CAMPOS DE AZÁLVARO
Carlos de Hita
Una extensa planicie herbácea se extiende por Ávila y Segovia, entre las estribaciones de la sierra de Guadarrama y las primeras rampas que llevarán a las alturas de Gredos. Son los Campos de Azálvaro, uno de los mayores despoblados de España, un paisaje ganadero atravesado por cañadas, abierto a diente y pezuña por generaciones de ovejas, vacas y pastores.
Una red de vallas de piedra y de cercas de alambre fragmenta la planicie, cercada a su vez por suaves laderas recientemente profanadas por hileras de aerogeneradores eléctricos. El río Voltoya encharca más que fluye por estas tierras sin apenas desniveles. Aquí y allá, en los suelos más húmedos de alguna vaguada, crecen hileras de chopos, alamedas que rompen con la horizontalidad del paisaje.
El jueves 1 de marzo, a media mañana, la atmósfera empezaba a moverse, a sacudirse el potente anticiclón que la tenía aprisionada desde hacía meses. Y en una llanura, cuando sopla, no hay cobijo contra el viento. Entonces las voces de las aves y el tintineo del ganado suenan difuminados, desflecados, como sin aristas, cuando se propaga contra las ráfagas. Y, por el contrario, brillan con nitidez cuando viajan a favor, sobre el viento.
Por estas fechas en los Campos de Azálvaro empieza a barruntarse la primavera. Aún faltan unas semanas para que los trinos apretados de alondras y calandrias cubran los campos, y por eso es fácil percibir otras voces contra el fondo vacío. En las pocas matas de vegetación, casi todas piornos y espinos, se esconden los carboneros, que lanzan sus voces rítmicas, puro swing. Dos tarabillas comunes se dejan llevar por la impaciencia y rompen todos los protocolos. Se acerca la época de celo, del cortejo, y un macho y una hembra andan enzarzados revoloteando y reclamando a ras de suelo; el traqueteo de los dos llena el lugar con un crepitar interrumpido ocasionalmente por el macho que, fiel a las normas, se separa de su hembra para encaramarse a un cardo y desafiar con su canto a otros machos territoriales.
Reses en Campos de Azálvaro. | Carlos de Hita.
Donde hay espinos no faltan los cacareos de las urracas. Y en un espacio abierto, donde hay cuatro árboles hay un refugio para las aves forestales. Dos ratoneros, dos aves rapaces, dejan oír los maullidos con los que acompañan sus danzas de cortejo en el cielo y buscan intimidad entre las ramas de los chopos. Sin conseguirlo, según podemos oír.
Pero todo esto que escuchamos no son más que momentos aislados, las voces que se cuelan en los breves momentos de tranquilidad que se abren en el viento racheado.
Campos de Azálvaro, jueves 1 de marzo de 2012
el dispensador dice:
llanuras extensas,
anidan paciencias,
mirar a lo lejos,
descubrir horizontes,
suaves lomadas,
almas prendadas,
vagando en lo cierto,
de un paisaje incierto,
se buscan mañanas,
se olvidan tardanzas,
se hacen alabanzas,
a silencios en pentagramas,
se elevan los cielos,
se acortan los ruedos,
las brisas envuelven,
sólo a los que sienten...
me voy de camino,
dejé atrás el destino,
busco en los vientos,
salud de escarmientos,
ya no recuerdo,
qué cosa fue cuerdo,
la razón he perdido,
entre locuras y olvidos,
me acusaron de ausencia,
a pesar de presencias,
me impulsaron creencias,
por las que he vivido,
la convicción es conciencia,
de lo que te ha traído,
la gracia es pasión,
por lo que se te ha concedido,
no reniegues del ocaso perdido,
el alba es incierta,
cuando rige el olvido,
me llevan los vientos,
dónde han querido,
no encuentro mi rostro,
en el vaso de vino...
la huella descalza,
la sombra me alcanza,
anduve por las Pampas,
más allá de las bardas,
alcancé la Patagonia,
a una edad temprana,
descubrí que el pasado,
nunca está en llamas,
cuando se apaga la tarde,
te llega la calma,
mirar la noche,
ahogarse en estrellas,
seguro una de ellas,
cobijará a mi madre,
no importa el mañana,
me sumerjo en la letra,
ya no recuerdo,
la circunstancia de no verla,
quizás fui nacido,
tal vez me he perdido,
percibo en su mano,
un aura como abrigo,
pareció sonar en la llanura,
un son que ha partido,
ya no hallo la nota,
el pentagrama está herido...
regreso a las pampas,
envuelto en imágenes,
algo he dejado,
allá en las Sierras de la Ventana,
la vejez me ha alcanzado,
sin temor a mi espada,
lo que me ha herido,
no fue una estocada,
apenas fue el desprecio,
de aquella gente amada,
que hablaba y hablaba,
traiciones escudaban,
la vida golpea,
cuando menos lo esperaba,
el corazón se repara,
de las marcas dejadas,
no hay escudo que cubra,
la desesperanza,
seguir adelante,
ofrece mañanas,
cuando la paz contienes,
anidada en tu alma,
no sé si llegué tarde,
no me importa el mañana...
sigo los llamados,
de los vientos calmos,
me hablan las piedras,
no frustra el fracaso,
persigo los sonidos,
que me han acompañado,
hay un hoy iluminado,
el SOL de la aurora,
guarda significado,
su halo señala,
signo de reyes,
carretas sin bueyes,
es lo que he tirado,
la llanura es amplia,
parece que alcanza,
hasta donde llega el alma,
contiene miradas,
no me alcanzan los ojos,
para dimensionar el alba,
ya no recuerdo,
qué me perdió en tu mañana,
seguro fue el fuego,
vapores tóxicos de aquellas palabras,
la soberbia se siente,
cada vez que hablas...
al son de mis pasos,
sendas de ocasos,
busco en mis brazos,
los ecos dejados,
los besos son muertos,
cuando han sido tocados,
por las marcas del pasado,
no importa cuánto hayas dejado,
las letanías acercan,
de nostalgias embargados,
la notas se han caído,
del pentagrama quebrado,
lo que no fue escrito,
jamás fue pensado,
la ausencia te acerca,
a lo que te ha atropellado,
circunstancias se llaman,
a lo que te ha rodeado,
no hay llanura que pierda,
al humilde enterrado,
no apures el día,
no alientes el paso,
al son de ellos,
perdidos son los abrazos,
todo lo que ha sido sembrado,
por tí está esperando,
no importa en qué vida,
descubrirás el sentido,
de lo que has ido dejando,
por favor, no apures el paso,
cuando el mañana te espera,
no te frustra el fracaso,
por favor, no apures el llanto,
mira a lo lejos,
la llanura promete,
acoger la semilla,
que te ha impulsado,
razón suficiente,
para haberte llamado,
lo que te fue mentido,
nunca ha importado,
la importancia se guarda,
en el sentimiento sembrado.
Marzo 03, 2012.-
Dedicado: a Matías Nicolás...
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