vida suele juntar insectos de diversas especies, y bueno es aprender a reconocerlos…

Eso le hizo recordar una travesía por la Pampa de Infiernillo, mal llamado así por los temores que despierta la alta montaña… él mismo había atravesado los kilómetros en soledad, en medio de rayos y centellas… sabiéndose protegido por su ángel y por su Dios, único, mezcla de más acá con mucho más allá… le iba prestando atención a la tormenta… sabía que toda esa energía que descendía y se esfumaba, también le ayudaba a recargar el espíritu para seguir pechando la vida… luego de cien kilómetros de curvas y contracurvas salía renovado… listo para lo que sigue… ya que el viaje que se navega expone al alma a estar preparada para el próximo paso… hasta que te llamen… de eso se trata… creerse otra cosa es propio de imbéciles…

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